La llave del Gobierno de Andalucía está en manos de Izquierda Unida. La correcta gestión de este privilegio puede suponer el despegue definitivo de la coalición en el panorama político español, mientras que una mala gestión supondría un duro golpe para toda la izquierda.
El incontestable ascenso electoral de Izquierda Unida en Andalucía es motivo de satisfacción para militantes y simpatizantes. Por una parte, ha supuesto por primera vez en muchos años un esperanzador desafío al bipartidismo hasta hace poco reinante en la comunidad; por otra, demuestra que el trabajo de pedagogía al que se han dedicado muchos miembros de la formación empieza a dar sus frutos. Efectivamente, IU ha estado en el lugar y momento adecuados cuando la percepción de eternización de la actual crisis ha calado en gran parte de la ciudadanía. No es casual que las sucesivas mejoras electorales de la formación -elecciones municipales, generales y autonómicas- hayan tenido lugar a partir del surgimiento de los movimientos de indignación en mayo de 2011. No en vano, muchas de las propuestas que surgieron en las plazas españolas son coincidentes con los programas de IU desde hace más de una década.
El incontestable ascenso electoral de Izquierda Unida en Andalucía es motivo de satisfacción para militantes y simpatizantes. Por una parte, ha supuesto por primera vez en muchos años un esperanzador desafío al bipartidismo hasta hace poco reinante en la comunidad; por otra, demuestra que el trabajo de pedagogía al que se han dedicado muchos miembros de la formación empieza a dar sus frutos. Efectivamente, IU ha estado en el lugar y momento adecuados cuando la percepción de eternización de la actual crisis ha calado en gran parte de la ciudadanía. No es casual que las sucesivas mejoras electorales de la formación -elecciones municipales, generales y autonómicas- hayan tenido lugar a partir del surgimiento de los movimientos de indignación en mayo de 2011. No en vano, muchas de las propuestas que surgieron en las plazas españolas son coincidentes con los programas de IU desde hace más de una década.
Izquierda Unida tiene, como se suele decir en estas ocasiones, la llave de gobierno de Andalucía, privilegio que podría convertirse en arma de doble filo si no se gestiona con la máxima precaución. Se plantean varios escenarios de pactos y/o apoyos puntuales (por ejemplo, a la investidura) que tendrán que ser estudiados con detalle por la ejecutiva de la coalición, además de las pertinentes consultas a las bases.
Decida lo que se decida, la presidencia de la IX Legislatura Autonómica de Andalucía recaerá en Griñán o en Arenas. Permitir la entrada en el ejecutivo andaluz a este último supondría reeditar la situación vivida en Extremadura hace unos meses; escenario, por otro lado, altamente inviable. En todo caso, habría que recordar que, frente a la distorsión habitual desde ciertos medios interesados[1], IU jamás dio su apoyo al PP de Extremadura; lo que realmente hizo fue abstenerse[2], aunque esto supusiese abrir las puertas a un gobierno en minoría de los conservadores. En aquellos momentos, el rodillo del Partido Popular en el Gobierno central era aún un futurible. El protagonista activo de los recortes era el Gobierno de Zapatero, aún con el apoyo de los populares. Por otro lado, las situaciones de clientelismo y presunta corrupción en Extremadura habían desgastado de tal modo al PSOE que su salida de la Junta se hacía, para muchos, una necesidad.
La prepotencia mostrada por Mariano Rajoy a través de su brutal política de recortes o la recientemente aprobada reforma laboral desaconsejan cualquier movimiento, por parte de IU, que facilite, por activa o pasiva, la extensión del azul popular por el mapa peninsular. Tampoco se puede olvidar el particular concepto de democracia del Partido Popular, cuyo presidente afirma recurrentemente sentirse legitimado con los votos que obtuvo el 20 de noviembre de 2011 para acometer los recortes que crea necesarios[3]. Todo ello a pesar del evidente rechazo de un importante sector de la población española, tal como quedó demostrado el pasado 29 de marzo.
Descartado un escenario "a lo extremeño", la única salida de IU es permitir la permanencia del PSOE en el gobierno andaluz. El problema para IU es que no se puede permitir volver a tomar el papel de escudero del Partido Socialista. Para ello hay que distinguir claramente -y así hacérselo saber a la opinión pública- entre apoyo a la investidura y pacto de gobierno. Lo primero es considerado por muchos como algo necesario para evitar la hegemonía -y las consecuentes justificaciones a nuevos recortes- del Partido Popular en el panorama estatal.
Cualquier pacto de gobierno con el PSOE, si bien supondría el acceso a alguna consejería, tendría a la postre más perjuicios que beneficios. Si bien es cierto que el Partido Socialista hace gala de una leve sensibilidad social que no comparte el Partido Popular, no podemos olvidar que sus políticas, a pesar de lo dicho en su propaganda electoral, no dejan de tener un fuerte sesgo neoliberal. A los hechos hay que remitirse para recordar que el PSOE no es un partido de izquierdas, por mucho que sus dirigentes insistan en ello. Además, un gobierno en coalición jamás podría ser en una relación entre iguales por el simple motivo de que el PSOE goza del apoyo de más de un millón y medio de andaluces, mientras IU apenas supera los cuatrocientos mil. Cualquier intento de imponer un giro a la izquierda desde dentro de un gobierno de coalición sería frenado con el argumento de que la voluntad de una minoría no puede imponerse a la de una mayoría. Todo esto sin olvidar que, como eslabón más débil y sin apoyo mediático, IU siempre podría ser culpada de los fracasos del bipartito, mientras las glorias serían otorgadas en exclusiva a los méritos de la agrupación socialista.
La opción más inteligente es la propuesta de Julio Anguita[4], quien sugiere que el acuerdo con el PSOE se circunscriba exclusivamente a la investidura. Este acuerdo implicaría, en primer lugar, la creación de una comisión de investigación sobre el asunto de los EREs. Un segundo punto para el acuerdo podría ser la exigencia de varias medidas concretas, de carácter urgente, que beneficie a los sectores más desfavorecidos del pueblo andaluz. Por último, desde la formación se plantea la posibilidad de exigir que la presidencia del Parlamento Andaluz recaiga en Izquierda Unida. Posiblemente, este punto será utilizado desde los medios más conservadores como argumento para acusar a IU de buscar algún sillón donde colocar a los suyos. En realidad se trata de un puesto estratégico desde donde atar en corto a los socialistas, pues el Parlamento disfruta de la facultad de llevar a cabo la creación de comisiones de investigación[5], la aprobación de las Cuentas Generales o el control de las empresas públicas dependientes de la Junta de Andalucía[6]. El siguiente paso, una vez apoyada la investidura, sería pasar a una oposición constructiva, exigente, vigilante y comprometida en contar al andaluz de a pie lo que se cuece en el Parlamento durante la legislatura.
Sea cual sea la decisión tomada, esta nueva legislatura promete ser complicada y condicionada por las políticas regresivas orquestadas desde Europa, fielmente interpretadas por el presidente Rajoy. Los recortes anunciados desde el Gobierno central afectarán sensiblemente a las partidas destinadas para la comunidad andaluza, por lo que las políticas sociales a las que pueda aspirar Izquierda Unida se verán seriamente limitadas. Ahora, más que nunca, esta agrupación se juega su futuro y el de la izquierda en Andalucía. Por tal motivo, ha de liderar una alternativa seria a los partidos que asumieron la crisis neoliberal ante una ciudadanía cada vez más decepcionada por los continuos acontecimientos que nos acercan, cada día más, a Grecia. Como explica Alberto Garzón[7], ahora es el momento de asentar una importante base social que apoye un proyecto cuyo objetivo final sea la superación del sistema económico capitalista. De este modo, Izquierda Unida ha de demostrar a la población andaluza -aún con el handicap de la hostilidad de los medios de comunicación mayoritarios- que está fuera de las perversiones consustanciales al sistema imperante, como la corrupción o el clientelismo.
Por lo pronto, Izquierda Unida está dando ejemplo de democracia participativa al implicar a todos sus militantes en un proceso asambleario de donde se determinará la decisión final. Muy posiblemente -el tiempo lo dirá- la voluntad mayoritaria de los militantes, tras el necesario debate interno, corresponderá con el escenario planteado por Julio Anguita que, como resume Sánchez Gordillo, no se trataría más que de "acuerdos puntuales y con la nariz tapada"[8]. La verdadera lucha comenzará en el Parlamento, desde la oposición, para continuar en las calles, a través de la necesaria labor pedagógica y las movilizaciones en las calles.
[1] "Las bases de IU apoyan dar al PP la Junta de Extremadura". Público, 19 de junio de 2011.
[2] "Izquierda Unida decide abstenerse en Extremadura y darle el gobierno al Partido Popular". RTVE Noticias, 19 de junio de 2011.
[6] Apartados 12, 14 y 15 del Estatuto de Autonomía de Andalucía.
[7] "¿Qué hacer en Andalucía?", 4 de abril de 2012.
[8] "Sánchez Gordillo `no descarta una escisión` si IU pacta con el PSOE". El Correo de Andalucía, 3 de abril de 2012.
[3] Por ejemplo, ver "Rajoy se siente legitimado porque su mayoría es «consciente de los sacrificios»", Diario Vasco, 9 de diciembre de 2011; y "El Gobierno se siente legitimado por las urnas para la reforma laboral", El Comercio, 21 de febrero de 2012.
[4] "Anguita propone apoyar la investidura de Griñan si acceden a varias “propuestas concretas” y pasar a la oposición". La República, 27 de marzo de 2012.
[5] Apartado 3 del artículo 106 del Estatuto de Autonomía de Andalucía.[6] Apartados 12, 14 y 15 del Estatuto de Autonomía de Andalucía.
[7] "¿Qué hacer en Andalucía?", 4 de abril de 2012.
[8] "Sánchez Gordillo `no descarta una escisión` si IU pacta con el PSOE". El Correo de Andalucía, 3 de abril de 2012.
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