El inmovilismo tiene a su disposición miles de excusas. En nombre del "derecho a trabajar" miles de trabajadores darán la espalda al resto de sus compañeros de clase al no secundar una huelga que surge como respuesta a una reforma laboral realmente lesiva a los intereses de todos los asalariados. Ahora, más que nunca, la unidad entre los trabajadores es muy necesaria. Esta huelga es una herramienta para demostrar unidad, de ahí que estas actitudes de oposición a la huelga sean aplaudidas desde los grandes poderes.
Tal como era de esperar, el anuncio de huelga general en el Estado español ha conllevado una importante polarización de posturas y opiniones al respecto. Habida cuenta de que la huelga general se convoca a consecuencia de la más regresiva reforma laboral aprobada en tiempos de democracia, igualmente lesiva para asalariados y desempleados, la respuesta de la ciudadanía tendría que ser unánime a favor de esta huelga. Por desgracia, nuestra sociedad se encuentra tan confundida por la contrainformación proporcionada por la mayoría de los medios de comunicación; tan desorientada por la actitud de Gobierno y agentes sociales; y, sobre todo, tan atenazada por el miedo a un presente incierto y a un futuro gris; que hay muchos que se refugian bajo cualquier pretexto para eludir su responsabilidad de hacer uso del derecho a huelga, instrumento imprescindible en una época como la actual para frenar la sangría de recortes y agresiones sociales que la clase trabajadora lleva sufriendo en los últimos tiempos.
En la calle, en los foros, en las redes sociales, durante estos días podemos oír y leer las opiniones de personas contrarias a la huelga, en su mayoría trabajadores -ya sean en activo o desempleados-, quienes por cuenta propia han decidido tomar cierta actitud activista en la divulgación de excusas en las que basar su decisión de acudir a trabajar el próximo 29 de marzo. Como excusas que son, todas están basadas en falacias fácilmente desmontables pero bien vistas -y sostenidas- desde los medios de comunicación más conservadores.
"No voy a la huelga porque la convocan los sindicatos"
Se trata de la excusa "estrella" en muchos foros y a pie de calle. La enorme campaña de descrédito desatada contra los sindicatos mayoritarios -UGT y CCOO- a través de muchos medios de comunicación ha terminado cumpliendo su objetivo. Ciertamente, por demérito propio, los sindicatos mayoritarios no han sabido estar a la altura de las circunstancias, ejemplificadas en su aceptación apenas sin lucha de anteriores reformas laborales. A pesar de las horas bajas por las que pasan los sindicatos mayoritarios, hay que ser conscientes de que sus bases están fundamentalmente compuestas por gente luchadora y con capacidad de movilización, que creen y se aplican en la lucha obrera. En cualquier caso, todos los sindicatos de clase del Estado español apoyan la huelga del 29 de marzo -a diferencia de algunos denominados "sindicatos independientes", que no la secundarán-, lo que implica que los motivos que llevan a esta jornada de huelga general va mucho más allá de los intereses particulares de UGT o CCOO.
En todo caso, hemos de recordar siempre que las huelgas las convocan los sindicatos pero las secundan los trabajadores. El sindicato es necesario al ser la herramienta fundamental para la organización de la clase trabajadora; su desaparición supondría la vuelta a la época de la gleba, donde cada trabajador negocia sus condiciones de trabajo con el empleador de turno en relación de inferioridad al no haber unos mínimos a partir de los que comenzar las negociaciones. Esta última reforma laboral ataca directamente a los convenios colectivos, por lo que la indefensión del trabajador es ahora más real que nunca.
Así, quien afirme no ir a la huelga porque ésta la convocan los sindicatos, simplemente habla desde el desconocimiento. Podrá esgrimir que los sindicatos no han hecho nada por su persona en particular, ignorando que cada conquista social de la que actualmente disfruta -quizás no por mucho tiempo- proviene de la lucha sindical. El problema no es ya la percepción de que los sindicatos actualmente no nos den nada, sino la fortaleza de los lobbies empresariales en disposición de quitarnos lo poco que tenemos. Y lo harán sin dudarlo si no ponemos todos y todas de nuestra parte.
"No voy a la huelga para defender los intereses de aquel sindicalista que lleva un Rolex"
Esta excusa no es más que la particularización de la expuesta en el párrafo anterior en la persona de un dirigente sindical en concreto, carnaza de los tiburones mediáticos para desacreditar a las fuerzas sindicales. Resulta cuando menos paradójico, y posiblemente mezquino, que aquellos que se autoproclaman abanderados de la libertad individual señalen a alguien en particular, por muy sindicalista que sea, por utilizar un reloj de lujo -máxime cuando luego se demostrase que el supuesto Rolex era un reloj similar de otra marca[1]-. La preocupación de los trabajadores ha de ser la eficiencia con la que los sindicalistas defienden nuestro intereses de clase y no los supuestos lujos alrededor de su vida privada. Cualquier otro asunto implica entrar en el juego de cadenas de televisión y prensa que toman el papel de voceros de quienes les financian, grandes empresarios que sí que disfrutan de todo tipo de lujos a costa de nuestro trabajo.
"No voy a la huelga porque aún es demasiado pronto"
Esta excusa se basa en la esperanza de que la crisis se solucione por sí misma. De nuevo, se trata de una opinión mediatizada por las continuas informaciones de los medios de comunicación, que nos explican que esta crisis terminará cuando se hayan realizado los ajustes necesarios. La realidad es que nos encontramos en un serio proceso de desmontaje del mediocre Estado del Bienestar que hemos podido disfrutar en España. Las políticas ofrecidas por el actual Gobierno, con la aquiescencia de Angela Merkel, se basan en el control del déficit público a base de ajustes, eufemismo éste para referirse a recortes en gastos sociales y derechos laborales. El propio FMI ha llegado a advertir del peligro de tales políticas de ajustes, que pueden agravar la recesión de las economías más débiles, como es el caso de la economía española[2].
El primer paso necesario para reactivar la economía española pasa por la aplicación de políticas expansivas, esto es la realización de inversiones públicas para crear empleo y asegurar el nivel de vida de la población. Las políticas actuales van en el sentido contrario; así que a más tiempo dejemos pasar sin protestar contra tanto recorte, peor serán sus consecuencias sobre nuestros estándares de vida.
"No voy a la huelga porque tengo la esperanza de que esta reforma laboral sirva para crear empleo"
La nueva reforma laboral se justificó ante la necesidad de eliminar las supuestas rigideces del mercado laboral, identificadas como causas del desempleo. La realidad es que no existe correlación entre la creación de empleo y la rigidez del mercado laboral. Entendamos en primer lugar que se identifica rigidez con dificultad para despedir o, lo que es lo mismo, los costes para el empresario para destruir empleos. Además, parece ser que sólo se puede hablar de creación de empleo, pero no de la calidad de aquél. Como ya se argumentó en puntos anteriores, sin la existencia de los puntos de partida para la negociación, las condiciones de los nuevos contratos -y posiblemente los ya existentes- estarán condenadas a mínimos.
Además de la dudosa capacidad de esta reforma laboral para crear nuevos empleos de calidad, hay que señalar que ésta constituye, en palabras de Jueces por la Democracia, "uno de los mayores ataques al derecho del trabajo y a las instituciones laborales y que materializa una reforma ofensiva, regresiva, reaccionaria y profundamente injusta"[3], que además "limita las facultades del juzgador para valorar la finalidad y/o razonabilidad de la extinción del contrato por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, reduciendo el margen de tutela judicial ante el despido y desincentiva el ejercicio por el trabajador de reclamaciones judiciales". Es decir, la nueva reforma laboral coloca en una posición de ventaja al empresario respecto al trabajador a todas luces injusta, que condena a este último a una evidente situación de debilidad y consecuente precariedad.
El empleo no se crea a base de recortar derechos a los trabajadores; se crea a partir de la voluntad política de fomentar la creación de puestos de trabajo a partir de una seria apuesta por el desarrollo del sector público[4], consecuencia de políticas económicas expansivas: justamente lo opuesto a las actuales políticas del Gobierno.
"No voy a la huelga porque la convocan los sindicatos"
Se trata de la excusa "estrella" en muchos foros y a pie de calle. La enorme campaña de descrédito desatada contra los sindicatos mayoritarios -UGT y CCOO- a través de muchos medios de comunicación ha terminado cumpliendo su objetivo. Ciertamente, por demérito propio, los sindicatos mayoritarios no han sabido estar a la altura de las circunstancias, ejemplificadas en su aceptación apenas sin lucha de anteriores reformas laborales. A pesar de las horas bajas por las que pasan los sindicatos mayoritarios, hay que ser conscientes de que sus bases están fundamentalmente compuestas por gente luchadora y con capacidad de movilización, que creen y se aplican en la lucha obrera. En cualquier caso, todos los sindicatos de clase del Estado español apoyan la huelga del 29 de marzo -a diferencia de algunos denominados "sindicatos independientes", que no la secundarán-, lo que implica que los motivos que llevan a esta jornada de huelga general va mucho más allá de los intereses particulares de UGT o CCOO.
En todo caso, hemos de recordar siempre que las huelgas las convocan los sindicatos pero las secundan los trabajadores. El sindicato es necesario al ser la herramienta fundamental para la organización de la clase trabajadora; su desaparición supondría la vuelta a la época de la gleba, donde cada trabajador negocia sus condiciones de trabajo con el empleador de turno en relación de inferioridad al no haber unos mínimos a partir de los que comenzar las negociaciones. Esta última reforma laboral ataca directamente a los convenios colectivos, por lo que la indefensión del trabajador es ahora más real que nunca.
Así, quien afirme no ir a la huelga porque ésta la convocan los sindicatos, simplemente habla desde el desconocimiento. Podrá esgrimir que los sindicatos no han hecho nada por su persona en particular, ignorando que cada conquista social de la que actualmente disfruta -quizás no por mucho tiempo- proviene de la lucha sindical. El problema no es ya la percepción de que los sindicatos actualmente no nos den nada, sino la fortaleza de los lobbies empresariales en disposición de quitarnos lo poco que tenemos. Y lo harán sin dudarlo si no ponemos todos y todas de nuestra parte.
"No voy a la huelga para defender los intereses de aquel sindicalista que lleva un Rolex"
Esta excusa no es más que la particularización de la expuesta en el párrafo anterior en la persona de un dirigente sindical en concreto, carnaza de los tiburones mediáticos para desacreditar a las fuerzas sindicales. Resulta cuando menos paradójico, y posiblemente mezquino, que aquellos que se autoproclaman abanderados de la libertad individual señalen a alguien en particular, por muy sindicalista que sea, por utilizar un reloj de lujo -máxime cuando luego se demostrase que el supuesto Rolex era un reloj similar de otra marca[1]-. La preocupación de los trabajadores ha de ser la eficiencia con la que los sindicalistas defienden nuestro intereses de clase y no los supuestos lujos alrededor de su vida privada. Cualquier otro asunto implica entrar en el juego de cadenas de televisión y prensa que toman el papel de voceros de quienes les financian, grandes empresarios que sí que disfrutan de todo tipo de lujos a costa de nuestro trabajo.
"No voy a la huelga porque aún es demasiado pronto"
Esta excusa se basa en la esperanza de que la crisis se solucione por sí misma. De nuevo, se trata de una opinión mediatizada por las continuas informaciones de los medios de comunicación, que nos explican que esta crisis terminará cuando se hayan realizado los ajustes necesarios. La realidad es que nos encontramos en un serio proceso de desmontaje del mediocre Estado del Bienestar que hemos podido disfrutar en España. Las políticas ofrecidas por el actual Gobierno, con la aquiescencia de Angela Merkel, se basan en el control del déficit público a base de ajustes, eufemismo éste para referirse a recortes en gastos sociales y derechos laborales. El propio FMI ha llegado a advertir del peligro de tales políticas de ajustes, que pueden agravar la recesión de las economías más débiles, como es el caso de la economía española[2].
El primer paso necesario para reactivar la economía española pasa por la aplicación de políticas expansivas, esto es la realización de inversiones públicas para crear empleo y asegurar el nivel de vida de la población. Las políticas actuales van en el sentido contrario; así que a más tiempo dejemos pasar sin protestar contra tanto recorte, peor serán sus consecuencias sobre nuestros estándares de vida.
"No voy a la huelga porque tengo la esperanza de que esta reforma laboral sirva para crear empleo"
La nueva reforma laboral se justificó ante la necesidad de eliminar las supuestas rigideces del mercado laboral, identificadas como causas del desempleo. La realidad es que no existe correlación entre la creación de empleo y la rigidez del mercado laboral. Entendamos en primer lugar que se identifica rigidez con dificultad para despedir o, lo que es lo mismo, los costes para el empresario para destruir empleos. Además, parece ser que sólo se puede hablar de creación de empleo, pero no de la calidad de aquél. Como ya se argumentó en puntos anteriores, sin la existencia de los puntos de partida para la negociación, las condiciones de los nuevos contratos -y posiblemente los ya existentes- estarán condenadas a mínimos.
Además de la dudosa capacidad de esta reforma laboral para crear nuevos empleos de calidad, hay que señalar que ésta constituye, en palabras de Jueces por la Democracia, "uno de los mayores ataques al derecho del trabajo y a las instituciones laborales y que materializa una reforma ofensiva, regresiva, reaccionaria y profundamente injusta"[3], que además "limita las facultades del juzgador para valorar la finalidad y/o razonabilidad de la extinción del contrato por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, reduciendo el margen de tutela judicial ante el despido y desincentiva el ejercicio por el trabajador de reclamaciones judiciales". Es decir, la nueva reforma laboral coloca en una posición de ventaja al empresario respecto al trabajador a todas luces injusta, que condena a este último a una evidente situación de debilidad y consecuente precariedad.
El empleo no se crea a base de recortar derechos a los trabajadores; se crea a partir de la voluntad política de fomentar la creación de puestos de trabajo a partir de una seria apuesta por el desarrollo del sector público[4], consecuencia de políticas económicas expansivas: justamente lo opuesto a las actuales políticas del Gobierno.
[1] "Méndez niega tener un Rólex y haber estado en el Hotel Villa Magna". Público, 29 de febrero de 2012.
[2] "El FMI advierte a Europa de que los recortes agravarán la recesión". Público, 23 de enero de 2012.
[3] "Jueces para la Democracia apoya la convocatoria de huelga general contra la reforma laboral". EuropaPress, 15 de marzo de 2012.
[4] Vicenç Navarro: "¿Por qué España tiene un desempleo tan elevado?". El Plural, 12 de marzo de 2012.
No hay comentarios :
Publicar un comentario