Cuando el presidente Rajoy explica a los españoles que la obligación impuesta desde la Unión Europea de controlar del déficit es compatible con "nuestros intereses" debería explicar quiénes son los beneficiarios de esos intereses. El control excesivo del déficit no es más que la aplicación de la doctrina neoliberal que beneficia exclusivamente a la banca privada y a las grandes empresas.
La doctrina económica de la Unión Europea está controlada por quienes podríamos denominar talibanes del déficit[1]. El mantra que repiten hasta la extenuación es que todo déficit es malo y hay que evitarlo a toda costa. Aunque la experiencia de la Gran Depresión que tuvo lugar a principios del siglo pasado demuestra que, en momentos de crisis, es necesario la aplicación de políticas expansivas, ningún estado se atreve a desafiar el dogma neoliberal, lo que posiblemente aboque a un desastre que sufriremos principalmente los ciudadanos.
La llegada al poder del Partido Popular en España fue vista por muchos como una posibilidad de cambio a mejor, recordando quizás un mitificado -e inexistente, salvo en la mitología de la prensa conservadora- milagro económico del tándem Aznar-Rato. El proyecto de salida de la crisis a base de recortes, que mal que bien una parte de la población aceptó implícitamente al dar su voto a este partido[2], se topó con la cruda realidad de una Europa sumida en el pragmatismo neoliberal que sólo entiende de números. No bastan con unos cuantos recortes que "no tocarán lo esencial" para conformar a la élite económica europea, los talibanes del déficit exigen unos guarismos que el presidente Rajoy sabe que son imposibles de conseguir sin comprometer su credibilidad ante la opinión pública y la estabilidad de su propio gobierno[3].
Cuando, en unas recientes declaraciones, el presidente Mariano Rajoy declara que "controlar el déficit es compatible con los intereses del país"[4] lo que realmente hace es justificar su fracaso en su vano intento de convencer a Europa de permitirle un mayor déficit para el presente año. Rajoy sabe que la consecución del objetivo de déficit marcado por la Unión Europea sólo será posible a base de la defenestración de lo poco que queda el Estado del Bienestar, lo que será fuente de movilizaciones ciudadanas y descrédito para su gobierno.
En democracia no se puede gobernar de espaldas al pueblo. La necesidad de salir de la crisis ha servido como excusa para aplicar políticas regresivas -llamadas de austeridad- donde el gasto público se ha anatemizado de manera sistemática, obviándose las grandes sumas que se han empleado para sostener al sistema financiero. Al respecto, el año 2009 fue cuando se llevó a cabo mayor gasto público en la historia del mundo capitalista desarrollado, empleado principalmente en subsidios y prestamos a bajo interés a la banca privada[5].
Que los gobiernos actuales se encuentran bajo la batuta de los mercados -es decir, la banca privada- no es ningún secreto para los ciudadanos[6]. El hecho de que la banca privada no haya cambiado su modo de hacer las cosas desde que estalló la crisis, hace sospechar que ésta necesitará nuevas inyecciones de capital en cualquier momento[7]. Únicamente la situación actual de contención de gasto público permite a la banca disponer de una reserva de dinero en los estados; dinero que tendría que ser empleado en políticas expansivas, es decir, en inversiones públicas tanto en lo fiscal -necesarias para el desarrollo económico- como en lo social -necesarias para garantizar el Bienestar social de la población-[8]. Por otro lado, de este mar revuelto de la crisis se benefician las grandes patronales al mezclar intencionadamente conceptos como déficit y competitividad con la intención última de reducir costes laborales y, paralelamente, derechos a los trabajadores.
En última instancia, los talibanes del déficit no defienden más que los intereses cortoplacistas de los poderes a quienes representan, y nunca al interés general. Al respecto, Wolfgang Munchau, editor del The Finantial Times, reconoce “no entender como alguien con formación macroeconómica, y con un mínimo de honestidad y decencia, puede apoyar hoy la fantasía de que las políticas de austeridad estimulan la economía”[9].
Si el objetivo real de aquellos talibanes del déficit no es estimular la economía, sólo nos queda pensar que el desmontaje del Estado del Bienestar es una amenaza real. En tal caso, corremos el riesgo de sufrir la pérdida permanente de derechos que han costado dos siglos de lucha. España, por su condición de estado periférico de la Unión Europea, podría ser de los primeros donde esa reducción de derechos se haga patente. El espejo de Grecia está ahí, frente a nosotros. La banca privada europea y los grandes emporios empresariales nos han situado en el mismo emplazamiento que al estado heleno; nos denominan los PIGS, que es el acrónimo de Portugal, Irlanda/Italia, Grecia y España y, a su vez -un detalle muy significativo-, "cerdo" en inglés. Grecia ha sido el gran laboratorio donde se han probado los efectos de aplicar las más extremas medidas neoliberales, siempre con la excusa del control del déficit. Puede que lo ahí aprendido se aplique en un futuro no muy lejano al resto de los estados PIGS, incluida España.
[1] Vicenç Navarro, "Las semejanzas entre la Gran Depresión y ahora". Sistema, 24 de febrero de 2012.
[2] "Los primeros recortes apenas afectarían electoralmente al PP, según un sondeo". Público, 4 de marzo de 2012.
[3] "Rajoy admite que incumplirá el techo de déficit al fijarlo en el 5,8%". Público, 2 de marzo de 2012.
[4] "Rajoy ve compatible controlar el déficit y defender los intereses de España". ABC, 4 de marzo de 2012.
[5] Vicenç Navarro, op. cit.
[6] "John Reed on Big Banks' Power and Influence". Entrevista a John Reed, 1 de febrero de 2012.
[7] "La banca necesitará hasta 15.000 millones de apoyo público, según Barclays". EuropaPress, 8 de febrero de 2012.
[8] Vicenç Navarro, "Por qué la economía española no se recuperará". Sistema, 10 de febrero de 2012.
[9] "Why Europe’s officials lose sight of the Big Picture". The Financial Times. Oct.16, 2011. Cit. en Navarro, "Las semejanzas entre la Gran Depresión y ahora".
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