Si hay algo que agradecer a las redes sociales es que, en contadas ocasiones, se convierten en involuntarios escaparates de los prejuicios de quienes nos gobiernan. La asepsia de lo políticamente correcto, de la disciplina de partido, del culto por el voto a través de la imagen, demuestra ser poco más que un atrezo del teatro político instrumentalizado por aquellos que basan su supervivencia política en caer bien para que alguien los vote. Sin embargo, el buenrrollismo que algunos personajes públicos pretenden aparentar se demuestra que no es más que fachada desde el momento en el que se les escapa alguna opinión o idea fuera del guión establecido en las normas no escritas del marketing político.
De ahí que Twitter o Facebook, esas nuevas herramientas de popularidad en la red, se conviertan en armas de doble filo. Gracias a aquéllas hemos descubierto la afición de Fátima Báñez a los juegos del móvil[1], cosa anecdótica incluso para una ministra de Trabajo con la salvedad de que, visto su éxito en el cometido para el que le asignaron un ministerio, tendría que aplicarse más en estudiar cómo asentar las bases para generar empleo de calidad y menos en batir récords en el Bubble Shooter.
Pero la cuestión no es que las redes sociales puedan ser indicativas de la inoperancia de algunos gobernantes, pues, vistos los resultados, para eso se bastan ellos solitos[2]. El problema es que Twitter o Facebook nos muestran la cara menos amable de algunos de quienes nos representan, sus prejuicios más profundos. Nos enteramos que un concejal valenciano se dedica a crear entradas en Facebook cargadas de contenido racista e intolerante[3] que recuerda demasiado a las opiniones que abiertamente muestran algunos colaboradores de la caverna mediática, como aquél que calificó de "guarra", "zorra repugnante" y "puerca" a una consejera de la Generalitat catalana[4], o el que igualmente insultó a la presentadora Beatriz Montañez[5].
Es cuestión de responsabilidad. Los tiempos que corren recuerdan demasiado a épocas pasadas en las que se alentaba al odio y al desprecio hacia el distinto, sobre todo en cuanto a ideología. Un resentimiento hacia los más débiles que perfectamente se puede resumir en el "¡que se jodan!" de Andrea Fabra[6]. En el fondo, se trata de un mensaje directo de estos palmeros del espectro político más rancio -tanto políticos como tertulianos- a sus amos, los grandes poderes, con el propósito de hacerles llegar su disposición a continuar haciendo lo necesario para desposeer a los ciudadanos de cualquier derecho que obstaculice su hegemonía.
[1] "Fátima Báñez y el juego Bubble Shooter eclipsan a Mariano Rajoy en Twitter". El Mundo, 10 de junio de 2012.
[2] "El 98% de los españoles cree que la situación económica es "del todo mala"". El Economista, 20 de diciembre de 2012.
[3] "Dimite un concejal del PP en Valencia por un texto racista y xenófobo en Facebook". El Huffington Post, 20 de diciembre de 2012.
[4] "Un tertuliano de Intereconomía califica de “puerca” “guarra y zorra” a una consejera catalana". Radiocable, 7 de junio de 2010.
[5] "Beatriz Montañez contesta a los insultos de Intereconomía". La Sexta Noticias, 27 de julio de 2011.
[6] "El PSOE exige la dimisión de Andrea Fabra por gritar "¡qué se jodan!" en el Congreso". La Vanguardia, 13 de julio de 2012.
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