jueves, 8 de noviembre de 2012

Jefes intimidatorios frente a la huelga

Según se acerca el día de la próxima huelga general, muchos jefes cumplen con su papel de piquete empresarial, advirtiendo a sus subalternos de la conveniencia de acudir ese día a trabajar: un hecho lamentable que vulnera a todas luces un derecho fundamental de todo trabajador.

Me acaba de llamar un buen amigo pidiéndome consejo. Él trabaja en una consultora de informática, de aquéllas coloquialmente conocidas como "cárnicas". Como muchos lectores podrán confirmar por propia experiencia, hay detalles que habitualmente se repiten en este tipo de empresas como, entre otros, jornadas de trabajo prolongadas en varias horas nunca remuneradas, imposición de un concepto de identidad con la empresa cercano al fanatismo, eternas promesas incumplidas de promociones y ascensos, o estructuras jerárquicas desquiciantes donde, como se suele decir, hay más jefes que indios.

Mi amigo en cuestión fue citado por su jefe, el típico mando intermedio que parece vivir bajo la ilusión de que algún día heredará la empresa. La conversación, en privado, sin testigos, estuvo centrada en la próxima huelga general:
- ¿Vas a hacer huelga el próximo miércoles? - Preguntó el jefe, sin rodeos.
- No lo tengo aún pensado. Es algo personal que decidiré en su momento. - Respuesta lógica, y con más razón que un santo: es una decisión personal y, habría que añadir, libre.
- A mí que gustaría que vinieses a trabajar ese día. - Insistió el jefe, como no dando otra opción.
- Como acabo de decir, es una decisión personal que tomaré en el momento adecuado. - No hay otra respuesta posible por parte de un empleado que tenga un poco de dignidad.
- Deberías saber que eres de los pocos empleados de esta empresa que se sumaron a la anterior huelga general y las cosas no están como para que uno se vuelva a señalar. - Lástima que mi amigo no hubiera grabado esta parte de la conversación con su jefe.
Se me ocurren demasiadas palabras para describir esta situación que, de seguro, se estará repitiendo durante estos días en todo el territorio español. Sin embargo, más que una palabra, lo primero que se me viene a la cabeza es aquello de "si quieres conocer a un españolito, dale un carguito". ¿Dónde queda el respeto a los derechos fundamentales por parte de aquel asalariado, nombrado enésimo jefecillo en la empresa de turno, hacia sus subalternos también asalariados? Posiblemente, en los magníficos cursos de coaching, liderazgo y demás buenrrollismos que habrá recibido, olvidaron recordarle el detalle de que la huelga es un derecho legal en España.

¿Qué consejo puedo dar a un amigo víctima de tal deplorable acción coercitiva por parte de un mindundi que ni siquiera se preocupa por conocer los derechos de los trabajadores que tiene a su cargo? Confieso que, desde el propio y más profundo sentido de la justicia, mi primera reacción es la de recomendar a mi amigo que sea fiel a sus principios, que no claudique, que si es lo que realmente considera justo, que secunde la huelga. Sin embargo, hay que reconocer que tampoco es justo influir en nadie para que ponga en peligro su carrera profesional en la empresa donde actualmente se desempeña.

La cuestión es demasiado complicada como para responderla a la ligera. Incluso por muy cordial que pudiera ser aquel jefe en la reunión descrita, no se nos puede olvidar que su intención era la de intimidar, la de transmitir una incómoda advertencia que, como es natural, busca crear la intranquilidad en el empleado, crearle un sentido de la culpabilidad por pretender ejercer un derecho. No en vano, el contexto social, económico y laboral que nos toca vivir es realmente grave como para pensarse, ante tales presiones, lo de la huelga. Todo un abuso de poder, un ejercicio de intimidación realizado por alguien que instrumentaliza una legítima herramienta de protesta como trampolín para conseguir sus propios objetivos personales.

Quizás podría aconsejar a mi amigo que dialogase con su jefe, que le explicase razonadamente su motivación para segundar la huelga, que no se trata de algo contra la empresa, sino contra las políticas del Gobierno que, por cierto, también afectan al resto de la plantilla -jefes incluidos-. Llegado a ese punto, podría añadir que la empresa tampoco se vería perjudicada en lo económico, pues ese día no sería incluido en nómina. Más aún, mi amigo es consciente de que en pocos días recuperaría en horas extras el tiempo no trabajado el día de huelga, y, como es tradicional en las "cárnicas", ¡gratis para la empresa! Sin embargo no, definitivamente no serviría para nada razonar con el jefe, porque la directriz que probablemente le habrán dado es la de obligar a sus subalternos acudir ese día al centro de trabajo.

Situaciones como ésta no dejan de ser baños de realidad que demuestran, una vez más, el déficit democrático que adolece el Estado español, donde empresas indican a sus capataces que limiten un derecho a sus empleados. Todo a base de coerción, de fomentar el miedo. Arengas del tipo "vosotros, los empleados, sois el capital más importante de nuestra empresa" se convierten en humo desde el momento en que alguno de ellos decide hacer efectivo un derecho fundamental. Sin duda quieren plantillas de gente asustada, manejable. "No seas problemático, no te señales si no quieres complicarte la vida", es el mensaje de fondo. Llegados a este punto, sólo puedo pensar que la aspiración de este tipo de empresas es la conversión de su plantilla en rebaño.

Desgraciadamente, la mayor parte de los compañeros y compañeras de aquellos que estén en la misma situación que mi amigo prefieren mirar hacia otro lado y obedecer, no señalarse. Excusas hay para ello y, si no, se las inventan y se las creen mediante acto de fe. Que si las huelgas no valen para nada, que si los sindicatos son lo peor del mundo, que si... Y es que, quienes consienten ser tratados como ovejas, tarde o temprano acaban siendo conducidos al matadero, destino que aceptarán sin rechistar. Este matadero es el de los recortes de derechos sociales, de servicios públicos, el del retraso de la edad de jubilación, el de las reducciones de sueldos.

¿Qué le vamos a hacer? Es la frase favorita, con tono de resignación, de quienes aceptaron ya hace mucho un gris destino. Parecen olvidar que nosotros -ellos incluidos- somos más, tenemos la fuerza y la legitimidad que nos da nuestra condición de pueblo. Pero un pueblo mudo, sin voz, no puede ejercer soberanía alguna.  Ésta sólo podrá llegar el día en el que una mayoría de los trabajadores y trabajadoras recuerden aquello de que la unión hace la fuerza y recuperen esa conciencia de clase perdida que les lleve a secundar sin miedos las huelgas que sean necesarias. No olvidemos nunca que las conquistas sociales, las mismas que ahora permitimos que nos quiten, se consiguieron en las calles, peleándolas, no agachando la cabeza. Al respecto, me consta que al menos mi amigo lo tiene bien claro.

3 comentarios :

  1. Despedir a alguien por hacer huelga es despido nulo, que, desde la reforma laboral, son los únicos que tienen salarios de tramitación en caso de juicio. Si a mí mi jefe me dice esto, vuelvo al día siguiente con una grabadora y le comento que ya me lo he pensado y sí voy a hacer huelga. Con lo que me responda seguro que ya tengo material para "blindarme" unos añitos, y sacarle un pastizal si se pone farruco.

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  2. Para lo de grabar no hace falta que la otra parte sepa que se está grabando la conversación?

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  3. Para temas laborales no hace falta, de hecho hay ya un montón de sentencias que lo avalan.

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