lunes, 24 de octubre de 2011

115 propuestas concretas

Acaba de publicarse el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, escrito por los economistas Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón.

El libro, prologado por Noam Chomsky, realiza un repaso de la situación actual de la economía de estado español -y, por extensión de Europa- desde una cuidada perspectiva científica, antítesis del discurso oficial del pensamiento único. Bajo tal enfoque, el texto plantea alternativas reales, perfectamente justificadas, a las soluciones que se llevan aplicando hasta el momento, que sólo sirven para acentuar la cada vez mayor brecha existente entre los ricos y el resto de la población. Como colofón final, el libro plantea un listado de 115 propuestas concretas en diversos ámbitos políticos, económicos y sociales, basadas en criterios racionales, muchas de las cuales responden a los planteamientos surgidos desde los movimientos sociales surgidos en la primavera de 2011.

La distribución del libro no ha sido sencilla, al frenarse su publicación por parte de la editorial que inicialmente llevaría a cabo tal labor sin explicación alguna. Sospechoso resulta un movimiento así justo en este momento preelectoral, que podría ser interpretado por muchos como autocensura de los editores ante el circo político bipartidista que nos espera en la inminente campaña electoral.

Es de vital importancia la divulgación de un texto de tal calibre, que se desmarca del discurso establecido y señala las causas reales de la crisis, sus culpables y las soluciones reales a aquélla, las soluciones que beneficien el empleo y el bienestar social. Es por ello por lo que los autores ofrecen la descarga gratuita del texto en formato electrónico y animan a su difusión.

La información es el arma más importante de la que puede disponer la ciudadanía, la que los grandes poderes más temen, pues los ciudadanos que desarrollan espíritu crítico utilizarán el poderoso recurso del escepticismo contra los discursos alienantes de los grandes medios de comunicación, siempre al servicio de aquellos poderes.

El libro puede ser descargado desde la web de ATTAC.

sábado, 15 de octubre de 2011

La rabia del pueblo se materializó el 15 de octubre

El 15 de octubre ha supuesto un gesto de protesta internacional sin precedentes. La ciudadanía, por vez primera, ha salido a la calle en las principales ciudades del mundo para decir "basta" a los abusos de los grandes poderes financieros. La rabia del pueblo, este sentimiento global de indignación, por fin se hace patente y se dirige contra los verdaderos culpables de esta crisis de civilización que nos toca sufrir.

Llegó el 15 de octubre. Desde Japón hasta los Estados Unidos, en casi mil ciudades de todo el mundo, los ciudadanos hemos comenzado a mostrar nuestro hartazgo hacia una realidad que no nos gusta. Por fin somos conscientes de que la percepción de haber sido traicionados por la llamada clase política dominante no es individual, sino algo que afecta a cada trabajador, ya sea vecino o ciudadano del otro extremo del globo. Hemos aprendido a base de decepciones el verdadero significado del término globalización. En Occidente presumíamos de democracia cuando en realidad son los grandes poderes financieros mundiales quienes dictan las leyes, habiéndose constituido en un gobierno en la sombra, sin rostro pero con largas manos que provocan recortes en nuestra calidad de vida, en nuestros derechos sociales; fomentan guerras, hambre, desempleo; especulan con nuestro pan, con nuestro medio ambiente, con nuestro presente, con nuestro futuro.

¿De verdad pensaban que nos íbamos a quedar en casa? Era cuestión de tiempo que la ciudadanía despertara del narcotizante efecto de unos medios de comunicación al servicio de los mismos poderes que controlan a los gobiernos. Por primera vez en la historia, la ciudadanía global toma conciencia de clase.

Que un mismo día los trabajadores del mundo se pongan de acuerdo para salir a la calle implica esperanza. Porque jamás un grupo tan numeroso de ciudadanos se ha congregado para señalar a los culpables, a ese 1 por cierto cuya avaricia rompe sueños, esperanzas, condena a muchos a la pobreza, al desempleo. Ésta es la rabia del pueblo, la rabia de ver nuestros objetivos obstaculizados, de vivir atados de manos. La rabia, de crecer demasiado rápido cuando los adultos te roban la infancia. La rabia de ver imposible esa paz tan querida. La rabia de ver tantos policías armados en nuestras calles. La rabia de ver este puto mundo autodestruirse y que sean siempre los inocentes los que están en la línea de fuego[1].

Esta rabia del pueblo es positiva, constructiva, pacífica -aunque en muchas ocasiones reciba como respuesta la brutalidad de agentes que aún no son conscientes de que pegan a los de su misma clase-. Una rabia que no terminará el día 15 de octubre, sino que se extenderá por la población, romperá prejuicios, abrirá nuestros ojos. Cada vez más ciudadanos nos daremos cuenta de que nuestra condición de víctimas de ese 1 por ciento es nuestro nexo de unión. Nos han condenado a ser los "de abajo", pues ahora vamos a mirar hacia arriba y les combatiremos con inteligencia, desmontando sus mentiras, denunciando sus excesos, sus manipulaciones.

Mandemos un mensaje a nuestros gobernantes presentes y futuros: es su deber gobernar para los ciudadanos, estar al servicio de los trabajadores y su bienestar. La población ha apagado los televisores y sale a la calle para romper las cadenas que sujetan a la clase política dominante al mandato de los mercados, los grandes poderes financieros. Que no vuelvan a justificarse agresiones al bienestar de los ciudadanos para "tranquilizar a los mercados". Exijamos gobernantes con el valor de demostrar a los "de arriba" que ellos están exclusivamente al servicio de los ciudadanos, quienes les confiamos el voto, a quienes han de servir.


[1] Extraído de la canción "La Rage" de Keny Arkana (2006). Se recomienda leer la letra completa:


lunes, 10 de octubre de 2011

15 de octubre: el día en que la ciudadanía global saldrá a exigir democracia

Nos encontramos ante una crisis que alcanza dimensiones globales. No se trata de una simple crisis económica, sino de una crisis de civilización, una crisis sistémica que lleva implicando la destrucción permanente de empleo, la desaparición progresiva de los derechos de la ciudadanía, sin más perspectivas de mejora que demagogias electoralistas acompañadas de la obligación a los ciudadanos de apretarse el cinturón.

La clase política dominante se ha plegado a lo que eufemísticamente llaman mercados, sin atreverse a dar nombres y apellidos. Por eso, más que nunca, en los últimos años se ha demostrado la degradación de la democracia hasta el límite de que las decisiones políticas han sido tomadas en torno a las demandas de quienes controlan aquellos mercados.

La codicia de aquéllos ha llevado a Grecia al borde de la ruina, mientras países como Portugal o Irlanda, incluso España o Italia, amenazan con seguir su camino. Los países en vías de desarrollo cada día están peor. Los ciudadanos de los países más ricos, tarde o temprano, verán disminuir sus estándares de vida. No se gobierna para el beneficio de los ciudadanos, sino para el uno por cierto de la población que cada día maneja los hilos del mundo con mayor firmeza y decisión.

Esta singularidad antidemocrática en la que nos encontramos supone una contrarrevolución cuyo punto de mira es la ciudadanía, la clase trabajadora, debilitada tras años de aparente tranquilidad, simulada opulencia, deliberada manipulación de una realidad que comienza a mostrar su crudeza, su salvaje naturaleza depredadora de derechos, como ya han visto en España funcionarios y pensionistas en sus salarios, como todos iremos notando en la programada degradación del servicio sanitario público, de la educación, en definitiva, de todo lo que consideramos parte de nuestro incipiente estado del bienestar.

Los mercados han encerrado en su puño a un mundo globalizado cuyos políticos, en todo el globo, actúan como sus capataces. Los ciudadanos quedamos reducidos a plebeyos bajo el yugo de los látigos de aquéllos, apenas conscientes de la verdadera mano que dicta nuestros destinos.

Durante el año 2011, en Egipto, Túnez, España, Israel, Estados Unidos, la ciudadanía ha empezado a despertar de los efectos de los potentes narcóticos de la propaganda de los medios de comunicación. El circo no es suficiente cuando no hay pan. La gente sale a la calle a pedir explicaciones, a exigir democracia.

El cambio, la salida a esta situación de degradación democrática, el establecimiento de la justicia social, el cumplimiento efectivo de los derechos humanos, ha de partir de la propia ciudadanía. La clase política dominante no va a cambiar su estatus de servilismo a los mercados mientras la ciudadanía permanezca en sus casas, en silencio, desunida, conformista, indolente.

El nuevo de un nuevo orden mundial basado en los valores fundamentales de los derechos humanos, en la justicia social, aún puede ser una utopía lejana, pero merece la pena dar el primer paso.

El 15 de octubre es una fecha transcendental. Por primera vez en la historia, la ciudadanía de decenas de países saldrá a las calles a exigir el derecho a una democracia de verdad, a un cambio global donde los políticos sirvan al pueblo. Hemos de decir bien alto y claro que los ciudadanos somos más numerosos, por tanto más fuertes, que las élites económicas y financieras. Para demostrarlo, está en las manos de la ciudadanía salir a la calle, pacíficamente, exigiendo a los políticos que rindan cuentas a quienes les confiamos su voto.