Las próximas elecciones al Parlamento Europeo se perfilan como un referéndum sobre la firma de un tratado comercial con los EEUU, apenas divulgado por los medios de comunicación mayoritarios, que plantea una seria de medidas realmente lesivas para la mayoría de los ciudadanos europeos. Lamentablemente, la postura de los principales partidos del régimen del 78 es favorable a este tratado.
El bipartidismo oficial en España insiste en evocarnos un futuro sin adjetivos, que la mayoría percibimos como muy oscuro, a la vez que intenta implicarnos en una Europa cada vez más alejada de las personas. Es el discurso de campaña de dos gigantes que acaban de descubrir sus pies de barro entre contradicciones como repetir que no son lo mismo[1], a pesar de no ocultar su predisposición a gobernar juntos si llegase el momento[2].
Las próximas elecciones al Parlamento Europeo poco tienen que ver con la escasa sensibilidad de género de un ex-ministro entomófago aficionado a comer yogures caducados[3], o la irrupción de una candidata que no sabe distinguir entre un consejero de Gas Natural y un líder revolucionario[4]. El próximo 25 de mayo se celebrará, sobre todo, un plebiscito donde se decidirá el futuro de la democracia en todo el continente. Un futuro que depende de la firma del Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la UE. Así, sin que sirva de precedente, hay que reconocer que, en cierto modo, el Partido Popular dice la verdad en su eslogan cuando afirma que "lo que está en juego es el futuro".
Ya no nos encontramos ante aquella idílica Europa de los pueblos, hoy desfigurada entre medidas de austeridad y recortes. Ahora, más que nunca, vivimos en la Europa de los mercados. Una Europa al servicio de la oligarquía que envía hombres de negro a los estados desobedientes. Una Europa que se alía con instituciones financieras para someter a su periferia a la tiranía de la deuda. Una Europa que ya no aspira a ser los Estados Unidos de Europa que profetizase Winston Churchill, sino la Europa de los Estados Unidos.
Los ciudadanos no podemos dejar que la construcción de Europa quede en manos de los grandes poderes y sus acólitos, como hemos hecho desde los primeros días de la aventura europea. Lejano queda aquel primero de enero de 1986 cuando España entraba a formar parte de lo que hoy es la Unión Europea. En aquellos momentos Europa simbolizaba, para gran parte del pueblo español, los valores que durante cuatro décadas se le había negado. Modernidad, libertad e, incluso, ciudadanía pues, desde ese preciso instante, fuimos, además de súbditos españoles, ciudadanos europeos. Nos conformamos sólo con eso.
De aquel modo, los ciudadanos europeos fuimos parte pasiva en la reconstrucción del continente, más pendientes a cantos de sirena -y carteles en carreteras anunciando subvenciones con fondos europeos- que de ser protagonistas de aquel proceso. Aceptamos Maastricht y, más tarde, la Constitución Europea a ritmo de Los del Río sin un mínimo de escepticismo[5]. Todo aquello permitió asentar las bases de las actuales políticas de recortes que acabarían enterrando el espejismo del estado del bienestar.
Hoy en día, cuando ni tan siquiera se respira ilusión por esta Europa, se vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca a las políticas neoliberales con la negociación, en el más absoluto de los secretos[6], de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI o TTIP), un tratado de libre comercio que puede suponer un antes y un después en cuestiones de derechos fundamentales y de soberanía.
El TTIP tendrá graves implicaciones en nuestras vidas, como el hecho de que las multinacionales escapen definitivamente al control político de los estados[7]. Esto significará que las grandes empresas podrán saltarse las constituciones nacionales al poder recurrir a tribunales internacionales de arbitraje, que incluso podrán estar compuestos por abogados de las mismas compañías. Previsibles sentencias en contra de los estados no servirán más que para agravar su deuda, generando un fuerte efecto disuasorio en las administraciones públicas a la hora de decidir sus políticas. Así, es normal preguntarse cuántas demandas de los ciudadanos serán desoídas ante la onerosa amenaza de enfrentarse a gigantes multinacionales que tendrán la sartén por el mango. Será el final de los derechos contemplados por las constituciones nacionales para dar paso a los intereses corporativos. Los grandes lobbies, más poderosos que nunca, exigirán competitividad como eufemismo de competencia a la baja, lo que afectará a nuestros derechos fundamentales, a la sanidad, a los sueldos, a la calidad de nuestras vidas. Una situación en la que dejaremos de ser ciudadanos para pasar a ser simplemente consumidores propiedad de las grandes multinacionales.
Sin embargo, el Parlamento Europeo tendrá que aprobar el TTIP, por lo que aún hay esperanza. Por eso mismo, en esta ocasión, la abstención no sirve. Hay que poblar Estrasburgo de gente contraria a la firma del pacto EU-EEUU, pues ya sabemos que los partidos del régimen del 78, los que se quejan de desafección hacia la política, darán su apoyo al Tratado de Libre Comercio[8]. En esta ocasión, el voto es más importante que nunca.
Hemos de darnos cuenta que ésta no es la Comunidad Europea que en el 86 ingenuamente recibimos con el canto de "¡qué viva el IVA!". Nos encontramos ante una evolución -aún a peor- de aquella Europa de Maastrich que aceptamos hipnotizados por los cantos de sirena de los mercados, los mismos que luego nos arrastrarían a la actual crisis, los mismos que ahora nos hacen pagar por sus errores. Una Europa de mercaderes donde todo está en venta, incluso la democracia y los derechos fundamentales. Es por eso necesario que la clase trabajadora se apropie del "tú mueves Europa", arrebatándoselo a los grandes poderes fácticos, lanzando un claro mensaje de que ya no acepta más agresiones a la democracia y los derechos fundamentales.
[1] "No somos lo mismo". El País, 16 de mayo de 2014.
[2] "PP y PSOE buscarán un pacto de Estado para gobernar juntos a partir de 2015". Asturias 24, 7 de abril de 2014.
[3] "Cañete: "Yo abro la nevera, como un yogur caducado y no me sienta mal"". Público, 10 de enero de 2013.
[4] "Valenciano dice que transitó "de Jesucristo a la revolución"". EuropaPress, 6 de mayo de 2014.
[5] ""Los del Río", apoyando el Sí a la Constitución Europea con la fuerza de la razón". Rebelión, 15 de enero de 2005.
[6] "Lo que esconde el tratado comercial transatlántico". Diagonal Periódico, 7 de octubre de 2013.
[7] "Las multinacionales escaparán al control político con el Tratado de Libre Comercio UE-EEUU. Público, 20 de mayo de 2014.
[8] "PP y PSOE rechazan someter a referéndum el tratado de libre comercio entre EEUU y la UE ". El Diario, 7 de mayo de 2014.
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