Cualquiera de nosotros se ha preguntado alguna vez el porqué de ciertas decisiones de los poderes públicos, sobre todo las que nos afectan directamente en lo personal, a nuestros bolsillos. Las explicaciones de aquéllos suelen ser vagas, llenas de tecnicismos y acompañadas de una paternalista moraleja que nos recuerda que todo se pensó por el bien de la economía, del país, para fomentar la creación de empleo.
Los medios de comunicación tradicionales, como resorte indispensable de la propaganda en nuestra sociedad, harán eco de aquellas explicaciones, pondrán a disposición de los ciudadanos los finos análisis de los ahora denominados expertos, normalmente a nómina de los primeros interesados e impulsores de las decisiones o medidas que llevaron a cabo nuestros políticos.
Por desgracia, hoy en día, cuando la época de recortes sociales que estamos viviendo parece que no ha hecho más que empezar, no han pasado unas semanas desde que un gobierno haya aplicado medidas agresivas contra el estado del bienestar, en aras de sortear la crisis, cuando alguna cabeza pensante de la patronal, la banca o el FMI -entre otros- aparece en los medios exigiendo nuevas medidas aún más sangrantes que las anteriores. Automáticamente los medios de comunicación no tardan en echar a andar su formidable máquina de propaganda para hacer eco de los argumentos de aquéllos.
Si nos abstraemos de la continua propaganda de los medios, parece que las clases política y económica van de la mano, navegan en la misma dirección, siendo siempre la ciudadanía la gran perjudicada. Si mantenemos el adecuado espíritu crítico, veremos que en realidad los argumentos que nos dan son falaces, de lo que deducimos que, o bien nuestros expertos no son tan infalibles o bien defienden intereses de terceros aún en nuestro perjuicio.
En ese sentido, hay que achacar a los medios su parcialidad hacia ciertas corrientes de pensamiento, a quienes hacen eco de modo acrítico y sumiso, mientras condenan al silencio a académicos muy válidos, que aportan argumentos sólidos, no sólo para destapar las falacias en las que se fundamentan muchas de las decisiones políticas sino para plantear alternativas válidas menos lesivas a los intereses de la ciudadanía.
Vicenç Navarro, uno de los economistas más prestigiosos en el panorama internacional, publicó recientemente tres artículos destinados al desmontaje de algunas de las falacias sobre las que se sustentan las medidas y propuestas de los agentes económicos.
El primero de ellos, "El dogma neoliberal y las pensiones", refuta punto por punto los argumentos que tanto gobierno como patronal han utilizado para condenar a los ciudadanos a ampliar nuestra vida laboral, así como disminuir nuestra capacidad adquisitiva una vez alcanzada la edad de jubilación.
El siguiente, "Las falacias del neoliberalismo", descubre los errores argumentales de las tesis neoliberales acerca del camino para salir de la crisis o la creación de empleo. Navarro demuestra que, en realidad, todas aquellas medidas no sirven más que para incrementar las desigualdades sociales y alejar el momento en que podamos realmente salir de esta crisis.
El último, "Falacias sobre la deuda pública", trata sobre los errores de fondo que subyacen tras las continuas exigencias de grandes empresarios, banca, etc. de reducir la deuda pública como único camino para reactivar las economías nacionales. La realidad es que la reducción de la deuda pública implica el demontaje del estado del bienestar, sin más, al obligar a las administraciones, con tales medidas, a recortar gastos en servicios esenciales como sanidad, educación, etc.
Como ya comenté en el artículo "Si no quieres ser como ellos, lee a Navarro, lee a Torres", es importante que la ciudadanía acuda a los blogs y libros de estos académicos para contrastar con las tesis oficiales, entender lo que ocurre en el mundo político y económico del que absolutamente depende nuestro bienestar y, sobre todo, adquirir la suficiente capacidad crítica para exigir medidas alternativas.
Por ese motivo, es importante que se vaya gestando una Enciclopia de la Falacia, donde se recojan y amplíen todos los contraargumentos de éstos y otros pensadores silenciados por los medios tradicionales, accesible para los ciudadanos, un refugio para el espíritu crítico, el único que puede hacer frente a la amenaza del neoliberalismo, el elemento integrador de una ciudadanía, que ya empezó a preocuparse por la realidad de la economía y la política, una vez que se impregnó de los valores del movimiento 15M.
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