viernes, 29 de julio de 2011

Este año se disparará el voto por correo para las elecciones generales

El anuncio de las elecciones generales para el 20 de noviembre va a suponer, para la hasta ahora tranquila ciudadanía, uno de los bombardeos mediáticos más intensos que se hayan visto durante las últimas campañas electorales. No en vano, ambos partidos están marcados por los resultados de las recientes elecciones del 22 de mayo: mientras el partido de la oposición espera a que éstos se repitan, el partido gobernante realiza una carrera de fondo para evitar una debacle que podría ir desde la pérdida del gobierno hasta su destronamiento del binomio bipartidista PSOE-PP, como ya sucedió al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en las dos últimas elecciones a causa de las políticas neoliberales de Gerard Schröder.

Las esperanzas del PSOE están puestas en la experiencia del candidato que sucederá a Rodríguez Zapatero, quien parece a priori un aspirante mejor valorado que su contrincante, inevitablemente debilitado tras sus anteriores derrotas electorales. Así nos encontraremos metidos en una campaña entre un partido débil con un candidato fuerte, frente a un partido en ascenso con un candidato a quien pesan las losas de anteriores derrotas electorales y la propia valoración de la ciudadanía.

El adelanto de estas elecciones también libra al partido gobernante del compromiso de tener que lidiar con el toro de la negociación de los presupuestos generales para el 2012, cosa nada sencilla en las circunstancias actuales que, en caso de haber fijado las elecciones para marzo, le hubiera supuesto un desgaste adicional (y ahí sí que podríamos hablar de debacle electoral segura). Éste ha sido, sin duda el motivo fundamental del adelanto de las elecciones para noviembre, no obstante hay que admitir que la fecha elegida es muy simbólica.

El primer elemento de polémica para los días siguientes al anuncio de las elecciones va a ser el simbolismo de la propia fecha. Como todos sabemos, cada año el 20 de noviembre es día de peregrinación al Valle de los Caídos de numerosos devotos fieles al antiguo régimen, que parten de toda España para recordar aquella época de extraordinaria placidez. Aunque todos aquellos señores y señoras acudan al mausoleo a honrar la memoria de su amado dictador, también suelen ejercer indefectiblemente su derecho al voto (el mismo que paradójicamente les era negado en sus años mozos).

La pregunta es si estos señores, los que vengan desde lejos de Madrid, renunciarán a una tradición arraigada por más de tres décadas para ir a votar o, por el contrario, dejarán de ir a votar para mantenerse fieles a su visita anual a los restos del anterior jefe del estado. No, no renunciarán a ninguna de las dos cosas, simplemente, realizarán su voto por correo. Desde hace décadas tienen decidido a quién quieren ver en el gobierno.

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