martes, 25 de octubre de 2011

Algunos motivos por los que una amplia mayoría de los ciudadanos apoya al movimiento 15M

A partir de las recientes encuestas publicadas en el diario El País, donde se registra un importante apoyo por parte de la ciudadanía hacia los llamados movimientos de indignación, este artículo discute algunos de los motivos que hacen despertar tales simpatías a pesar de la presión mediática de los sectores más conservadores y su poderosa propaganda en contra de todo lo que implique movilización ciudadana.

Desde que parte de la ciudadanía comenzó a movilizarse, se han realizado sucesivas encuestas de opinión que muestran las simpatías que este movimiento despierta en una parte importante de la población. Esto demuestra que el movimiento 15M ha calado en la sociedad mucho más de lo que ciertos sectores hubieran deseado y de lo que, incluso en los momentos actuales, están dispuestos a aceptar.

Los primeros estudios publicados se realizaron entre los días 1 y 6 de junio[1]. Por vez primera se preguntaba directamente a los ciudadanos por su opinión sobre este asunto en vez de polarizarlos -habitualmente en contra- a través de los medios. Los resultados de las primeras encuestas no dejaban lugar a dudas: el 73,3% de los encuestados aprobaba las manifestaciones del movimiento 15M, frente al 19,2% que las desaprobaba. Resultados similares, un 72% a favor frente a un 10,3% en contra, se obtenían cuando se preguntaba sobre las ideas que defiende el movimiento.

Aún resuenan en nuestras memorias aquellos momentos en los que El Cairo y Túnez fueron el centro de la noticia, lugares donde la ciudadanía ocupaba las calles hartas de una falsa democracia, de la miseria y la corrupción. Por aquel entonces, aquellas revueltas eran vistas incluso con simpatía desde los medios de comunicación occidentales, las noticias eran interpretadas como una confirmación del oasis democrático que representa Occidente, supuesto modelo al que aspiraban los manifestantes egipcios y tunecinos.

Sin embargo, poco después sería la ciudadanía española la que saldría a la calle como respuesta a las asfixiantes medidas neoliberales que condicionaban su futuro: el mismo tipo de política que había determinado el nacimiento de la llamada Primavera Árabe. En esta ocasión, la maquinaria mediática española tradicional castigaría primero con el silencio y, más tarde, con la descalificación a los ciudadanos que decidieron ejercer su derecho a manifestarse.

Sin banderas, sin partidos, sin sindicatos, sin violencia. Por muy mal uso que se quisiera aplicar al término antisistema, la actitud de las personas que día a día se fue adheriendo al movimiento 15M ha sido ejemplar. Así, desde el principio, la única estrategia posible para los detractores del 15M consistió en desacreditar a las acampadas. La maquinaria de propaganda de los medios se cebó con el aspecto físico de algunos de los acampados -insistiendo en el eterno recurso de despertar prejuicios- o, directamente, difundiendo dudosas historias acerca de suciedad y demás muestras de incivismo. La realidad era otra fácilmente comprobable. Cualquier ciudadano podía acercarse a la plaza de su ciudad y participar en las asambleas que diariamente se han ido realizando. Incluso sin desplazarse a Sol, hay cientos de vídeos de las asambleas colgados en Internet donde cualquiera puede comprobar la heterogeneidad de las personas allí presentes y escuchar sus propuestas. Los problemas de convivencia en las acampadas fueron mínimos a lo largo de toda la geografía español, a pesar de lamentables intentos de reventar los actos por algunos descerebrados o, aún peor, algunos intentos institucionalizados de desestabilizar las acampadas a base de trasladar a las plazas a gente dispuesta a ello. Simplemente, no se podía atacar al movimiento 15M por sus ideas, consensuadas por miles de ciudadanos reunidos en asamblea e interconectados por Internet, con un elemento común: un enorme descontento con la realidad política y económica del país, consecuencia directa del grave déficit democrático que vivimos.

El resto de la población española, incluso quien no ha participado en manifestación alguna o se conforma con creer que la solución a los problemas del país pasan por continuar en el juego del binomio bipartidista, no puede dejar de ser permeable con parte de los mensajes que surgen desde el movimiento 15M. Así, según la última encuesta realizada al respecto[2], el 73% de los encuestados da la razón a los participantes en las movilizaciones, mientras el 63% considera que las protestas han de continuar.

Comparando los resultados de las encuestas de junio y de octubre se comprueba que el apoyo popular al 15-M se mantiene, a pesar de los mencionados intentos de desprestigio que ha sufrido desde los medios de comunicación tradicionales. Esto es síntoma de que los mensajes de estos movimientos ciudadanos van penetrando en la población, lo que se demuestra en la última encuesta donde se recoge que el 81% de los encuestados opina que quien realmente manda en el mundo son los mercados. Al respecto, quien haya asistido a las sucesivas manifestaciones entre el 15 de mayo y el 15 de octubre habrá podido comprobar la evolución en los lemas de las pancartas, las cuales inicialmente se centraban en las responsabilidades de los políticos, mientras ahora señalan principalmente a los banqueros y grandes empresarios como culpables de la crisis.

El impulso definitivo en la opinión pública de los movimientos de indignación en España puede venir a través de las noticias que vayan llegando de movimientos similares en otros países, principalmente los Estados Unidos, y, sobre todo, del devenir económico y social de Grecia y Portugal. La internacionalización del conflicto entre clases va reforzando la credibilidad de los movimientos de indignación, puesto que deja de parecer un asunto de unos pocos para aflorar como la respuesta ciudadana global a un problema que afecta a todos.

La sociedad española, incluso los sectores populares más conservadores, cada vez es más consciente de la degradación democrática que sufre el estado en su conjunto. Es por ello que incluso una mayoría de los votantes del Partido Popular -un 55%- apoya las reivindicaciones del 15M. Presumiblemente, dado el continuo alejamiento de los políticos de los partidos mayoritarios de la realidad de los ciudadanos en aras de satisfacer a los sempiternos mercados, la percepción del mencionado déficit democrático será cada vez más acusado, lo que actuará como elemento aglutinador de una ciudadanía cada vez más descontenta.

Es cuestión de tiempo que, dadas las nulas perspectivas de cambios a mejor para la ciudadanía, las masas se movilicen para mostrar su descontento. Como ya ocurrió en otras épocas, tendrán lugar importantes polarizaciones de opinión en la clase trabajadora. Al igual que tras el crack de 1929, las peores ideologías encontrarán en una población desencantada el lugar idóneo donde plantar las semillas del totalitarismo y el odio. Esta vez, por suerte, una ciudadanía informada, con infinitamente mayor nivel cultural y educativo que entonces, ha tomado la delantera, movilizándose, esgrimiendo argumentos, exigiendo democracia para todos.


lunes, 24 de octubre de 2011

115 propuestas concretas

Acaba de publicarse el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, escrito por los economistas Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón.

El libro, prologado por Noam Chomsky, realiza un repaso de la situación actual de la economía de estado español -y, por extensión de Europa- desde una cuidada perspectiva científica, antítesis del discurso oficial del pensamiento único. Bajo tal enfoque, el texto plantea alternativas reales, perfectamente justificadas, a las soluciones que se llevan aplicando hasta el momento, que sólo sirven para acentuar la cada vez mayor brecha existente entre los ricos y el resto de la población. Como colofón final, el libro plantea un listado de 115 propuestas concretas en diversos ámbitos políticos, económicos y sociales, basadas en criterios racionales, muchas de las cuales responden a los planteamientos surgidos desde los movimientos sociales surgidos en la primavera de 2011.

La distribución del libro no ha sido sencilla, al frenarse su publicación por parte de la editorial que inicialmente llevaría a cabo tal labor sin explicación alguna. Sospechoso resulta un movimiento así justo en este momento preelectoral, que podría ser interpretado por muchos como autocensura de los editores ante el circo político bipartidista que nos espera en la inminente campaña electoral.

Es de vital importancia la divulgación de un texto de tal calibre, que se desmarca del discurso establecido y señala las causas reales de la crisis, sus culpables y las soluciones reales a aquélla, las soluciones que beneficien el empleo y el bienestar social. Es por ello por lo que los autores ofrecen la descarga gratuita del texto en formato electrónico y animan a su difusión.

La información es el arma más importante de la que puede disponer la ciudadanía, la que los grandes poderes más temen, pues los ciudadanos que desarrollan espíritu crítico utilizarán el poderoso recurso del escepticismo contra los discursos alienantes de los grandes medios de comunicación, siempre al servicio de aquellos poderes.

El libro puede ser descargado desde la web de ATTAC.

sábado, 15 de octubre de 2011

La rabia del pueblo se materializó el 15 de octubre

El 15 de octubre ha supuesto un gesto de protesta internacional sin precedentes. La ciudadanía, por vez primera, ha salido a la calle en las principales ciudades del mundo para decir "basta" a los abusos de los grandes poderes financieros. La rabia del pueblo, este sentimiento global de indignación, por fin se hace patente y se dirige contra los verdaderos culpables de esta crisis de civilización que nos toca sufrir.

Llegó el 15 de octubre. Desde Japón hasta los Estados Unidos, en casi mil ciudades de todo el mundo, los ciudadanos hemos comenzado a mostrar nuestro hartazgo hacia una realidad que no nos gusta. Por fin somos conscientes de que la percepción de haber sido traicionados por la llamada clase política dominante no es individual, sino algo que afecta a cada trabajador, ya sea vecino o ciudadano del otro extremo del globo. Hemos aprendido a base de decepciones el verdadero significado del término globalización. En Occidente presumíamos de democracia cuando en realidad son los grandes poderes financieros mundiales quienes dictan las leyes, habiéndose constituido en un gobierno en la sombra, sin rostro pero con largas manos que provocan recortes en nuestra calidad de vida, en nuestros derechos sociales; fomentan guerras, hambre, desempleo; especulan con nuestro pan, con nuestro medio ambiente, con nuestro presente, con nuestro futuro.

¿De verdad pensaban que nos íbamos a quedar en casa? Era cuestión de tiempo que la ciudadanía despertara del narcotizante efecto de unos medios de comunicación al servicio de los mismos poderes que controlan a los gobiernos. Por primera vez en la historia, la ciudadanía global toma conciencia de clase.

Que un mismo día los trabajadores del mundo se pongan de acuerdo para salir a la calle implica esperanza. Porque jamás un grupo tan numeroso de ciudadanos se ha congregado para señalar a los culpables, a ese 1 por cierto cuya avaricia rompe sueños, esperanzas, condena a muchos a la pobreza, al desempleo. Ésta es la rabia del pueblo, la rabia de ver nuestros objetivos obstaculizados, de vivir atados de manos. La rabia, de crecer demasiado rápido cuando los adultos te roban la infancia. La rabia de ver imposible esa paz tan querida. La rabia de ver tantos policías armados en nuestras calles. La rabia de ver este puto mundo autodestruirse y que sean siempre los inocentes los que están en la línea de fuego[1].

Esta rabia del pueblo es positiva, constructiva, pacífica -aunque en muchas ocasiones reciba como respuesta la brutalidad de agentes que aún no son conscientes de que pegan a los de su misma clase-. Una rabia que no terminará el día 15 de octubre, sino que se extenderá por la población, romperá prejuicios, abrirá nuestros ojos. Cada vez más ciudadanos nos daremos cuenta de que nuestra condición de víctimas de ese 1 por ciento es nuestro nexo de unión. Nos han condenado a ser los "de abajo", pues ahora vamos a mirar hacia arriba y les combatiremos con inteligencia, desmontando sus mentiras, denunciando sus excesos, sus manipulaciones.

Mandemos un mensaje a nuestros gobernantes presentes y futuros: es su deber gobernar para los ciudadanos, estar al servicio de los trabajadores y su bienestar. La población ha apagado los televisores y sale a la calle para romper las cadenas que sujetan a la clase política dominante al mandato de los mercados, los grandes poderes financieros. Que no vuelvan a justificarse agresiones al bienestar de los ciudadanos para "tranquilizar a los mercados". Exijamos gobernantes con el valor de demostrar a los "de arriba" que ellos están exclusivamente al servicio de los ciudadanos, quienes les confiamos el voto, a quienes han de servir.


[1] Extraído de la canción "La Rage" de Keny Arkana (2006). Se recomienda leer la letra completa: