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martes, 30 de abril de 2013
Eslovenia, el siguiente en la lista de Merkel
lunes, 29 de abril de 2013
El rotundo éxito de la ministra de Trabajo
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domingo, 28 de abril de 2013
El hombre que quería matar políticos
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sábado, 27 de abril de 2013
Profetas del final de la crisis
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viernes, 26 de abril de 2013
El consumo no puede reducirse a pijos y ricos, señora delegada
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miércoles, 24 de abril de 2013
El golpe de dignidad de Xosé Manuel Beiras
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lunes, 22 de abril de 2013
La Europa del capital proclama que siempre lleva la razón
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domingo, 21 de abril de 2013
Reformas "creíbles", ¿para quién?
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sábado, 20 de abril de 2013
Julián Grimau, 50 años después
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viernes, 19 de abril de 2013
Un juramento por y para el pueblo venezolano
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Diccionario de la Crisis: comunidad internacional
comunidad.
(Del lat. communĭtas, -ātis).~ internacional
1. f. Conjunto de estados sumisos a los intereses geoestratéticos, imperialistas y/o políticos de los EEUU que, en cualquier caso, comparten el objetivo de potenciar la hegemonía del dogma neoliberal, según los dictámenes del gran capital, y su proliferación en el mundo entero; sin descartar, con tal propósito, la justificación de injerencias -o incluso intervenciones militares- en estados soberanos.
jueves, 18 de abril de 2013
El insano arte de dividir a la clase trabajadora
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miércoles, 17 de abril de 2013
25 de abril, festivo en el Congreso
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Diccionario de la Crisis: movilidad exterior
movilidad.
[*] "Báñez dice que trabaja dar oportunidades a los jóvenes en España". Europa Press, 17 de abril de 2013.
(Del lat. corruptĭo, -ōnis).~ exterior
1. f. Emigración de personas en edad laboral -fundamentalmente jóvenes con alta cualificación- a otros países, ante la falta de oportunidades laborales en su país de origen, con el objetivo de encontrar un puesto de trabajo digno. Es verdad que muchos jóvenes, y no tan jóvenes, han salido de España en busca de oportunidades por la crisis; eso se llama movilidad exterior.*
[*] "Báñez dice que trabaja dar oportunidades a los jóvenes en España". Europa Press, 17 de abril de 2013.
martes, 16 de abril de 2013
Las oligarquías venezolanas no aceptan su derrota en las urnas
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lunes, 15 de abril de 2013
Un presidente haciendo cosas de presidente
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¿Puede un conductor de autobús llegar a presidente de una nación? (el pueblo venezolano dice que sí)
Uno de los argumentos contra Nicolás Maduro en la reciente campaña electoral venezolana ha sido su condición de conductor de autobús, como intento de asociar su profesión a una menor capacidad para gestionar la nación venezolana. Detrás de todo esto se encuentra un argumento ad hominem con el que justificar la negativa del gran capital a aceptar un gobernante que defienda los intereses de la clase trabajadora.
Resulta llamativo la insistencia de algunas personas en aferrarse a argumentos elitistas para juzgar la potencialidad de tal o cual dirigente político. Olvidan las cualidades básicas que habría que esperar de cualquier representante público -como la honestidad, la honradez, la fidelidad a unos principios- para centrarse en su profesión o incluso en sus orígenes. Con un claro doble rasero, se prejuzga de modo distinto al millonario que el humilde, como si el origen social fuese una suerte de pedigrí que asegurase una mínima calidad en su gestión política.
El caso de Nicolás Maduro ha sido realmente paradigmático en este sentido. Los opositores dentro y fuera de Venezuela -sobre todo en España- han utilizado la misma cuestión una y otra vez para desacreditar a esta persona como potencial presidente de la República Bolivariana. Todo un ejercicio de falacia ad hominem que se resumiría en la cuestión de si un conductor de autobús puede llegar a presidir una nación.
Tras los resultados de las elecciones en Venezuela, la respuesta es sí. Nicolás Maduro, antiguo chófer de autobús de Caracas, ha recibido el apoyo del pueblo venezolano para llevar las riendas del país durante los próximos años. A pesar de obtener un resultado menor al esperado -debido fundamentalmente al elevado listón dejado por su predecesor en las elecciones de octubre de 2012-, el éxito de Maduro es indiscutible. Gran parte del pueblo venezolano ha sabido abstraerse a la tesitura de elegir entre el conductor de autobús o el empresario de éxito, para comprender que la elección era entre el representante del pueblo o el delegado del neoliberalismo.
En todo caso, resulta difícil aceptar que la calidad de un representante público dependa de su profesión o de su procedencia. ¿Cuántos presidentes con carrera universitaria han ayudado, a lo largo de la historia, a empeorar las condiciones de sus respectivos países? Nada bueno puede decirse, por ejemplo, de la trayectoria del registrador de la propiedad que preside España, que tan siquiera es capaz de dar explicaciones a sus conciudadanos, si no es a través de la pantalla de un televisor.
La calidad de un gobernante se demuestra a priori con un programa electoral claro, sin ambigüedades, y a posteriori con hechos fundamentados en aquel programa. No hay otra. No se le puede exigir erudicción absoluta, sino la capacidad de rodearse de la gente adecuada que le asesore. Por eso, es triste que la prensa española critique a Maduro por su profesión -honorable como la que más-, mientras olvida que en los últimos años hemos tenido una colección de políticos en cargos de responsabilidad que harían saltar los colores en las democracias más avanzadas. Desde presidentes autonómicos salpicados por todo tipo de escándalos a ex-alcaldes de Marbella, pasando por candidatos que dieron con sus huesos en prisión por oscuras cuestiones bancarias. Pero es que, además, ¿es que nadie en España recuerda el historial del padre fundador del partido que ahora mismo gobierna? Se trata del ministro del franquismo que ordenó ejecuciones, el que rapó la cabeza de las esposas de los mineros, el que dijo a boca llena "la calle es mía", llegó a ser presidente de la Xunta de Galicia. Y ojo, que ningún medio se atreviese a recordar durante pasadas campañas electorales, siendo él candidato, su pasado franquista.
El fondo de la cuestión es que quienes firman columnas de opinión en la caverna mediática española no toleran que un trabajador llegue a lo más alto sin renunciar a su clase. Thatcher, hija de tenderos, bien que fue aceptada como primera ministra -¿dónde quedaba el machismo o el clasismo?-, pues había demostrado con creces su sumisión al gran capital británico. Maduro, sin embargo, es de origen humilde y, comprometido a su clase, accede al Gobierno de su patria.
Maduro no fue escogido por Chávez por su profesión de conductor de autobús, sino por la valía que ha demostrado en los cargos que, hasta el momento, ha desempeñado. A pesar de su timidez, de seguro que sabrá ganarse la confianza de aquellos que en su día votaron a Hugo Chávez que, sin embargo, esta vez le negaron su apoyo. Tiene cuatro años para ello.
domingo, 14 de abril de 2013
La necesidad de un proceso constituyente hacia la III República
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sábado, 13 de abril de 2013
La Dama de Hierro, un peón del gran capital
Margaret Thatcher ha sido uno de los personajes públicos más influyentes en la historia del último cuarto del siglo XX. Su dureza contra la clase trabajadora o su actitud hacia la URSS son claves para entender el mundo actual. Sin embargo, no se puede obviar que su papel ha respondido a la lógica del gran capital, siendo la ex-primera ministra británica su fiel lacaya.
La muerte de Margaret Thatcher ha conllevado la esperada sucesión de voces aduladoras empeñadas en colmar de alabanzas su memoria, principalmente de la mano de la prensa conservadora -la gran mayoría, dicho sea de paso- que ha ocupado sus portadas con imágenes de la finada, añadiendo alguna que otra alusión al presunto pésame generalizado entre la población británica[1]. Sin embargo, aquellos idílicos homenajes contrastan con el hecho de que en algunas plazas británicas se congregasen numerosos ciudadanos para celebrar la noticia[2]. Un evento deseado por muchos, como demuestra el hecho que, desde septiembre de 2012, se encontrasen a la venta camisetas en cuyo envoltorio aparece la leyenda "en caso de muerte de Thatcher abrir la bolsa y ponerse la camiseta inmediatamente". En las camisetas aparecen textos del tipo: "Una generación de sindicalistas bailará sobre la tumba de Thatcher" o "¡Ding dong!, la bruja ha muerto"[3].
Es justo afirmar que, contrariamente a la imagen que pretende dar el establishment mediático, hay mucho resentimiento en torno a la persona de la ex-primera ministra británica. Thatcher no fue un personaje querido entre sus conciudadanos. En todo caso, tal como indicaba un reciente titular, fue temida y odiada, pero no querida[4]. En su haber queda su condición de martillo pilón de la clase trabajadora británica, cuya resistencia inicial convirtió en resignación ante unas políticas de privatizaciones y recortes sociales que planteaba como inevitables. "La señora no cambia de opinión", respondió en cierta ocasión cuando le fueron cuestionadas sus medidas[5].
Resulta llamativo que fuese la hija de un tendero -un trabajador al fin y al cabo- quien promoviese las más lesivas políticas contra la clase obrera de la historia reciente británica. Como dejó bien claro durante su mandato, la ex-primera ministra comulgaba con las ideas neoliberales, las cuales aplicó a rajatabla y sin ningún pudor. Thatcher fue una ejecutora pragmática de un credo económico que tomó como suyo, no en vano leyó efusivamente a Friedrich von Hayek y Milton Friedman. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, sería un error entender a Thatcher como una persona aferrada a unos ideales que, exclusivamente por iniciativa propia, decide imponerlos a toda una sociedad. Es necesario ir un paso más allá y comprender el contexto socioeconómico de los años setenta en el Reino Unido.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron muy positivos para la clase trabajadora británica, que disfrutó -como la de otros estados occidentales- de un importante Estado del bienestar. La necesidad de presentar un capitalismo maquillado en lo social como contrapeso propagandístico al socialismo soviético permitió aquel oasis para los trabajadores que, sin embargo, los grandes poderes financieros no estaban dispuestos a tolerar por mucho más tiempo. Fue a comienzos de los años 70 cuando comenzó a gestarse el cambio a peor que desembocaría en la grandísima e interminable crisis que hoy sufrimos[6], a partir de la confluencia de una serie de sucesos acontecidos en aquellos tiempos. En primer lugar se encontraría la crisis del petróleo de 1973, que pondría en duda la viabilidad de los modelos keynesianos vigentes hasta entonces; en segundo, el golpe de Estado en Chile, que permitiría la experimentación de un modelo neoliberal puro bajo la tutela de los pupilos de Friedman, además de demostrar la hegemonía de los EEUU en el continente americano -y la debilidad de su contraparte soviética-; y, por último, la fundación de la Comisión Trilateral.
Para Noam Chomsky, la Comisión Trilateral surge como una réplica del sector social dominante -el gran capital- hacia las crecientes demandas de los movimientos sociales de la época, que exigían mayor protección de los derechos civiles y del medio ambiente. Uno de los objetivos de esta organización era "evitar que auténticas muchedumbres siguieran participando, de forma democrática, en el cuestionamiento de la conducta inmoral de los gobiernos occidentales"[7]. Las élites dominantes no podían soportar una clase trabajadora con capacidad de plantear tan siquiera una remota posibilidad de emancipación, de exigir, de pensar por sí misma. El planteamiento pasaba por apropiarse de la palabra democracia y pervertirla hasta que los ciudadanos la asociaran unívocamente con capitalismo. Bajo este nuevo dogma, lo que se oponga al capitalismo será señalado como no democrático.
Haciendo bueno aquello de que no hay mayor fanático que el converso, el gran capital británico encontró en Margaret Thatcher a su dirigente ideal. Como era de esperar, aquélla cumplió con creces su cometido de debilitar a los sindicatos mientras aplicaba implacablemente sus políticas de privatizaciones y reducción de la protección social. "Creemos en la lucha de clases y venceremos", dijo en alguna ocasión la mandataria británica, llegando a utilizar como instrumento el fervor patriótico despertado a partir de una absurda guerra con Argentina en la que llegaría a plantear incluso el uso del arma atómica sobre Buenos Aires[8].
Su compromiso con el gran capital lo extendió más allá de las fronteras británicas, colaborando en su lucha contra el bloque del Este, llegando a comprometer recursos de los servicios secretos de su país para influir en la elección del último presidente de la Unión Soviética. Esta fanática del neoliberalismo, combatió implacablemente al movimiento separatista de Irlanda del Norte -trasgrediendo numerosas veces la legalidad-, a la vez que aplaudía la represión en Chile a manos de su amigo Pinochet.
El balance de los años de gobierno de Thatcher supuso dolorosas derrotas para la clase trabajadora, reflejadas aquéllas en una creciente pobreza y desigualdad entre sus ciudadanos. Con sus políticas de austeridad dejó a un 22% de la población de Reino Unido por debajo del umbral de pobreza[9]. Aunque, quizás, la peor derrota que supo infringir a la clase trabajadora fue un cambio de mentalidad según la cual la pobreza es poco más que un defecto, culpa de la incompetencia de cada individuo, justificado en un terrible concepto de darwinismo social que aún hoy impera. Así, la solidaridad como valor pasó a un último plano y los hijos de aquellos sindicalistas ya no salen a manifestarse a luchar por sus derechos, ahora suspiran con coches caros -aunque no tengan para pagarlos-, en emular a las estrellas de fútbol y en el espejismo del consumo.
Para muchos británicos Margaret Thatcher fue una bruja, tal como demuestra la anécdota de la que la canción Ding Dong! The Witch is Dead ("¡Ding Dong!, la bruja ha muerto")[9] se haya convertido en una de las más vendidas tras su muerte, sin embargo no podemos olvidar que -manteniendo la metáfora- toda bruja se consagra a espíritus malignos de orden superior. La muerte de esta bruja no supone el fin de los males que ella misma provocase. Thatcher fue responsable de abrir la caja de los truenos que desencadenase un agravamiento en la lucha de clases, pero sus amos -las oligarquías financieras- siguen ahí, observando a una cada vez más debilitada clase obrera que apenas ha comenzado a tomar conciencia de sí misma.
[1] "Los medios británicos, de luto por la muerte de Margaret Thatcher". ABC, 8 de abril de 2013.
[2] ""The lady's not returning": Miles de británicos celebran la muerte de Margaret Thatcher". RT, 8 de abril de 2013.
[3] "Camisetas que anticipan y celebran la muerte de Thatcher causan revuelo en Reino Unido". RT, 11 de septiembre de 2012.
[4] "Thatcher, una primera ministra temida y odiada, pero no querida". Gara, 9 de abril de 2013.
[5] "La auténtica Margaret Thatcher: diez claves sobre la líder tory". El Diario, 8 de abril.
[6] "Entrevista con James Petras: “Thatcher, Reagan, Blair y Clinton prepararon el camino para las grandes crisis y quiebras financieras”". Rebelión, 12 de abril de 2013.
[7] Chomsky, Noam (2001): La (des)educación. Austral, Barcelona, p.7.
[8] "Thatcher 'threatened to nuke Argentina'". The Guardian, 22 de noviembre de 2005.
[9] "Margaret Thatcher, la mujer que esclavizó al movimiento obrero". La Marea, 8 de abril de 2013.
[10] "Thatcher's death prompts chart success for Ding Dong! The Witch Is Dead". The Guardian, 10 de abril de 2013.
Tras la sanidad y la educación, lo próximo a privatizar es la seguridad
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viernes, 12 de abril de 2013
La instrumentalización de Paracuellos fue por sugerencia de los EEUU
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jueves, 11 de abril de 2013
Una primavera "caliente" en las calles españolas
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miércoles, 10 de abril de 2013
Declaraciones de un ex-presidente que jamás fue de izquierdas
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martes, 9 de abril de 2013
José Luis Sampedro, el humanista que nos recordó la importancia del pensamiento crítico
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Gobernar a base de miedo es muy eficaz. Si usted amenaza a la gente diciéndoles que les va a degollar, y luego no les degüella, entonces les puede azotar y explotar. Y la gente dice: "bueno, no es tan grave". El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante. El miedo es, desgraciadamente, más fuerte que el altruismo, que la verdad, más fuerte que el amor. Y el miedo nos lo están dando todos los días en los periódicos y en la televisión.Descanse en paz, señor Sampedro. Gracias por compartir su sabiduría con el pueblo. |
lunes, 8 de abril de 2013
Un ciudadano hecho rey por la gracia de Kissinger
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sábado, 6 de abril de 2013
Los grandes defraudadores lo tienen ahora más fácil
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viernes, 5 de abril de 2013
Diccionario de la Crisis: establecer límites
establecer.
[*] "Ignacio González, partidario de fijar "límites" en los medios, tras las fotos de Feijóo". SER Noticias, 4 de marzo de 2013.
(Del lat. *stabiliscĕre, de stabilīre).~ límites.
1. tr. Coartar la libertad de prensa como medio para evitar que la opinión pública llegue a conocer asuntos comprometedores para altos cargos políticos. Deberíamos establecer un límite porque el daño que eso produce a las personas y a la institución se tendría que cuidar.*
[*] "Ignacio González, partidario de fijar "límites" en los medios, tras las fotos de Feijóo". SER Noticias, 4 de marzo de 2013.
El Tribunal Constitucional portugués declara ilegales algunas de las recomendaciones de la troika
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jueves, 4 de abril de 2013
Los sindicatos británicos plantean una huelga general
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miércoles, 3 de abril de 2013
Si la justicia fuera igual para todos, ¿se habría recurrido la imputación a la Infanta?
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lunes, 1 de abril de 2013
La culpabilización del humilde como excusa para recortar derechos
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