La lucha de clases en la que nos encontramos inmersos afecta a todos los trabajadores, independientemente de su procedencia. Por eso es importante que a las movilizaciones, ya sean manifestaciones o escraches, se unan trabajadores tanto españoles como extranjeros. Además de la fuerza consecuente de tal unión, resulta una magnífica vacuna contra eventuales voceros fascistas que pretendan culpabilizar a quienes vienen de fuera de los graves problemas que vivimos. Da la impresión, según los últimos planes del ministro de Justicia, que esa tendencia de unión en la clase trabajadora quiere ser cortada con una nueva ley que amenaza con retirar la nacionalidad a aquellos naturalizados que se opongan a desahucios o participen en escraches, bajo la excusa de razones de orden público. Sin duda, quieren inmigrantes con miedo, sumisos, ciudadanos de segunda sin derecho a la protesta pacífica y, sobre todo, una clase trabajadora desunida.
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