Bien fuese debido al fervor patriótico o simplemente a la sana curiosidad hispana, miles de madrileños se agolpaban en las principales avenidas de Madrid. El acontecimiento no era para menos, el cetro real cambiaba de dueño y el nuevo monarca se disponía a lucir su flamante estatus entre banderas rojigualdas ondeando al viento e insignias borbónicas decorando muros y postes. Muchos de los presentes daban vítores al rey entrante sugestionados por el ambiente. Otros callaban, sabedores del peligro de mostrar algún tipo de oposición en un momento tan señalado. A pesar del boato que presentaba Madrid para la ocasión, no dejaba de ser la capital de un país dominado por otras potencias, en crisis perpetua, amenazado de desintegración territorial, donde se pasaba hambre y la pobreza era más que una lacra social. De repente, en un gesto de dudosa espontaneidad, cortesanos y aduladores comenzaron a gritar "¡vivan las caenas!".
Doscientos años después, el descendiente de Fernando VII no se desplazaría en una majestuosa carroza tirada por caballos, sino en un lujoso Rolls Royce igualmente pagado por todos los españoles. El lujo para la ocasión se vería sensiblemente deslucido en cuanto a asistencia de público[1], a pesar de la campaña publicitaria orquestada con tal fin y las cien mil banderitas repartidas para la ocasión[2]. Ni siquiera los balcones lucían de rojo y amarillo tras el apeo de la Selección de fútbol del Mundial el día previo. Debe ser que, después de todo, los ciudadanos ya no quieren cadenas y prefieren movilizarse para exigir su desaparición, como demostrase el pasado 22 de marzo.
El borrón y cuenta nueva no existe en la Historia, juez impasible que
pacientemente espera la aparición de testigos adecuados para poner a cada uno en
su sitio. De ahí la feroz lucha por la desmemoria a través de la mitificación, por parte de los sectores más
reaccionarios, de una restauración monárquica que
eufemísticamente denominara transición modélica. Mal vamos si los sistemas de gobierno han de fundamentarse en mitos y no en la voluntad del pueblo. Los españoles vuelven a ser tratados como eternos menores de edad a quienes, en vez de urnas para votar, se les ofrece reportajes en prensa acerca de las bondades de un rey preparado. No obstante, la experiencia nos recuerda lo imprudente de justificar un reinado con un apodo simpático, que ya sabemos que "el Deseado" se acabó convirtiendo en "el Felón" y "el Campechano" en cazador de elefantes.
El derecho a decidir, a hacer valer aquel artículo constitucional que indica que la soberanía reside en el pueblo, vuelve a ser negado porque otros ya decidieron en su lugar. Recordemos, si no, el desfile de personalidades frente al nuevo rey[3], entre las cuales figuraban grandes empresarios y banqueros, parte de esa oligarquía que no conoce la crisis, que cada día es más millonaria[4]. Son ellos quienes evaluaron summa cum laude al anterior reinado, quienes financiaron parte de la publicidad a favor del monarca entrante[5], quienes controlan los grandes medios de comunicación que en las últimas semanas recuperaron el NODO.
En ese Madrid de color de rosa cual cuento de Disney de reyes y princesas no tenía cabida la disidencia, por muchos valores democráticos que ésta reclamase. La democracia, personalizada en quienes pedían hacer valer la voluntad del pueblo, no sería televisada. Cualquier tinte de realidad sería censurado, cualquier disenso, amordazado. Al mismo tiempo que el rey entrante decía que "en una España unida y diversa cabemos todos", ciudadanos con símbolos republicanos eran detenidos[6].
Pero mientras se blinda Madrid con francotiradores y se identifica "preventivamente" a vecinos y trabajadores del centro de la ciudad[7] -para aparentemente protegerse de los propios ciudadanos-, la auténtica jefatura de Estado sigue en manos extranjeras. Y es que, con matices, la historia tiende a repetirse. Lejano queda el regreso de Fernando VII a una España devastada tras la invasión de las tropas francesas; a una parte de las cuales, por cierto, él mismo trajese de vuelta a la Península años después como una banda de mercenarios llamados los Cien Mil Hijos de San Luis. Hoy éstos no portan cañones ni fusilan a disidentes constitucionalistas; en su lugar, visten traje y corbata, sus armas son conceptos macroeconómicos y se les llama hombres de negro.
[1] "Felipe VI no llena la Plaza de Oriente". Público, 19 de junio de 2014.
[2] "El Ayuntamiento reparte 100.000 banderines y Madrid se engalana con banderas". El Diario, 19 de junio de 2014.
[3] "Más de 3.000 personas saludan personalmente a los reyes en el palacio real". La Información, 19 de junio de 2014.
[4] "Multimillonarios españoles incrementaron su riqueza un 40% desde el estallido de la crisis". Librered, 17 de junio de 2014.
[5] "Arturo Fernández presenta preconcurso de acreedores, pero asegura estar “muy contento”". El Plural, 17 de junio de 2014.
[6] "La policía detiene a tres personas por enseñar banderas republicanas". El Diario, 20 de junio de 2014.
[7] "Francotiradores, represión y asaltos a la intimidad en una situación de “total normalidad” para Rajoy". Postdigital, 18 de junio de 2014.