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domingo, 17 de noviembre de 2013
Los trabajadores de la limpieza de Madrid han demostrado la utilidad de la huelga como herramienta de lucha
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Isaac M. Casaubón
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lunes, 11 de noviembre de 2013
La dignidad de los trabajadores de la limpieza en Madrid
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Isaac M. Casaubón
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Madrid
sábado, 13 de abril de 2013
La Dama de Hierro, un peón del gran capital
Margaret Thatcher ha sido uno de los personajes públicos más influyentes en la historia del último cuarto del siglo XX. Su dureza contra la clase trabajadora o su actitud hacia la URSS son claves para entender el mundo actual. Sin embargo, no se puede obviar que su papel ha respondido a la lógica del gran capital, siendo la ex-primera ministra británica su fiel lacaya.
La muerte de Margaret Thatcher ha conllevado la esperada sucesión de voces aduladoras empeñadas en colmar de alabanzas su memoria, principalmente de la mano de la prensa conservadora -la gran mayoría, dicho sea de paso- que ha ocupado sus portadas con imágenes de la finada, añadiendo alguna que otra alusión al presunto pésame generalizado entre la población británica[1]. Sin embargo, aquellos idílicos homenajes contrastan con el hecho de que en algunas plazas británicas se congregasen numerosos ciudadanos para celebrar la noticia[2]. Un evento deseado por muchos, como demuestra el hecho que, desde septiembre de 2012, se encontrasen a la venta camisetas en cuyo envoltorio aparece la leyenda "en caso de muerte de Thatcher abrir la bolsa y ponerse la camiseta inmediatamente". En las camisetas aparecen textos del tipo: "Una generación de sindicalistas bailará sobre la tumba de Thatcher" o "¡Ding dong!, la bruja ha muerto"[3].
Es justo afirmar que, contrariamente a la imagen que pretende dar el establishment mediático, hay mucho resentimiento en torno a la persona de la ex-primera ministra británica. Thatcher no fue un personaje querido entre sus conciudadanos. En todo caso, tal como indicaba un reciente titular, fue temida y odiada, pero no querida[4]. En su haber queda su condición de martillo pilón de la clase trabajadora británica, cuya resistencia inicial convirtió en resignación ante unas políticas de privatizaciones y recortes sociales que planteaba como inevitables. "La señora no cambia de opinión", respondió en cierta ocasión cuando le fueron cuestionadas sus medidas[5].
Resulta llamativo que fuese la hija de un tendero -un trabajador al fin y al cabo- quien promoviese las más lesivas políticas contra la clase obrera de la historia reciente británica. Como dejó bien claro durante su mandato, la ex-primera ministra comulgaba con las ideas neoliberales, las cuales aplicó a rajatabla y sin ningún pudor. Thatcher fue una ejecutora pragmática de un credo económico que tomó como suyo, no en vano leyó efusivamente a Friedrich von Hayek y Milton Friedman. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, sería un error entender a Thatcher como una persona aferrada a unos ideales que, exclusivamente por iniciativa propia, decide imponerlos a toda una sociedad. Es necesario ir un paso más allá y comprender el contexto socioeconómico de los años setenta en el Reino Unido.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron muy positivos para la clase trabajadora británica, que disfrutó -como la de otros estados occidentales- de un importante Estado del bienestar. La necesidad de presentar un capitalismo maquillado en lo social como contrapeso propagandístico al socialismo soviético permitió aquel oasis para los trabajadores que, sin embargo, los grandes poderes financieros no estaban dispuestos a tolerar por mucho más tiempo. Fue a comienzos de los años 70 cuando comenzó a gestarse el cambio a peor que desembocaría en la grandísima e interminable crisis que hoy sufrimos[6], a partir de la confluencia de una serie de sucesos acontecidos en aquellos tiempos. En primer lugar se encontraría la crisis del petróleo de 1973, que pondría en duda la viabilidad de los modelos keynesianos vigentes hasta entonces; en segundo, el golpe de Estado en Chile, que permitiría la experimentación de un modelo neoliberal puro bajo la tutela de los pupilos de Friedman, además de demostrar la hegemonía de los EEUU en el continente americano -y la debilidad de su contraparte soviética-; y, por último, la fundación de la Comisión Trilateral.
Para Noam Chomsky, la Comisión Trilateral surge como una réplica del sector social dominante -el gran capital- hacia las crecientes demandas de los movimientos sociales de la época, que exigían mayor protección de los derechos civiles y del medio ambiente. Uno de los objetivos de esta organización era "evitar que auténticas muchedumbres siguieran participando, de forma democrática, en el cuestionamiento de la conducta inmoral de los gobiernos occidentales"[7]. Las élites dominantes no podían soportar una clase trabajadora con capacidad de plantear tan siquiera una remota posibilidad de emancipación, de exigir, de pensar por sí misma. El planteamiento pasaba por apropiarse de la palabra democracia y pervertirla hasta que los ciudadanos la asociaran unívocamente con capitalismo. Bajo este nuevo dogma, lo que se oponga al capitalismo será señalado como no democrático.
Haciendo bueno aquello de que no hay mayor fanático que el converso, el gran capital británico encontró en Margaret Thatcher a su dirigente ideal. Como era de esperar, aquélla cumplió con creces su cometido de debilitar a los sindicatos mientras aplicaba implacablemente sus políticas de privatizaciones y reducción de la protección social. "Creemos en la lucha de clases y venceremos", dijo en alguna ocasión la mandataria británica, llegando a utilizar como instrumento el fervor patriótico despertado a partir de una absurda guerra con Argentina en la que llegaría a plantear incluso el uso del arma atómica sobre Buenos Aires[8].
Su compromiso con el gran capital lo extendió más allá de las fronteras británicas, colaborando en su lucha contra el bloque del Este, llegando a comprometer recursos de los servicios secretos de su país para influir en la elección del último presidente de la Unión Soviética. Esta fanática del neoliberalismo, combatió implacablemente al movimiento separatista de Irlanda del Norte -trasgrediendo numerosas veces la legalidad-, a la vez que aplaudía la represión en Chile a manos de su amigo Pinochet.
El balance de los años de gobierno de Thatcher supuso dolorosas derrotas para la clase trabajadora, reflejadas aquéllas en una creciente pobreza y desigualdad entre sus ciudadanos. Con sus políticas de austeridad dejó a un 22% de la población de Reino Unido por debajo del umbral de pobreza[9]. Aunque, quizás, la peor derrota que supo infringir a la clase trabajadora fue un cambio de mentalidad según la cual la pobreza es poco más que un defecto, culpa de la incompetencia de cada individuo, justificado en un terrible concepto de darwinismo social que aún hoy impera. Así, la solidaridad como valor pasó a un último plano y los hijos de aquellos sindicalistas ya no salen a manifestarse a luchar por sus derechos, ahora suspiran con coches caros -aunque no tengan para pagarlos-, en emular a las estrellas de fútbol y en el espejismo del consumo.
Para muchos británicos Margaret Thatcher fue una bruja, tal como demuestra la anécdota de la que la canción Ding Dong! The Witch is Dead ("¡Ding Dong!, la bruja ha muerto")[9] se haya convertido en una de las más vendidas tras su muerte, sin embargo no podemos olvidar que -manteniendo la metáfora- toda bruja se consagra a espíritus malignos de orden superior. La muerte de esta bruja no supone el fin de los males que ella misma provocase. Thatcher fue responsable de abrir la caja de los truenos que desencadenase un agravamiento en la lucha de clases, pero sus amos -las oligarquías financieras- siguen ahí, observando a una cada vez más debilitada clase obrera que apenas ha comenzado a tomar conciencia de sí misma.
[1] "Los medios británicos, de luto por la muerte de Margaret Thatcher". ABC, 8 de abril de 2013.
[2] ""The lady's not returning": Miles de británicos celebran la muerte de Margaret Thatcher". RT, 8 de abril de 2013.
[3] "Camisetas que anticipan y celebran la muerte de Thatcher causan revuelo en Reino Unido". RT, 11 de septiembre de 2012.
[4] "Thatcher, una primera ministra temida y odiada, pero no querida". Gara, 9 de abril de 2013.
[5] "La auténtica Margaret Thatcher: diez claves sobre la líder tory". El Diario, 8 de abril.
[6] "Entrevista con James Petras: “Thatcher, Reagan, Blair y Clinton prepararon el camino para las grandes crisis y quiebras financieras”". Rebelión, 12 de abril de 2013.
[7] Chomsky, Noam (2001): La (des)educación. Austral, Barcelona, p.7.
[8] "Thatcher 'threatened to nuke Argentina'". The Guardian, 22 de noviembre de 2005.
[9] "Margaret Thatcher, la mujer que esclavizó al movimiento obrero". La Marea, 8 de abril de 2013.
[10] "Thatcher's death prompts chart success for Ding Dong! The Witch Is Dead". The Guardian, 10 de abril de 2013.
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Reino Unido
sábado, 1 de septiembre de 2012
Cuando a quienes protestan se les acusa de privilegiados
Cada vez es más habitual que los colectivos de asalariados que realizan algún tipo de reivindicación sean señalados, ante la opinión pública, como "privilegiados". Esta práctica, por parte de algunos políticos y medios de comunicación, fomenta la insolidaridad y desunión entre los trabajadores.
¿Qué tienen en común los bomberos de Madrid con los basureros de Cádiz?, ¿y los funcionarios con los mineros del carbón? Además de su natural condición de asalariados, estos trabajadores han protagonizado en los últimos tiempos protestas con objeto de mejorar sus condiciones laborales y, como respuesta, se han encontrado ante campañas de desprestigio contra sus respectivos colectivos, en las que sus reivindicaciones son mostradas ante la sociedad como actos insolidarios y egoístas. Estos cuatro casos, con sus evidentes particularidades, son ejemplos de la peligrosa tendencia a culpabilizar ante la sociedad a aquéllos que se atreven a exigir algún tipo de mejora.
Definitivamente, la legitimidad de cualquier reivindicación laboral queda en entredicho ante la opinión pública desde el momento en que los medios comienzan a hacer eco de los privilegios de quienes protestan. En este contexto no es de extrañar que la alcaldesa de Madrid afirmase que "las condiciones de trabajo de los bomberos las querrían tener muchos otros trabajadores y que si estos ciudadanos las conocieran en profundidad a lo mejor los bomberos no tenían tanto apoyo"[1]. Se trata de una versión adaptada a los tiempos modernos del "divide y vencerás" donde se intenta imponer la lógica de ¿cómo va a apoyar una familia que apenas llega a final de mes a un grupo de individuos que les son presentados como privilegiados? Ojalá los ciudadanos aplicasen ese mismo criterio con aquellos políticos que abusan de privilegios y les retirasen su apoyo. Resulta paradójico que una edil con un sueldo que supera los cien mil euros anuales[2] se atreva a señalar los "privilegios" de un determinado colectivo de trabajadores.
El argumento de los privilegios viene utilizándose desde hace mucho tiempo con tal eficiencia que, en muchos casos, ha penetrado en el sentido común popular. Anteriores "privilegiados" han sido los funcionarios. Por eso, los brutales recortes que vienen sufriendo han tenido una repercusión en la sociedad mucho menor de lo que sería lógico. El cliché de vagos, ineficientes y otras lindezas, han sido aceptados por una parte de la sociedad de manera acrítica, sin pensar que buenos y malos profesionales los hay en cualquier lugar. Esa triste apelación a la envidia de cada ciudadano sólo ha servido para empeorar las condiciones de un importante colectivo de trabajadores que, aún hoy en día, se sigue viendo como un grupo aparte. Pero es que, además, ¿acaso no es cierto que la aspiración de cualquier asalariado tendría que ser la mejora de sus condiciones en vez del empeoramiento de las de los demás?
Por eso, en una de las ciudades españolas más castigadas por el paro, es incomprensible que la sociedad diese la espalda al colectivo de basureros cuando éste se puso en huelga para reivindicar el cumplimiento de unas condiciones previamente pactadas[3]. Es razonable que si un grupo de asalariados tiene pactada una subida -en este caso de un 4,4%- y, aún así, se le ofrece una cantidad mucho menor -un 0,5%-, éste realice protestas e, incluso, convoque huelgas como medio de presión. El consistorio de la capital gaditana hizo uso de la mencionada táctica de acusar de privilegiados a quienes protestan. El despliegue de contrainformación, en este caso, pasó de las típicas declaraciones a los medios a la publicación en prensa de publicidad indicando los sueldos de los basureros de Cádiz[4]. El resultado fue la desconvocatoria de la huelga por los propios trabajadores ante la presión social que se originó en su contra[5], llegando a darse el caso de un basurero agredido físicamente por un exaltado[6].
El conflicto de la minería del carbón también ha sido salpicado por la lista de privilegios que disfrutan aquellos trabajadores. Pocos medios se han dignando en subrayar que poco privilegio hay en el hecho de trabajar en una industria con fecha de caducidad, cuyo futuro a medio plazo es su desaparición en beneficio del carbón importado. Independientemente de la rentabilidad de la extracción del carbón español, hay firmadas unas ayudas al sector hasta 2018 que, por simple coherencia, tendrían que ser cumplidas. La discusión no tendría que ser la rentabilidad de esas minas o los presuntos coches de lujo aparcados junto a las minas, sino el drama al que se enfrentan comarcas enteras en el caso de que las ayudas cesasen antes de tiempo.
En estos momentos de crisis profunda, con tal cantidad de desempleo, parece ser que tener un trabajo es cosa de privilegiados, independientemente de las condiciones. El derecho a tener aspiraciones colectivas se ha convertido en tabú, pues implica una unión entre los trabajadores que para nada conviene a la patronal, hecho que se refleja en la reforma laboral de febrero de 2012, que limita seriamente la cobertura de los convenios colectivos. Con la débil excusa de privilegios -tales como un sueldo digno-, la consigna por parte de muchos políticos, convertidos en capataces de los grandes empresarios, es la división de los trabajadores, su enfrentamiento, evitar cualquier atisbo de solidaridad.
[1] "Los bomberos abuchean a Ana Botella en la inauguración de las fiestas de La Paloma". 20 Minutos, 15 de agosto de 2012.
[2] "El gobierno central fijara el sueldo de Ana Botella y de sus concejales". Cadena SER, 5 de julio de 2012.
[3] "Huelga limpieza Cádiz continuará tras rechazar la empresa nueva propuesta". Ideal, 25 de julio de 2012.
[4] Imagen disponible en Twitter.
[5] "Desconvocada la huelga de basuras por temor a las amenazas de los vecinos". ABC, 29 de julio de 2012.
[6] "Agredido un trabajador en el conflicto de la basura en Cádiz". ABC, 27 de julio de 2012.
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jueves, 22 de marzo de 2012
Diccionario de la Crisis: huelga
huelga.
(De holgar)
(De holgar)
1. f. Derecho fundamental recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución Española de 1978 al que sistemáticamente, con objeto de debilitar a la clase trabajadora, se oponen los grandes poderes mediante presiones a los gobernantes para que acepten limitar o eliminar este derecho.
2. f. Cese temporal del trabajo por parte del asalariado como medio último de presión para conseguir unos objetivos laborales concretos.~ de estudiantes.
1. f. Derecho de los estudiantes a manifestar colectivamente sus reivindicaciones, habitualmente relacionadas con su malestar por la destrucción y degradación de la enseñanza pública.~ general.
1. f. Cese temporal de la actividad productiva en un estado, por parte de asalariados y consumidores de todos los sectores, como protesta ante leyes regresivas hacia los derechos de los ciudadanos, como puede ser una reforma laboral que abunda en la desprotección del trabajador.
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