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El hecho de que, según la poca información que tenemos, haya multitud de motivos para criticar a Corea del Norte no justifica que se silencien los excesos producidos en Corea del Sur. Y es que el vecino del Sur no es ningún paraíso de las libertades. Aunque allí se puedan operar las mujeres para tener sonrisa eterna, la libertad política no se encuentra al alcance de todos los surcoreanos. El último ejemplo es la prohibición por parte del Tribunal Constitucional de Corea del Sur del opositor Partido Progresista Unido, de ideología cercana a las tesis de Corea del Norte. No es cuestión de que nos tenga que gustar una Corea porque la otra tenga políticas reprochables, sino, en última instancia, del respeto real a los derechos y libertades de sus respectivos pueblos.
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