martes, 20 de noviembre de 2012

Un artículo más sobre el añito que nos lleva dando Rajoy

El año después de las elecciones generales de 2011 muestra cifras terribles que cuantifican la desastrosa situación de España. Las políticas de austeridad sólo sirven para ahondar en la frustración de la población que cada vez se ve más reflejada en la actual Grecia.

El anuncio de la fecha de las últimas elecciones generales, allá por julio de 2011, supuso un mal presagio. Veinte de noviembre, el día en el que los nostálgicos del antiguo régimen peregrinan al Valle de los Caídos a dar un nuevo último adiós a su referente ideológico. Es fácil imaginar como, entre lágrimas y cánticos, muchos de los asistentes a aquel acto se frotaban las manos con tan sólo pensar en los resultados de las elecciones.

El desenlace, hace ahora un año, es bien conocido. Los deméritos de Rodríguez Zapatero permitieron que Rajoy pasase a la historia como el candidato a presidente que supo aglutinar el voto de la facción más rancia de España con el de millones de ciudadanos bienintencionados que, de buena fe, pensaban que los problemas del país se arreglaban con un simple cambio de Gobierno.

Sin embargo, una vez alcanzado el ansiado sillón en La Moncloa las ilusiones se desvanecieron para la mayoría de sus votantes. Desde entonces, Rajoy ha demostrado ser un presidente débil, más interesado en las sucesivas elecciones autonómicas acontecidas a lo largo del año que en su labor de gobernar. Ni da explicaciones de lo que piensa hacer, ni sus acciones son coherentes respecto a las expectativas que levanta. Así, la sensación que tiene una parte de la ciudadanía es que su labor se reduce a señalar las fechas en las que se cumplirán los deseos de la Europa del gran capital, al que eufemísticamente se referiría en alguna ocasión como "la realidad"[1]. Siguiendo el aleccionamiento de Merkel, el presidente ha asumido el término austeridad en su acepción más perversa para dedicarse en cuerpo y alma a recortar. El destino reservado a España parece ser el de un Estado satélite de la Europa rica, cuyos ciudadanos, también de segunda, se dedicarán básicamente a producir bienes a bajo precio y servicios de turismo y hostelería para los visitantes adinerados.

Un año después las cosas pintan mucho peor que el día de las elecciones. No sólo se trata de los desastrosos datos económicos que nos deja tras este primer año, ni siquiera de las infames cifras de desempleo, de por sí ya alarmantes. El problema es que Mariano Rajoy está tomando medidas similares a las que condujeron a Grecia a la ruina social en la que ahora se encuentra inmersa.

Así, la destrucción de pilares básicos del incipiente bienestar del que disfrutábamos los españoles es ya una realidad. La educación y la sanidad públicas están heridas de muerte desde el momento en el que se decidió que parte de sus presupuestos era más útil si era destinado a sanear a la banca[2]. En cierto modo, algo de esperar de un partido cuyos gerifaltes habitan en torres de marfil que el resto de la ciudadanía. Al igual que los grandes empresarios y los banqueros, aquéllos no envían a sus hijos a la escuela pública ni hacen uso de la sanidad pública.

Llegados a este punto es justo admitir que el problema no es exclusivamente Rajoy ni el Partido Popular. La cuestión es más profunda que unas siglas, llegando hasta el propio modelo de Estado. Simplemente, la soberanía no está en manos del pueblo sino de una poderosa oligarquía que hace y deshace a su antojo a través de sumisos capataces que firman leyes.

Sin embargo, no se puede olvidar que la misma insensibilidad que Rajoy ha manifestado hacia sus votantes al incumplir la mayor parte de sus promesas electorales[3], la ha mostrado hacia los asalariados castigándolos con la peor reforma laboral imaginable, por lo que la reacción de la clase obrera no se ha hecho esperar. Por ello Rajoy es el primer presidente en recibir dos huelgas generales en un año. Todo un récord. A todo esto, la reacción del ejecutivo de Rajoy ha sido criminalizar la protesta. La dureza con la que se reprimen las movilizaciones ciudadanas quedó patente durante la pasada jornada de huelga general, cuando se repitieron sucesos de ciudadanos pacíficos gravemente heridos[4][5][6]. No podemos olvidar de donde salieron las órdenes de actuar con contundencia. Mientras tanto, el código penal ha sido endurecido de modo que quieres rompan mobiliario urbano no salgan de rositas. Por el momento, en el Ministerio de Justicia parecen haberse olvidado de endurecer las penas para quienes cometan delitos de índole económico y fiscal.

En definitiva, el camino recorrido durante este "año mariano" de seguro está despertando los más húmedos sueños de los elementos más reaccionarios de la sociedad española. Un Gobierno "como Dios manda" que seguirá provocando huelgas, movilizaciones y altercados en las calles. Mientras tanto, la frustración provocada entre muchos votantes del Partido Popular resentidos con el constante incumplimiento de sus promesas electorales, podría ser canalizada por alguna advenediza agrupación política que tome el papel de los fascistas griegos de Amanecer Dorado. Pésimo futuro nos espera si esto llegase a ocurrir.


[1] "Rajoy admite que sus promesas estaban fuera de la realidad". Público, 2 de septiembre de 2012.
[2] http://politica.elpais.com/politica/2012/04/09/actualidad/1333985643_619652.html
[3] http://maspublico.com/2012/11/20/un-ano-del-gobierno-de-rajoy-en-ocho-promesas-incumplidas/
[4] http://www.20minutos.es/noticia/1648327/0/barcelona-hospital-sant-pau/manifestacion-huelga-general-14N/mujer-herida-ojo/
[5] http://tribunadeljurista.foroes.net/t3257-video-que-desenmascara-las-mentiras-de-la-policia-murciana-fueron-ellos-quienes-desfiguraron-la-cara-a-este-ciudadano
[6] http://www.huffingtonpost.es/2012/11/14/un-menor-de-13-anos-herid_n_2129821.html?utm_hp_ref=spain

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