Ellos se autodenominan pro-vida a la hora de rechazar el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo. Sin embargo, a la hora de defender la vida de los ya nacidos, parecen olvidarse de esos principios pro-vida. Vivimos en un país en el que cada vez más personas mayores dejan de tomar sus medicamentos porque el dinero que ahora les cobran por aquéllos lo necesitan para sostener a hijos y nietos; donde la sanidad que funciona se privatiza, para que ganen unos pocos, y ésta deja de funcionar; donde consultorios y hospitales a una fracción de su capacidad cuando no son directamente cerrados. Para colmo, en la España del siglo XXI se niega a los enfermos de una enfermedad tan mortal como la Hepatitis C un medicamento que aseguraría su curación en un 90% de los casos. El motivo, el alto precio de este medicamento. Mientras la avaricia de las multinacionales farmacéuticas y las ansias de recortes del Gobierno no llegan a un acuerdo, los paganos son siempre los mismos: los más débiles.
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