Imaginemos por un momento que en la ciudad polaca de Cracovia se realizase un acto de homenaje a los contingentes nazis que administraron el cercano campo de exterminio de Auschwitz. Todos nos echaríamos las manos a la cabeza. Un símbolo del fascismo, de la barbarie, de la vergüenza de todo un continente celebrada en pleno siglo XXI. Simplemente parece un sinsentido, ¿verdad? Pues en España, ésta que ya durante el franquismo tardío pretendía presumir de ser diferente, la que ahora se empeña en ser marca cuando, a lo sumo, lo que consigue es que ondeen banderas en partidos de la selección de fútbol, ocurren sinsentidos de aquella naturaleza. Así, mientras en el resto de Europa el fascismo se sigue percibiendo como algo horrible, en España con toda naturalidad se permiten homenajes a los nazis, cómplices de Franco, que bombardearon la ciudad de Guernika.
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