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domingo, 4 de diciembre de 2011

Un cortafuegos contra las tendencias populistas

Un reciente artículo de Alberto Garzón explica con mucho acierto el importante rol involuntariamente asumido por el movimiento 15M como cortafuegos de tendencias populistas similares a las que surgieron durante anteriores crisis. Este artículo profundiza en los argumentos esgrimidos por el autor a partir del análisis de lo acontecido en épocas pasadas.

Con el estallido de la crisis en 2008 los medios de comunicación nos enseñaron que los términos “crisis” y “oportunidad” comparten ideogramas en el idioma chino. Muchos analistas y expertos de plató aprovecharon aquella casualidad lingüística para difundir la moraleja de que la crisis encontraría su final una vez que aprendiésemos a identificar y aprovechar las oportunidades que se nos presentasen. A fecha de hoy, visto el desolador panorama que se cierne sobre los ciudadanos, podemos afirmar que las supuestas oportunidades asociadas a esta crisis han sido exclusivamente para el uso y beneficio de los grandes poderes empresariales y financieros, que han instrumentalizado la situación para proceder a la desarticulación del estado del bienestar en todo Occidente, comenzando por los países periféricos donde aquél ha estado implantado con menos fuerza.

Resulta, cuando menos, de mal gusto seguir oyendo hablar de oportunidades habida cuenta de la cantidad de damnificados -mayoritariamente familias condenadas a vivir bajo el umbral de pobreza- que lleva cobrados esta crisis, identificada por muchos como la peor de la historia moderna. Y es que no se trata de un fenómeno que afecte exclusivamente al mundo económico y financiero, como los medios tanto insisten en remarcar, sino que nos enfrentamos a una profunda crisis de civilización cuya salida, a la vista del camino que se está tomando, se vislumbra lejana en el tiempo. A la ciudadanía se le ha presentado esta crisis como un evento incontrolable, poco menos que una catástrofe natural cuya solución pasa por aceptar una serie de sacrificios que implican la renuncia a la mayor parte de derechos y conquistas sociales adquiridos durante el último siglo y medio.

Así, los ciudadanos se enfrentan desarmados a una contrarrevolución orquestada desde los grandes poderes. Ante el estado de shock que ha ido presentando la sociedad ante la crisis, el capitalismo no necesita ya del toque edulcorado del estado del bienestar como elemento de control de posibles descontentos. El neoliberalismo exige el cumplimiento de su dogma a rajatabla, donde la protección social -educación y sanidad universales, sistema público de pensiones, seguro público de desempleo, etc.- simplemente le resulta molesta. Con la excusa de sortear la actual crisis, la ciudadanía asiste taciturna al sacrificio de derechos que pensaba inamovibles. El altar de los mercados lo exige, y muchos ciudadanos lo aceptan con resignación, incluso algunos lo aplauden en esta huida hacia delante que condena a futuras generaciones de gente corriente a vivir peor que quienes les precedieron.

Es cuestión de tiempo de que la frustración provocada por la situación actual se extienda a una parte mayoritaria de la población. Tal como indiqué en un artículo anterior, la falta de perspectivas reales conllevará importantes polarizaciones de opinión en la clase trabajadora. Al igual que después del crack de 1929, las peores ideologías encontrarán en una población desencantada el lugar idóneo donde plantar las semillas del totalitarismo y el odio. En aquella ocasión, movimientos políticos de corte populista  aprovecharon oportunamente el descontento generalizado de la población para alcanzar el poder en algunos estados europeos. Esta vez, por suerte, una ciudadanía informada, con infinitamente mayor nivel cultural y educativo que entonces, ha tomado la delantera, movilizándose, esgrimiendo argumentos, exigiendo democracia en su sentido real.

Al respecto, Alberto Garzón identifica al movimiento 15M como un cortafuegos ante las amenazas de un resurgir populista[1]. Efectivamente, el populismo se basa en la alienación de la ciudadanía, en su conversión en una simple masa pasiva fácilmente manipulable. Como resulta evidente, esto entra en contraposición con el espíritu que, hasta ahora, ha ido demostrado el movimiento 15M donde ha primado la inteligencia colectiva. Este movimiento ha canalizado con bastante eficiencia la frustración de parte de la población, movilizándola masivamente -algo realmente resaltable habida cuenta de la tradicional pasividad de la población española- en las diferentes convocatorias que han habido hasta ahora. Puede incluso considerarse un pequeño éxito el hecho de que se haya evolucionado en la identificación de los culpables de la crisis, cosa que se ha notado en las pancartas de las manifestaciones, las cuales inicialmente se centraban en las responsabilidades de los políticos, mientras ahora señalan principalmente a los banqueros y grandes empresarios.

Garzón cita a Slavoj Žižek, para quien “el populismo, en última instancia, siempre está sostenido por la frustrada exasperación de la gente común, por el grito de ‘yo no sé lo que pasa, ¡pero ya he tenido bastante! ¡No puedo más, esto debe parar!‘”. La oferta de “sumarse al cambio” del PP en las pasadas elecciones se nutría, en buena parte, del sentimiento expresado por Žižek. Muchos votantes tradicionalmente socialistas hicieron de tripas corazón para dar su voto a un partido cuyo único significado para ellos era el fin del gobierno de Zapatero, haciendo bueno el “¡esto debe parar!”. La decepción ante un gobierno que había traicionado su “no os fallaré” de 2004, el mismo que había desvelado finalmente su faceta más servil al Banco Central Europeo, podía más que la natural desconfianza hacia quien no explica nada de sus futuros planes de gobierno.

Ahora bien, Rajoy no nos va a sacar de esta crisis. No se trata de simple desconfianza hacia su persona, ni siquiera de duda ante sus no desveladas intenciones. La salida de esta crisis implica necesariamente la ruptura con el neoliberalismo -precisamente la doctrina económica abrazada por el PP-, la valentía de establecer políticas a nivel estatal y europeo incompatibles con las medidas de austeridad exigidas desde la troika comunitaria[2]. Es previsible que la decepción de la ciudadanía no haga más que crecer en los próximos años. Al respecto, Karl Polanyi afirmaba que “la desregulación agresiva y los avances ultraliberales son la antesala del fascismo, ya que éste último nace como intento social de protegerse ante los excesos de extender el libre-mercado”.

El viraje hacia tesis aún más populistas, algunas rallando el fascismo, por parte de algunos partidos del panorama político español tendrá lugar en función de que el dramatismo de la crisis se haga más patente. Se buscarán culpables, blancos fáciles a quienes se satinizarán y señalarán como elementos non-gratos de la sociedad, enemigos declarados de la masa pasiva, por fin agarrada al clavo ardiendo de la intolerancia y el extremismo.

Merece la pena echar un vistazo atrás en el tiempo, a la Alemania de después del crack de 1929, cuando el desempleo se había triplicado en pocos meses, alcanzando la cifra de 3 millones de parados, que llegaría a los 6 millones dos años después[3]. En aquel entonces, las políticas del gobierno de turno fueron dirigidas para asegurar los beneficios del tejido empresarial. La excusa, la misma que ahora: crear empleo. Sin embargo, mientras el paro no descendía, las medidas tomadas chocaban con la oposición de los movimientos obreros, al ser directamente lesivas con los intereses de la clase trabajadora. Los sindicatos obreros representaban, por tanto, un obstáculo para los grandes poderes. En 1932, Adolf Hitler se reunió con los grandes banqueros y empresarios alemanes para mostrarles un programa acorde a sus deseos: eliminar a los sindicatos obreros, acabar con los subsidios de desempleo, con la seguridad social y, en general, con los derechos de los trabajadores.

De vuelta a los momentos actuales, es de esperar la próxima proliferación de movilizaciones y huelgas generales. Los medios de comunicación tradicionales, al servicio de los grandes poderes, no tardarán en satanizar a los principales organizadores de aquéllas, los sindicatos obreros. Si con el argumento de que las huelgas afectan negativamente a la economía ya se ha dado el caso de políticos que han pedido la limitación o supresión del derecho a huelga[4], es cuestión de tiempo de que los sectores más populistas aprovechen el descrédito actual de los sindicatos para exigir su desaparición.

La ciudadanía tendrá, más bien pronto que tarde, que elegir entre el ejercicio de la inteligencia colectiva o su conversión a masa homogénea no pensante. El movimiento 15M mantendrá su papel de cortafuegos del populismo en tanto siga la senda de identificar y señalar a los culpables reales de la crisis, a los grandes poderes financieros y empresariales, que tanto se benefician de la situación creada. No obstante, Alberto Garzón advierte del peligro del discurso que parte del 15M mantiene acerca de los políticos. El “no nos representan” implica la canalización de la frustración de la ciudadanía hacia la clase política en general, no hacia las causas reales, lo que exonera a los grandes poderes económicos de su responsabilidad real ante la opinión pública. Como indica Julio Anguita, "el lenguaje propio del fascismo" es "coger a toda la política y a todos los políticos sin excepción como responsables"[5].

Ahora más que nunca es necesario luchar para asentar una base que canalice las naturales frustraciones de la ciudadanía hacia un cambio de sistema económico alejado del neoliberalismo que tan dañino está siendo para las clases populares.


Notas:
[1] Alberto Garzón, “El movimiento 15M como cortafuegos”, 30/11/2011.
[2] Políticas alternativas se presentaron en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, comentado en este mismo blog.
[3] Se recomienda el artículo "Historia: ¿Cómo llegó Hitler al poder?", agosto 2009.
[4] "El PP estudia limitar el derecho de huelga". Deia, 31/10/2011.
[5] "Anguita apoya por su 'dignidad extraordinaria' la decisión de IU Extremadura para la gobernabilidad regional". Europa Press, 18/11/2011.

1 comentario:

  1. Llevo poco tiempo sumergido en el mundo de los blogs, pero he de admitir que algunos, pocos, merecen la pena. Por el rigor expositivo, por la precisión en el léxico, por la temática y la profundidad en el análisis, éste merece la pena. Felicidades.

    Pásate por http://elasombradomiron.blogspot.com, parece un blog hermano, de la misma edad y con intenciones muy similares.

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