A más amenazados se sienten los poderes fácticos, con más intensidad se aplicarán sus sirvientes para defenderlos. Es la historia de siempre reeditada en una época convulsa donde un régimen en crisis se resiste a dar paso a alternativas transformadoras. Así, los clientes de aquellos poderes, ya sean los de toda la vida o quienes transitoriamente se benefician de alguna migaja, velarán armas con tal de defender el estatus de sus amos.
A dos días de las elecciones acabo de recibir varias imágenes muy representativas del juego sucio que se está llevando a cabo durante esta campaña. En concreto, éstas hacen referencia a la provincia de Cádiz, donde han aparecido carteles sin firmar con afirmaciones que pretenden empañar la imagen del principal polo electoral que ven como competencia: Por Cádiz Sí Se Puede y Ganemos Jerez.
Hemos oído a candidatos de otros partidos retomar durante la campaña los recurrentes eslóganes de siempre, básicamente consistentes en utilizar en una misma frase ETA y/o Venezuela y realizar tantas permutaciones como permita el idioma. En todo caso, lo decían personas públicas, perfectamente conocidas e identificadas, gente que es de imaginar que tendría que tragarse su sentido del ridículo -si aún le queda- para decir tales despropósitos carentes de argumentos.
Posiblemente espoleados motu proprio por la actitud de aquellos gurús electorales, tanto en Jerez como en Cádiz, hay quien puso impresoras a funcionar para poblar de ridículos carteles los parabrisas de los coches aparcados en las calles y las farolas y muros de esas ciudades.
Así, en Jerez nos advierten del Apocalipsis cofrade con un contundente "Con Ganemos Jerez la sentencia está tomada: la Semana Santa se acaba". No importa que los líderes de Podemos hayan clarificado ese asunto mil veces[1], o que incluso algún candidato se haya declarado seguidor de la Semana Santa[2], que la idea de los autores del cartel es atacar a la sensibilidad religiosa de los posibles votantes de Ganemos Jerez. Juego sucio, sin duda.
Sin embargo, no deja de ser paradójico que los mismos que intentan asustar por el hipotético final de la Semana Santa no pregunten a aquellos líderes del bipartidismo que visten peineta y mantilla[3] y pasean en procesiones[4] por la actual situación de muchísimas familias, sumidas en el paro, la miseria y la precariedad. Creo que todos estaremos de acuerdo en que aquello de dar de comer al hambriento es aún más cristiano que la devoción nazarena.
Posiblemente espoleados motu proprio por la actitud de aquellos gurús electorales, tanto en Jerez como en Cádiz, hay quien puso impresoras a funcionar para poblar de ridículos carteles los parabrisas de los coches aparcados en las calles y las farolas y muros de esas ciudades.
Así, en Jerez nos advierten del Apocalipsis cofrade con un contundente "Con Ganemos Jerez la sentencia está tomada: la Semana Santa se acaba". No importa que los líderes de Podemos hayan clarificado ese asunto mil veces[1], o que incluso algún candidato se haya declarado seguidor de la Semana Santa[2], que la idea de los autores del cartel es atacar a la sensibilidad religiosa de los posibles votantes de Ganemos Jerez. Juego sucio, sin duda.
Sin embargo, no deja de ser paradójico que los mismos que intentan asustar por el hipotético final de la Semana Santa no pregunten a aquellos líderes del bipartidismo que visten peineta y mantilla[3] y pasean en procesiones[4] por la actual situación de muchísimas familias, sumidas en el paro, la miseria y la precariedad. Creo que todos estaremos de acuerdo en que aquello de dar de comer al hambriento es aún más cristiano que la devoción nazarena.
Continuando con la ronda de carteles que pretenden tomar el pelo a gaditanos y jerezanos, nos encontramos con otro que afirma que "su propuesta [, la de una candidata de Por Cádiz Sí Se Puede,] para el servicio de autobuses hará que el billete suba hasta 1,80 euros". Así, a palo seco, sin datos que lo confirmen, nada. Queda claro que si el bipartidismo no necesita -ni cumple- programa electoral[5], tampoco va a leerse el de los demás, donde el partido aludido indica claramente su disposición a "promover el uso mayoritario del transporte público urbano e interurbano".
Para el final dejamos el cartel que demuestra la nula cultura política de sus autores, quienes mezclan conceptos como el anarquismo con los de comunismo, leninismo y trostkismo. Se ve que se quedaron sin espacio porque no pusieron lo de bolivarianos, tan de moda en la jet-set del bipartidismo y derivados.
En definitiva, nos encontramos ante una reedición con impresoras a color de los clásicos asustaviejas donde, en esta ocasión, lo que pretenden robar es el voto mediante el miedo y la difamación. Un reflejo del miedo propio de una casta que, tras años de indiscutible hegemonía, ve peligrar sus privilegios y, quienes les sirven, temen por las redes clientelares que los sostienen. Las reglas del fair-play en la política, de la elegancia, pasan a un plano inferior cuando para algunos hay tanto en juego. Tienen miedo de lo que Julian Assange define como "el primer partido político del siglo XXI"[6] pero, sobre todo, del ciudadano rebelde que viene a desafiar a quienes se apropian del Estado para gobernar de espaldas al pueblo.
No queda otra que combatir con democracia esos comportamientos cobardes y cicateros de esos apéndices del actual régimen, los mismos que mañana podrían enarbolar banderas con simbología tipo Amanecer Dorado. El presente y, sobre todo, el futuro de cualquier movimiento político de signo transformador pasa por ese continuo ejercicio de didáctica democrática para que cualquier afirmación sin fundamentos, por tanto basura, sea automáticamente rechazada por la sociedad.
Para el final dejamos el cartel que demuestra la nula cultura política de sus autores, quienes mezclan conceptos como el anarquismo con los de comunismo, leninismo y trostkismo. Se ve que se quedaron sin espacio porque no pusieron lo de bolivarianos, tan de moda en la jet-set del bipartidismo y derivados.
En definitiva, nos encontramos ante una reedición con impresoras a color de los clásicos asustaviejas donde, en esta ocasión, lo que pretenden robar es el voto mediante el miedo y la difamación. Un reflejo del miedo propio de una casta que, tras años de indiscutible hegemonía, ve peligrar sus privilegios y, quienes les sirven, temen por las redes clientelares que los sostienen. Las reglas del fair-play en la política, de la elegancia, pasan a un plano inferior cuando para algunos hay tanto en juego. Tienen miedo de lo que Julian Assange define como "el primer partido político del siglo XXI"[6] pero, sobre todo, del ciudadano rebelde que viene a desafiar a quienes se apropian del Estado para gobernar de espaldas al pueblo.
No queda otra que combatir con democracia esos comportamientos cobardes y cicateros de esos apéndices del actual régimen, los mismos que mañana podrían enarbolar banderas con simbología tipo Amanecer Dorado. El presente y, sobre todo, el futuro de cualquier movimiento político de signo transformador pasa por ese continuo ejercicio de didáctica democrática para que cualquier afirmación sin fundamentos, por tanto basura, sea automáticamente rechazada por la sociedad.
[1] "Podemos tranquiliza a los sevillanos: "No vamos a quitar la Semana Santa"". Expansión, 17 de enero de 2015.
[2] "Kichi: “Me he criado con la Semana Santa, cómo vamos a prohibirla”". Cádiz Directo, 6 de abril de 2015.
[3] "Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal lucieron mantilla y peineta en el Vaticano". ABC, 13 de octubre de 2012.
[4] "Cuando Susana Díaz no era rubia e iba de procesión con Fran Rivera". Libertad Digital, 19 de marzo de 2015.
[5] "Esperanza Aguirre se presenta a las elecciones sin programa electoral". El Diario, 19 de mayo de 2015.
[6] "Julian Assange: “Podemos es el primer partido político del siglo XXI”". EBR, 22 de mayo de 2015.
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