En unos pocos días, Yulia Timoshenko ha pasado de estar en la cárcel por delitos de corrupción a ser la estrella de un Congreso que el Partido Popular Europeo ha celebrado en Dublín. La ex-líder de la llamada "Revolución Naranja" y protagonista de su secuela "Euromaidan" pasa a reunirse con sus correligionarios en Europa, incluyendo a Dolores de Cospedal. Dos personajes en los que se pueden encontrar ciertas similitudes, además de las ideológicas, que seguro las llevará a comprenderse realmente bien. Así es de imaginar que ambas se consolaron, con traductor de por medio, repitiendo aquello de que "la corrupción es parte de la condición humana", que los sobres y los abusos de poder son como "simulaciones en diferido", que es normal que la gente de sus respectivos países se vea privada de derechos por tener que aceptar las exigencias de las oligarquías financieras, que para ellas los manifestantes por la libertad son aquellos que salen a las calles para defender sus intereses -aunque ondeen banderas con cruces gamadas y aguiluchos- mientras que los que salen para criticar sus políticas son nazis o filoetarras -por mucho que suspiren éstos por la libertad y la democracia-. Es lo que tiene ser multimillonario y tener que salir a la arena política para defender los intereses de los suyos: que los demás no somos nadie.
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