Cuando en el aún lejano 2022 las hinchadas celebren los goles de sus equipos, el sufrimiento de miles de anónimos trabajadores quedará definitivamente silenciado, condenado a la injusticia del olvido. La fría estadística indica que más de 400 obreros han fallecido hasta el momento en la construcción de los estadios del Mundial de Qatar, proyectándose la cifra a unos 4000 para cuando las obras estén concluidas. Con diversos niveles de siniestralidad, según el lugar, se trata del lado oscuro de los grandes eventos deportivos; esos grandes negocios para unos pocos constructores, especuladores y políticos que sólo se preocupan en relaxing cups of café con leche, mientras se olvidan de las miles de personas que, en su necesidad, se dejarán la piel -en demasiadas ocasiones en el más estricto sentido- en la construcción de infraestructuras que posiblemente serán utilizadas sólo durante unos días, miles de personas que serán víctimas de la explotación y la precariedad.
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