A la casta política española no le gusta ver sufrir a la mayoría de la población; por eso se esfuerza en mirar hacia otras partes, en ignorar sus problemas y miserias, escudándose tras pantallas de plasma si es necesario, como hace nuestro presidente. Ellos se sienten más cómodos con los ricos, con esa élite que les da el sentido de casta, pues a ella se deben -nunca se sabe qué consejo de administración puede caer en un futuro-. Por eso no dudan en asistir a las bodas, fiestas y saraos que organizan; donde sus asistentes, que no sufren la crisis ni necesitan de la educación o la sanidad públicas, pueden decir a boca llena que en España no bajan los salarios -los suyos- o que el dinero llega a espuertas -del que la mayoría de la población no verá ni un céntimo-. Queda claro que en España hay clases y al servicio de cual está la casta política.
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