Proclama el ministro De Guindos que en España "se está perdiendo el miedo a perder el empleo". Una nueva afirmación sin fundamento de un Gobierno ajeno a las largas colas en las oficinas de empleo, a las miles de familias sin ingresos de ninguno de sus miembros, a la creciente pobreza que amenaza a una ciudadanía que se resignó a la precariedad. ¿Se imaginan el día en el que los españoles perdiésemos de verdad el miedo a perder el empleo? Ese día por fin los empleados podrán plantar cara a los jefes déspotas que piensan que algún día heredarán la empresa, se sentirán con fuerza para decir "no" a las horas extras sin remunerar, ejercerán su derecho a la huelga sin temor a represalias, nada les detendrá para exigir lo que les corresponda, como una edad de jubilación razonable, servicios públicos universales de calidad, sueldos dignos, horarios decentes y compatibles con la vida familiar; todo esto en vez de callar, soportar y tragar. Porque el fantasma del desempleo es la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de cada madre y padre de familia, de cada joven que desea labrarse una trayectoria laboral, de cualquier persona que no tenga más medios que su propia fuerza de trabajo para optar a una vida digna. Cuando ese día llegue, el día en que el miedo ya no sea exclusivo de la clase trabajadora, el mundo cambiará a mejor.
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