Los demócratas del mundo entero tendríamos que estar de celebración. El fallecimiento de Jorge Rafael Videla, aunque con 87 años de retraso, ha de servir para recordarnos que ningún dictador genocida tiene derecho a morir de viejo en su cama. Al pueblo argentino le queda el orgullo de, al menos, haber hecho recaer el peso de la justicia sobre el sanguinario dictador. Sin embargo, los pueblos no podemos olvidar que los dictadores no surgen de la nada, sino del apoyo de los grandes poderes, las oligarquías económicas y empresariales que deciden dar la espalda a los valores democráticos y a los derechos humanos.
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