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sábado, 18 de agosto de 2012

Un club de fans para José Ignacio Wert

El ministro Wert tiene bajo su haber el dudoso honor de haber puesto la puntilla al sistema universitario público. La dureza de las medidas tomadas, como las subidas de tasas o el endurecimiento de las condiciones para conceder becas, contrastan con la ligereza de sus declaraciones públicas, más cercanas a las de un tertuliano televisivo que a las de un ministro, con las responsabilidades que su cargo conlleva.

El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, se ha ganado a pulso la condición de principal personaje mediático del actual Gobierno. Independientemente de afinidades políticas, hay que reconocerle su especial capacidad para crear noticia, generar polémica. La última, sus declaraciones a raíz de los resultados del equipo olímpico español en Londres, cuyo medallero, según él, hubiera alcanzado las 30 preseas en caso de que los Juegos hubieran durado una semana más[1].

A medio camino entre la obviedad y el disparate, aquellas declaraciones del ministro pueden llegar a resultar incluso simpáticas, evocadoras quizás de su no lejana época de tertuliano televisivo[2]. En definitiva, para la ciudadanía de un Estado sumido en una profunda crisis cuya única solución, para un buen número de políticos, pasa por encomendarse a la Virgen[3], poco o nada le va a importar el número de medallas que obtenga el equipo olímpico.

Sin embargo, no todas las declaraciones del ministro Wert, a lo largo de los pocos meses de legislatura que lleva a sus espaldas, pueden considerarse tan ligeras o inocentes, a pesar de mantener ese mismo tono a medio camino entre la jocosidad y la desfachatez. Porque no querer reconocer que la subida de tasas universitarias para el curso entrante supondrá la imposibilidad de estudiar para muchos jóvenes, implica o un desconocimiento total de la dura realidad que azota a miles de familias o una falta de respeto hacia los más débiles de nuestra sociedad. No tiene justificación alguna insinuar, como hizo en su día, que hay familias que no quieren dedicar recursos a pagar matrículas universitarias, pues los prefieren utilizar "para otras cosas"[4]. ¿A qué "otras cosas" se refería el ministro? Alimentarse y vestirse, por ejemplo, son de esas "otras cosas" de primera necesidad difícilmente al alcance de muchas familias[5]. Frivolizar con las penurias de los más débiles es, cuando menos, perverso.

A modo de colofón, con la misma lógica de la historia de las treinta medallas olímpicas, el señor ministro se atreve a afirmar que los incrementos en las tasas universitarias "no van a generar desigualdades sociales"[6]. Un nuevo disparate que intenta justificar con el hecho de que "quienes disfrutaban de la exención de tasas del 100% van a seguir disfrutando de ella", sin tener en cuenta que a aquellos estudiantes no se les permitirá error alguno. No en vano, las segundas y sucesivas matrículas prevén ser aún más caras[7] y las condiciones para recibir beca se verán severamente endurecidas, planteándose la posibilidad de que sus cuantías sean devueltas en caso de no aprobar la mitad de los créditos[8].

Detrás de aquellas declaraciones se encuentra, a primera instancia, el asunto económico. El empecinamiento por cumplir a rajatabla con los mandatos neoliberales de reducción de gasto público implica menos dinero para la enseñanza y, para compensar, mayores precios en las tasas. Por eso, no se corta ni un pelo a la hora de afirmar que "lo urgente" hoy es ahorrar[9], cuestión en la que se reitera cuando afirma que "no estamos para gastar 4.000 millones de euros en estudiantes que dejan la carrera a medias"[10]. Según el señor Wert, los estudiantes de procedencia humilde, los hijos de los trabajadores, no tienen derecho a tener ni siquiera un mal año o a encontrarse con alguna asignatura que se les atragante. A partir de ahora, cometer algún error en época de estudios universitarios queda como privilegio exclusivo de los hijos de los pudientes.

La polarización social en España se hace cada vez mayor, la brecha entre ricos y pobres, poderosos y trabajadores, aumenta en todos los aspectos de la vida, incluyendo el educativo. Más allá de lo meramente económico, detrás de las subidas de las tasas y las leoninas condiciones para la obtención de beca, se encuentra un fuerte componente ideológico que casa a la perfección con la intencionalidad última del Plan Bolonia. La Europa del neoliberalismo quiere trabajadores dóciles, gente sumisa al sistema, personas a quienes exprimir en aras de maximizar la rentabilidad económica de su fuerza de trabajo.

Declaraba recientemente la Premio Nacional de Poesía en 2011, Francisca Aguirre, que la educación es "el enemigo número uno de quienes quieren explotar a los demás"[11]. De ahí que se estén estableciendo las bases para que el perfil del futuro estudiante universitario responda al de "un cliente que paga por trabajar ocho horas diarias y que lleva tras sus espaldas el peso de una hipoteca"[12], el único modo que tendrán los más humildes de financiarse sus estudios. Queda claro que los poderosos no quieren que los hijos de los pobres estudien y, quien aún así lo intente, tendrá que pasar por un perverso ejercicio de adoctrinamiento hacia un futuro laboral aciago.

Prueba de que la libertad de pensamiento de los más débiles resulta molesta son las palabras que el ministro Wert dedicó en su día al movimiento 15M, cuando aseguró que aquél consta de "una mezcla de socialismo utópico, radicalismo político", con varias "gotas de ignorancia y de simpleza"[13]. Hay que recordar que el perfil de muchos de quienes participan, o han participado, en el movimiento corresponde a gente con estudios universitarios, desencantados con un sistema que los trata como pura mercancía[14].

Propuestas como una "legislación laboral más rígida en lugar de más flexible, aumento de personal sanitario y educativo, control público de la investigación, expropiación por el Estado de viviendas para darlas en alquiler, aumento de los impuestos y restablecimiento del impuesto de Patrimonio, tasa Tobin"[15] son evidentemente molestas para quienes han decidido desmantelar los derechos fundamentales con la excusa de la crisis. El ocurrente tertuliano reconvertido a ministro no pestañea a la hora de demostrar en qué lado está al afirmar encontrar "una condición profundamente reaccionaria en buena parte de lo que proponen"[16].

Los grandes poderes no desean nuevas generaciones de jóvenes contestatarios que les organicen manifestaciones, que movilicen a la sociedad en su contra, que pongan en entredicho las contradicciones de un sistema basado en la explotación del humilde por el pudiente. Una Universidad, donde la gente tiene tiempo para pensar, es un peligroso foro paralelo a los canales oficiales de opinión de donde, tarde o temprano, surgirán molestos ramalazos de rebeldía que pongan en duda las mentiras sobre las que se sustenta la hegemonía de la plutocracia imperante. Quizás por ese motivo, a Wert no le importa que los universitarios españoles ya formados emigren a otros países[17]. Desde cierto punto de vista, es un modo de quitarse de encima a gente que potencialmente puede pensar en contra de sus intereses.

En su faceta de tertuliano, hay que reconocer la inconmensurable habilidad del ministro Wert para formular afirmaciones carentes de sentido para justificar lo injustificable. Sin duda, este ministro que se vanagloria de formar parte de un gobierno de "mayoría universal"[18] se merecería un club de fans por tal locuacidad e inventiva. Pero la realidad es tozuda, y nos recuerda que este señor es un cargo público, un representante electo que tiene una responsabilidad hacia la ciudadanía. En demasiadas ocasiones sus declaraciones sólo han servido para justificar daños a los más débiles, reducidos a simples números cuyas oportunidades en la vida poco importan.


[1] "Juegos Londres 2012: Wert cree que con una semana más de Juegos, España tendría "30 medallas"". El Huffington Post, 13 de agosoto de 2012.
[2] "Wert, el ministro tertuliano". Iessecundaria, 2 de febrero de 2012.
[3] "Los políticos españoles recurren a la virgen para salir de la crisis". Público, 15 de agosto de 2012.
[4] Las palabras de Wert fueron específicamente: “Que la familia no tiene recursos para afrontar el pago de las tasas, evidentemente se pueden dar casos, pero no tener recursos pregunto una vez más ¿que quiere decir? Que no se quieren dedicar recursos a eso en detrimento a usar recursos a otras cosas”. Disponible, por ejemplo, en "Wert se mofa de las familias sin recursos económicos para pagar las tasas de la Universidad". 22 de mayo de 2012.
[5] "La pobreza en España, "más crónica que nunca"". Público, 22 de febrero de 2012.
[6] "Wert reitera que la subida de tasas no generará desigualdades". La Verdad, 4 de julio de 2012.
[7] "Educación plantea subir hasta 540 euros las tasas universitarias". El País, 20 de abril de 2012.
[8] "El Gobierno endurece los requisitos para las becas universitarias". Público, 29 de junio de 2012.
[9] "Wert: 'Lo urgente hoy es ahorrar y ya después combatir el fracaso escolar'". La Gaceta, 1 de mayo de 2012.
[10] "Wert:"No estamos para gastar 4.000 millones de euros en estudiantes que dejan la carrera a medias"". El Economista, 28 de febrero de 2012.
[11] "´La educación es enemigo número 1 de aquellos que quieren explotar a los demás´". Información, 15 de agosto de 2012.
[12] Fernández Liria, C.; Serrano García, C. (2009): "El Plan Bolonia". Catarata, Madrid, p. 94.
[13] "Wert: El 15-M tiene "gotas de ignorancia" y un "puntito soviético"". Público, 22 de febrero de 2012.
[14] "Movimiento 15-M: perfil de los indignados". El Economista, 6 de junio de 2011.
[15] "Wert: El 15-M tiene "gotas de ignorancia" y un "puntito soviético"". Op. cit.
[16] Ibid.
[17] "Wert afirma en Alemania que la emigración de jóvenes españoles no es "un fenómeno negativo"". Europa Press, 12 de julio de 2012.
[18] "Wert: "La victoria del PP no fue sólo por mayoría absoluta, sino universal". Público, 22 de febrero de 2012.

1 comentario:

  1. Declaraba recientemente la Premio Nacional de Poesía en 2011, Francisca Aguirre, que la educación es "el enemigo número uno de quienes quieren explotar a los demás"[11]. De ahí que se estén estableciendo las bases para que el perfil del futuro estudiante universitario responda al de "un cliente que paga por trabajar ocho horas diarias y que lleva tras sus espaldas el peso de una hipoteca"[12], el único modo que tendrán los más humildes de financiarse sus estudios. Queda claro que los poderosos no quieren que los hijos de los pobres estudien y, quien aún así lo intente, tendrá que pasar por un perverso ejercicio de adoctrinamiento hacia un futuro laboral aciago.
    Las manifestaciones de los últimos años en Chile son un claro ejemplo de ello; los préstamos que pagan los estudiantes en Chile son tan altos que tardan mas de diez años en devolver porque los sueldos de los titulados superiores son cada día mas bajos.

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