La incompetencia de un Gobierno empeñado en agradar a unos pocos ha llevado, por lo pronto, a condenar la vida de una trabajadora sanitaria. Vista la cantidad de errores acumulados desde la irresponsable repatriación de los misioneros infectados con ébola, es difícil pensar que el avance del virus vaya a detenerse. Quizás sea hora de pedir cuentas a nuestros gobernantes, más preocupados de cumplir sus compromisos con los grandes poderes económicos que con su pueblo, responsables del maltrecho sistema público de salud actual, sin recursos ni capacidad real para afrontar una emergencia sanitaria como ésta con garantías para los sanitarios y el resto de la población.
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