Cada día es más difícil creer en esta Europa, trasmutada de los pueblos a los mercados, de las libertades a lo políticamente correcto. Un continente en manos de los grandes poderes económicos que no permite disidentes, que crea sufrimiento a propios y extraños, ya sea a base de austeridad o de apoyar golpes de estado. Un gigante con pies de barro que vende su alma al mismo diablo que la espía, más preocupada por los intereses de sus corporaciones que los de sus ciudadanos. Una Europa donde la libertad de expresión se respeta mientras no se diga nada que puede resultar incómodo.
Por todo eso apenas bastaron 50 segundos de críticas hacia las políticas intervencionistas de los Estados Unidos para que Pablo Iglesias fuese interrumpido en su intervención en la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo:
Antes, cuando mi compañero de grupo, Javier Couso,intervenía y definía la actitud de la UE como la de haber apoyado un golpe de estado, un miembro de esta comisión le llamaba español estalinista. Para no caldear los ánimos diré que no tengo la más mínima simpatía ni por Stalin ni por el señor Putin ni por el señor Yanukovich. Pero, ¿qué quieren que les diga?
La Unión Europea apoyó un desplazamiento de poder ilegal en Ucrania y apoyó un Gobierno que tiene en su seno a miembros de un partido neonazi. Esto no juzga la opinión de quien lo dice, éstos son hechos.
No es nada extraordinario en la política exterior que se apoyen golpes de estado. Como ustedes saben, uno de nuestros principales aliados, los EEUU llevan apoyando golpes de estados desde la teoría del dominó, pasando por la Doctrina Truman, la diplomacia de Kissinger o los casos recientes de Honduras o Egipto...
Se puede criticar a Cuba, a Venezuela, incluso a la poderosa China, pero los EEUU parecen ser intocables, no vaya a ser que el gigante norteamericano se enfade con su subalterno. A eso sólo se le puede llamar censura.
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