El sistema económico que hegemoniza el mundo actual amenaza con destruirlo. No es cuestión de alarmismo sino de evidencias como el incuestionable cambio climático, la desertización de las selvas, el derretimiento de los hielos polares, el agotamiento de recursos naturales. Los efectos comienzan a reflejarse en los grandes movimientos migratorios, en guerras por las materias primas, en un descontrolado aumento de la población mundial. Es el modelo de crecimiento, espina dorsal del capitalismo, que ya mismo se ha convertido en un mecanismo de genocidio a cámara lenta. Como indican los promotores del manifiesto Última Llamada, para superar aquel peligroso modelo, "necesitamos una sociedad que tenga como objetivo recuperar el equilibrio con la biosfera, y utilice la investigación, la tecnología, la cultura, la economía y la política para avanzar hacia ese fin. Necesitaremos para ello toda la imaginación política, generosidad moral y creatividad técnica que logremos desplegar".
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