A estas alturas la mejor palabra para definir la última reforma laboral es vergüenza. La vergüenza que siente cualquier persona decente al saber que el Gobierno -supuestamente Gobierno de todos- ha utilizado una mayoría absoluta para empeorar las garantías de los trabajadores, vergüenza al comprobar que esta reforma sólo ha servido para abaratar el despido, vergüenza al comprender que su elaboración respondió a los designios de los poderosos, quienes aspiran a convertir laboralmente a España en la China de Occidente. Y es que los números son claros cuando indican que esta reforma laboral cumple dos años con más paro y menos afiliados a la Seguridad Social.
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