Por vez primera en mucho tiempo la ciudadanía ha sentido que el miedo puede cambiar de bando. Las movilizaciones de la gente decente de Burgos, en el barrio de Gamonal, han resistido cargas policiales, detenciones, infamias por parte de periodistas y políticos analfabetos de un régimen que no distingue el clamor popular del terrorismo. La simple posibilidad de que la rabia del pueblo burgalés se pueda extender al resto del territorio español ha servido para que los prepotentes gerifaltes de la calle Génova ordenasen la paralización de las obras, intuyendo quizás que la gota que colme el vaso puede estar más cercana de lo esperado.
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