Por muy triunfalista que se muestre el Gobierno con los últimos datos del paro, la cruda realidad da poco margen al optimismo para esa mayoría silenciosa que sufre los rigores del día a día. Nos hablan del descenso del desempleo registrado, lo que no dicen es que los pocos trabajos creados están mayoritariamente basados en la precariedad y la explotación. Tampoco hacen referencia a quienes tiraron la toalla y ya no renuevan su registro en las oficinas de empleo, tampoco a tantos jóvenes que decidieron irse a Laponia siguiendo el consejo de aquel empresario y, ya que hablan de números, olvidaron contar que el número de altas a la Seguridad Social sigue cayendo. La creación de empleo de calidad en España no será cuestión de fe ni de optimismo, sino de profundos cambios en el modelo productivo español que impliquen romper la actual sumisión a los grandes poderes y gobernar, de una vez por todas, para el pueblo.
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