No se imaginaban los Chikos del Maíz cuánta razón tenían cuando cantaban aquello de "terrorismo arquitectónico es Santiago Calatrava". Sablazos al erario público en obras cuyos costes se multiplicaban con el tiempo -como el Palau de les Arts Reina Sofía, que pasaría de 84 millones a más de 500 millones-, accidentes que ponen en duda la calidad de sus diseños -como los desperfectos en la fachada del Palau-, diseños cobrados pero jamás ejecutados -como las Torres Calatrava-. Todo con el mecenazgo del Gobierno monocolor de la Comunidad Valenciana, paradójicos defensores de adelgazar lo público empeñados en dilapidar el dinero de todos los valencianos con obras faraónicas de un arquitecto que se marcha a Suiza para evitar impuestos.
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