Sabiendo que tarde o temprano la huelga tenía que acabarse, puede decirse que el resultado ha sido el menos malo esperable. No en vano, se ha evitado el despido de más de mil trabajadores y los sueldos no serán tocados -ni para peor ni para mejor-. En todo caso, no es cuestión de conformarse ni de abandonar la lucha por la dignidad de los trabajadores, sino de sacar una importante lección de todo esto. La huelga sigue siendo un importantísimo instrumento de la lucha obrera, fundamental para demostrar fuerza ante la intransigencia de una patronal que cree -demasiado a menudo con acierto- que tiene la sartén por el mango. En huelgas venideras habrá que recordar -sobre todo a potenciales esquiroles- la lección dada por los trabajadores de la limpieza de Madrid.
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