A nuestro ministro de Interior le preocupan las palabras despectivas hacia España, los silbidos a la Marcha Real y determinados gestos hacia la bandera restaurada en 1939; acciones que considera "ofensas" a España que se penarían, por lo administrativo, con 30 mil euros. Y es que para el partido que nos gobierna el patriotismo se reduce a darse golpes de pecho ante determinados símbolos y presumir de fidelidad a las tradiciones. Se llaman patriotas cuando son cómplices de una intolerable cesión de soberanía a potencias extranjeras, permiten la destrucción de servicios públicos esenciales como la educación y la sanidad, dictan leyes que sitúan al país a la cola de los estados democráticos en cuanto a libertades e insisten en ignorar una corrupción estructural que convierte a España en la vergüenza de Europa Occidental.
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