Sorprende la desfachatez de Mariano Rajoy al calificar de "infundados" los temores que aún ciernen sobre el grave accidente nuclear en Fukushima (justo el día en que se anuncia una nueva fuga en la central nuclear). Estas declaraciones recuerdan irremediablemente a los ya famosos "hilillos de plastilina" del Prestige no sólo por su superficialidad sino por su trasfondo. En ambos casos Rajoy ha tomado el papel de abogado del diablo ante dos sectores energéticos ampliamente cuestionados. La minimización de los efectos de estos accidentes, junto a las recientes trabas que el actual Gobierno puso a las energías renovables, reiteran el poder de los lobbies de las nucleares y los combustibles fósiles en España. No en vano, tenemos a dos ex-presidentes en consejos de administración de dos de las más importantes compañías del sector y, visto lo bien que se está portando, no es de extrañar que haya un sillón reservado a nombre de Rajoy para dentro de unos años.
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