Resulta vergonzoso que aún haya gente que celebre el 18 de julio como el día del alzamiento, que haya empresas que esperen a esta fecha para ingresar a sus trabajadores la paga extra, que hayan calles en pueblos y ciudades rememorando ese día. Bajo el manto del consenso y la idílica transición, la oligarquía que expolió, asesinó, torturó, represalió y encarceló a los defensores de un gobierno legítimo se acostó una noche franquista para levantarse al día siguiente demócrata. En nombre de la reconciliación, estas fuerzas convencieron al pueblo de que la normalización vendría a partir de la aceptación de las dos Españas -alícuotas en cuanto a responsabilidades pasadas-, del olvido, de un supuesto borrón y cuenta nueva. Se trata de la gran mentira a la que poderes aún vigentes se aferran para castigar a jueces que investigan grises épocas pasadas, para rechazar una Ley de la Memoria Histórica, para no ceder ni un ápice en la posibilidad de que se haga justicia con los familiares de quienes aún yacen en cunetas. Ya viene siendo hora de que el pueblo español se enfrente a su propio pasado enfrentándose a la impunidad de los herederos de la dictadura, asegurando el derecho a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas.
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