Gracias a la directora gerente del FMI, ahora nos enteramos que el bienestar es "adictivo" y, por tal motivo, la economía mundial necesita "desengancharse" de los años de comodidad que en tiempos pasados pudiese haber disfrutado, para lo cual sería imprescindible llevar a cabo nuevas reestructuraciones de los mercados laborales. Esta incomprensible afirmación, junto a la entusiasta defensa de Lagarde a las reformas estructurales llevadas a cabo en España e Italia, hace pensar que el bienestar que realmente preocupa al FMI es el que pudiese disfrutar la ciudadanía en otros tiempos. Se trata de la lógica del gran capital, a quien esta señora tan bien representa, el cual ya no necesita ningún contrapeso ideológico para contener las aspiraciones de los pueblos. Queda claro que el estado del bienestar ya no está ni se espera que regrese.
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