Las desafortunadas palabras de Cristina Cifuentes que identifican a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con el entorno de ETA no son fortuitas: son parte de una elaborada estrategia propagandística por parte del Gobierno para desacreditar a los movimientos sociales y, sobre todo, fomentar el inmovilismo mediante el miedo a ser señalados.
Llama la atención la facilidad con la que desde algunos sectores de la política española, con la complacencia de la caverna mediática, se acusa de pro-terrorista, filo-etarra o similar a cualquier persona o colectivo que desea hacer uso de su derecho a la libertad de expresión con el fin de luchar contra las injusticias. Es la respuesta natural de los capataces de la clase dominante que, ante una evidente falta de argumentos, sólo les queda atacar desde la impunidad que les proporciona encontrarse del lado de los poderosos. Si para ello hay que aprovecharse de la especial sensibilidad de la ciudadanía hacia un serio problema como fuera el terrorismo, se hará sin ningún tapujo.
Toda guerra tiene su propaganda como arma ante el enemigo. Con tácticas de manipulación, como la selección de palabras que buscan deshumanizar a las personas del otro bando, es más sencillo justificar acciones que, de otro modo, serían vistas como abusos. Esta guerra se encuentra en la actualidad más vigente que nunca, mostrando su máxima crudeza en los dramas vividos por la gente del pueblo, la que sufre despidos injustos, desahucios, precariedad, la que llega a la máxima desesperación e incluso al suicidio. Cuando Cristina Cifuentes acusa al PAH de apoyar a "grupos pro-etarras"[1], retoma la iniciativa propagandística en esta cruenta guerra, llamada lucha de clases, para satisfacción de sus patrones.
A pesar de que tales declaraciones supongan un insulto a las víctimas del terrorismo[2], además de una infamia hacia las personas a quienes van dirigidas, su fin último es asustar. El miedo es la herramienta perfecta de dominación, la que hace que la gente de la calle acepte su destino sin protestar, absorbiendo el mensaje, repetido hasta la saciedad por los medios cómplices, que advierte de los potenciales problemas que suponen ser señalado en esta época de incertidumbre. Señalarse puede significar perder una oportunidad de conseguir un empleo o, quién sabe, represalias aún peores, incluyendo cualquier amenaza por parte de voluntarios lacayos del poder de estómago vacío[3].
Los grandes poderes necesitan del miedo más que nunca, pues los movimientos sociales han entrado en una dinámica de lucha que les puede llevar a conseguir conquistas que, por muy modestas que sean, suponen un cambio de sentido al proceso de desmantelamiento de la ya pírrica sociedad del bienestar en España. Ante la asunción de que no hay nada que hacer, ese mensaje de conformismo que tan fuerte parecía haber calado en la sociedad española, se contraponen estos movimientos, como el PAH o el Frente Cívico, que unen a las personas en un contrapoder capaz de plantear propuestas, ideas, programas, en definitiva, hacer política.
Por ese motivo, el objetivo por parte de los grandes poderes es neutralizarlos. La descalificación es su primer arma de contingencia que, llegado el caso, servirá para justificar represiones a través del uso del consabido monopolio de la fuerza[4]. En la memoria reciente queda otro ejemplo de propaganda contra los ciudadanos que pretendían señalar el déficit democrático que adolece el Estado español mediante el rodeo simbólico al Congreso, quienes fueron descritos como "golpistas"[5] por los mismos que ahora se atreven a hablar de terrorismo.
Sin duda alguna, todos aquellos que añoran aquella época franquista de "extraordinaria placidez"[6] bien prefieren una ciudadanía inmovilista, que asume su destino ignorante, como rebaño frente al matadero. Se refieren, sin duda, a la placidez -para ellos- de salir a la calle y oír a gente, que apenas tiene para comer, defender los recortes, la austeridad y repetir el ya gastado mantra de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Llama la atención la facilidad con la que desde algunos sectores de la política española, con la complacencia de la caverna mediática, se acusa de pro-terrorista, filo-etarra o similar a cualquier persona o colectivo que desea hacer uso de su derecho a la libertad de expresión con el fin de luchar contra las injusticias. Es la respuesta natural de los capataces de la clase dominante que, ante una evidente falta de argumentos, sólo les queda atacar desde la impunidad que les proporciona encontrarse del lado de los poderosos. Si para ello hay que aprovecharse de la especial sensibilidad de la ciudadanía hacia un serio problema como fuera el terrorismo, se hará sin ningún tapujo.
Toda guerra tiene su propaganda como arma ante el enemigo. Con tácticas de manipulación, como la selección de palabras que buscan deshumanizar a las personas del otro bando, es más sencillo justificar acciones que, de otro modo, serían vistas como abusos. Esta guerra se encuentra en la actualidad más vigente que nunca, mostrando su máxima crudeza en los dramas vividos por la gente del pueblo, la que sufre despidos injustos, desahucios, precariedad, la que llega a la máxima desesperación e incluso al suicidio. Cuando Cristina Cifuentes acusa al PAH de apoyar a "grupos pro-etarras"[1], retoma la iniciativa propagandística en esta cruenta guerra, llamada lucha de clases, para satisfacción de sus patrones.
A pesar de que tales declaraciones supongan un insulto a las víctimas del terrorismo[2], además de una infamia hacia las personas a quienes van dirigidas, su fin último es asustar. El miedo es la herramienta perfecta de dominación, la que hace que la gente de la calle acepte su destino sin protestar, absorbiendo el mensaje, repetido hasta la saciedad por los medios cómplices, que advierte de los potenciales problemas que suponen ser señalado en esta época de incertidumbre. Señalarse puede significar perder una oportunidad de conseguir un empleo o, quién sabe, represalias aún peores, incluyendo cualquier amenaza por parte de voluntarios lacayos del poder de estómago vacío[3].
Los grandes poderes necesitan del miedo más que nunca, pues los movimientos sociales han entrado en una dinámica de lucha que les puede llevar a conseguir conquistas que, por muy modestas que sean, suponen un cambio de sentido al proceso de desmantelamiento de la ya pírrica sociedad del bienestar en España. Ante la asunción de que no hay nada que hacer, ese mensaje de conformismo que tan fuerte parecía haber calado en la sociedad española, se contraponen estos movimientos, como el PAH o el Frente Cívico, que unen a las personas en un contrapoder capaz de plantear propuestas, ideas, programas, en definitiva, hacer política.
Por ese motivo, el objetivo por parte de los grandes poderes es neutralizarlos. La descalificación es su primer arma de contingencia que, llegado el caso, servirá para justificar represiones a través del uso del consabido monopolio de la fuerza[4]. En la memoria reciente queda otro ejemplo de propaganda contra los ciudadanos que pretendían señalar el déficit democrático que adolece el Estado español mediante el rodeo simbólico al Congreso, quienes fueron descritos como "golpistas"[5] por los mismos que ahora se atreven a hablar de terrorismo.
Sin duda alguna, todos aquellos que añoran aquella época franquista de "extraordinaria placidez"[6] bien prefieren una ciudadanía inmovilista, que asume su destino ignorante, como rebaño frente al matadero. Se refieren, sin duda, a la placidez -para ellos- de salir a la calle y oír a gente, que apenas tiene para comer, defender los recortes, la austeridad y repetir el ya gastado mantra de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
[1]"Cifuentes acusa a Colau (PAH) de apoyar a "grupos proetarras"". El Diario, 25 de marzo de 2013.
[2] "Víctimas catalanas de ETA piden el cese de Cifuentes por faltarles al respeto". El Confidencial, 25 de marzo de 2013.
[3] "Ada Colau estudia acciones legales contra Cifuentes por vincular a la PAH con ETA". Público, 25 de marzo de 2013.
[4] "Mas, sobre la Policía: "Tienen el monopolio del uso de la fuerza por la convivencia"". El Economista, 15 de junio de 2011.
[5] "Cospedal compara la convocatoria de 'Rodea el Congreso' con el golpe del 23-F". El Mundo, 24 de septiembre de 2012.
[6] "Mayor Oreja defiende la "extraordinaria placidez" del franquismo". 20 Minutos, 15 de octubre de 2007.
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