Por vez primera en décadas muchos de los discursos tras las clásicas manifestaciones del 1 de mayo de 2012 han señalado tímidamente al gran capital como el enemigo de la clase trabajadora. El creciente número de movilizaciones del Primero Mayo ha de servir como primer paso para recuperar una conciencia de clase que, por desgracia, gran parte de los trabajadores ha olvidado.
Este Primero de Mayo ha sido quizás el más emblemático que se recuerda de las últimas décadas en el Estado español. No se trata tan sólo de la creciente -aunque aún insuficiente- afluencia de personas a las múltiples movilizaciones organizadas a lo ancho de la geografía estatal, sino de las circunstancias tan duras a las que se enfrenta la clase trabajadora, hoy más patentes que nunca.
Recortes de derechos, destrucción de los pilares básicos del Estado del Bienestar, precariedad laboral, indefensión, continua degradación de la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos. Circunstancias que retrotraen al trabajador en una situación de debilidad cada vez más próxima a lo vivido en los peores años del siglo XX o, incluso, el XIX.
La ciudadanía comienza a despertarse del sueño de la democracia para enfrentarse a la cruda realidad de la llamada dictadura de los mercados. Los grandes poderes, que ya no necesitan de edulcorantes para contener las justas aspiraciones de los trabajadores, ahora pueden emprender abiertamente su particular guerra contra su clase antagonista, la clase obrera.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha mostrado su verdadero papel de capataz de los grandes poderes, tras dejar claro que seguirá recortando lo que le plazca, por muchas protestas que hayan[1]. Recortes, ajustes, ponderaciones, eufemismos todos que esconden la realidad de una democracia cercenada, herida de muerte incluso antes de haber llegado a su madurez.
Las movilizaciones del Primero de Mayo no son una simple demostración de fuerza o número por parte de la clase trabajadora, han de ser el primer paso hacia una toma de conciencia de clase. Por primera vez, en mucho tiempo, el discurso común en las múltiples -y divididas- movilizaciones ha ido en aquella dirección. La sensación de cumplimiento de un ritual un año más se ha diluido en beneficio de mensajes claros, combativos, que tímidamente llaman a la movilización, a llenar las calles como medio de protesta.
De por sí, este Gobierno no va a cambiar su actitud agresiva a los trabajadores. Las movilizaciones, incluso siendo masivas, las ignorará una y otra vez, incluso continuará legislando para disuadir a parte de la población a realizar protestas. Inevitablemente, el creciente descontento de los trabajadores ante las políticas neoliberales tendrá como resultado más gente en las calles. El gran desafío de sindicados y organizaciones progresistas será la recuperación de un frente común que permita demostrar fuerza y unidad de clase. Del resultado de este formidable pulso entre Gobierno y ciudadanía, entre mercados y trabajadores, se determinará la calidad democrática de los tiempos venideros. La movilización ha de ser la herramienta fundamental para la toma de conciencia de clase y de lucha por preservar los valores democráticos y justicia social por parte de la clase trabajadora.
[1] "Rajoy defiende los recortes y anuncia reformas ´cada viernes´". El Economista, 29 de abril de 2012.
Este Primero de Mayo ha sido quizás el más emblemático que se recuerda de las últimas décadas en el Estado español. No se trata tan sólo de la creciente -aunque aún insuficiente- afluencia de personas a las múltiples movilizaciones organizadas a lo ancho de la geografía estatal, sino de las circunstancias tan duras a las que se enfrenta la clase trabajadora, hoy más patentes que nunca.
Recortes de derechos, destrucción de los pilares básicos del Estado del Bienestar, precariedad laboral, indefensión, continua degradación de la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos. Circunstancias que retrotraen al trabajador en una situación de debilidad cada vez más próxima a lo vivido en los peores años del siglo XX o, incluso, el XIX.
La ciudadanía comienza a despertarse del sueño de la democracia para enfrentarse a la cruda realidad de la llamada dictadura de los mercados. Los grandes poderes, que ya no necesitan de edulcorantes para contener las justas aspiraciones de los trabajadores, ahora pueden emprender abiertamente su particular guerra contra su clase antagonista, la clase obrera.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha mostrado su verdadero papel de capataz de los grandes poderes, tras dejar claro que seguirá recortando lo que le plazca, por muchas protestas que hayan[1]. Recortes, ajustes, ponderaciones, eufemismos todos que esconden la realidad de una democracia cercenada, herida de muerte incluso antes de haber llegado a su madurez.
Las movilizaciones del Primero de Mayo no son una simple demostración de fuerza o número por parte de la clase trabajadora, han de ser el primer paso hacia una toma de conciencia de clase. Por primera vez, en mucho tiempo, el discurso común en las múltiples -y divididas- movilizaciones ha ido en aquella dirección. La sensación de cumplimiento de un ritual un año más se ha diluido en beneficio de mensajes claros, combativos, que tímidamente llaman a la movilización, a llenar las calles como medio de protesta.
De por sí, este Gobierno no va a cambiar su actitud agresiva a los trabajadores. Las movilizaciones, incluso siendo masivas, las ignorará una y otra vez, incluso continuará legislando para disuadir a parte de la población a realizar protestas. Inevitablemente, el creciente descontento de los trabajadores ante las políticas neoliberales tendrá como resultado más gente en las calles. El gran desafío de sindicados y organizaciones progresistas será la recuperación de un frente común que permita demostrar fuerza y unidad de clase. Del resultado de este formidable pulso entre Gobierno y ciudadanía, entre mercados y trabajadores, se determinará la calidad democrática de los tiempos venideros. La movilización ha de ser la herramienta fundamental para la toma de conciencia de clase y de lucha por preservar los valores democráticos y justicia social por parte de la clase trabajadora.
[1] "Rajoy defiende los recortes y anuncia reformas ´cada viernes´". El Economista, 29 de abril de 2012.
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