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viernes, 6 de abril de 2012

El obispo que desafió al establisment

Este artículo recorre el contenido de las cartas escritas por el obispo de Ciudad Real con motivo de la reciente reforma laboral, la única crítica hasta el momento desde la jerarquía eclesiástica a esta medida del Gobierno. Sorprende la rotundidad y claridad de los términos utilizados por el prelado, desarrollando un mensaje que podría ser calificado, según los estándares de hoy, como progresista.

No es habitual que desde las altas jerarquías eclesiásticas se manifiesten opiniones que pongan en cuestión las decisiones del actual gobierno. Por eso sorprende muy positivamente la reciente publicación de dos cartas abiertas por parte del obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, desde las que critica la última reforma laboral.

De su lectura se desprende la preocupación real del sacerdote hacia los estragos que está causando la crisis en los más débiles, que identifica perfectamente con la clase trabajadora en la primera carta, la cual concluye invitándonos a "reflexionar, pues, sobre la situación que va a seguir creando la Reforma Laboral publicada por el Gobierno, pero sí podemos adelantar que es injusto que, con todo ello, el peso de la Crisis esté cayendo sobre los hombros de los trabajadores"[1].

El obispo manchego profundiza sus reflexiones sobre la debilidad de clase trabajadora en la segunda carta, donde afirma que "de lo que sí estamos en condiciones de juzgar es de la bondad o maldad de una Ley que rebaja claramente los derechos de los trabajadores respecto a situaciones anteriores, y lo peor es que llevamos muchos años ya de nuestra democracia donde siempre los perdedores en el concierto social, repito, siempre, son los mismos y siempre los más débiles"[2].

Hay que elogiar la valentía de este señor a la hora de llamar a las cosas por su nombre. Habla expresamente de pérdida de derechos, desechando términos como "ajustes" o "flexibilización del mercado" que no son más que eufemismos con la función de edulcorar la continua pérdida de conquistas sociales que los trabajadores llevamos sufriendo en los últimos años. Valentía que sigue demostrando al señalar a los verdaderos beneficiarios de esta reforma laboral, los empresarios, pues "[...] lo que se quiere hacer es establecer un `mercado de trabajo` en el que los empleadores hagan y deshagan a su antojo [...]"[3].

Resulta significativa la utilización del término "fuerza de trabajo" en el discurso del obispo, quien recuerda que quienes proporcionan esa fuerza de trabajo son personas, a quienes hay que tratar como tales y, por tanto, "[...] el `empleado` posible es, ante todo y sobre todo, `persona` a la que otros han dado la vida, la han educado, tiene necesidades básicas: familiares y sociales, no es una mera fuerza de trabajo que se admite o despide unilateralmente y durante un largo periodo de tiempo. [...] Las personas no somos tan flexibles, tan elásticas, como nos quieren hacer creer"[4].

En la época de lo políticamente correcto sorprende leer un discurso así, claro y rotundo, que ponga los puntos sobre las íes, que hable de injusticia y explotación, que ponga en duda la doctrina del abaratamiento del despido como único medio para crear empleo cuando pregunta si "¿de verdad no hay otras soluciones para crear puestos de trabajo? Parece mentira que, a día de hoy, tengamos que echar mano de usos del pasado, que trajeron tanta injusticia y explotación a los trabajadores"[5].

Es de recibo aceptar que las palabras del obispo, a pesar del contexto actual de neoliberalismo extremo, no representan en absoluto un discurso revolucionario ni rupturista. Antonio Algora se ha limitado a exponer su honesta opinión acerca de la situación actual de la clase trabajadora, que podría ser compartida por cualquier ciudadano asalariado independientemente de cuestiones ideológicas personales. La cuestión a destacar de todo esto es que, por fin, alguien de la alta jerarquía eclesiástica española decide apartar por un momento su atención de tópicos moralistas para escuchar a los cristianos de base, como la Juventud Obrera Cristiana y la Hermandad Obrera de Acción Católica, quienes también se han mostrado muy críticos con la reforma laboral.

Se echa en falta, por supuesto, el apoyo del resto de los gerifaltes de la jerarquía católica que, como era de suponer, no se han dado por aludidos respecto un asunto que concierne tan profundamente a las almas que  ellos presumen pastorear. Que guarde un poco de relación al respecto, tan sólo merece la pena destacar la reacción del cardenal Rouco Varela ante los comunicados de la Juventud Obrera Cristiana y la Hermandad Obrera de Acción Católica, a los que calificó de "improcedentes"[6].

Resulta lamentable el poco eco que ha tenido esta noticia en la prensa en comparación con cualquiera de las repetidas declaraciones de otros obispos en contra de los condones, el aborto o la investigación con células madre. Así, las reflexiones del obispo de Ciudad Real, que más temprano que tarde serán condenadas al limbo del silencio mediático, bien podrían evocar a las de su homólogo literario en El Talón de Hierro, el obispo Morehouse, quien decidió aprovechar su situación privilegiada para intentar abrir los ojos a las clases más privilegiadas de las injusticias sociales que sufre los trabajadores. Como era de esperar, su mensaje fue rechazado por la mayoría, ignorado por los demás. El protagonista de la novela observaba con sutileza que "los directores de diarios, cuyo salario depende de su línea de conducta, y su línea de conducta consiste en no publicar nada que sea una amenaza para el orden establecido", pues "[la prensa es] una excrecencia parásita que crece y engorda con la clase capitalista. Su función es servir al estado de cosas modelando a la opinión pública y ella se desempeña a maravillas"[7].

Definitivamente, hay que celebrar la valentía de este obispo por decir, en el caso de la reforma laboral, las cosas por su nombre. Se admiten apuestas de si alguna vez llegará a sustituir a Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal Española. Tocar temas tabú es lo que tiene. Recordemos que Roma no paga a traidores, y Roma ya sabemos a quiénes responde.


[1] Antonio Algora: "La reforma laboral, ¿y ya está?". Cartas de la Diócesis de Ciudad Real, 4 de marzo de 2012.
[2] Antonio Algora: "A vueltas con la reforma laboral". Cartas de la Diócesis de Ciudad Real, 18 de marzo de 2012.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] "Rouco intenta sofocar las críticas a la reforma laboral en la Iglesia". Público, 3 de marzo de 2012.
[7] Jack London (1907): El Talón de Hierro. pág. 53.

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