Tal como vaticinó Rajoy, la reciente reforma laboral ha conllevado la convocatoria de una huelga general. Tras su anuncio, la maquinaria mediática al servicio de los grandes poderes ha comenzado su trabajo de desinformar y confundir a los trabajadores para minimizar el número de adhesiones a la huelga.
Desde el anuncio de la huelga general, convocada para el 29 de marzo de 2012, hemos podido ver multitud de voces en contra. Por una parte, la mayoría de los gobernantes claman que esta huelga tan sólo traerá perjuicios para la ya maltrecha economía nacional[1]; por otra, las confederaciones de empresarios victimizan a las propias empresas de las previsibles pérdidas a consecuencia de un día de huelga[2]. Como es de esperar, la escalada de calificativos alrededor de la convocatoria de huelga crece por días, pudiéndose destacar perlas como las lanzadas por Esperanza Aguirre que la califica de "escándalo" y "falta de patriotismo"[3].
A las élites empresariales del Estado español no les ha gustado en absoluto que los trabajadores decidan organizar una huelga general como respuesta a la reforma laboral más dura jamás impuesta en el Estado español. Los gobernantes, convertidos en fieles capataces, no durarán hasta el último momento en utilizar sus privilegiados púlpitos para desalentar a los trabajadores a secundar una huelga a todas luces necesaria. Por descontado, Gobierno y Patronal tendrán a su disposición el eco del poder mediático en todo su esplendor, habida cuenta que detrás de los medios de comunicación tradicionales se encuentran grandes emporios empresariales que también han salido beneficiados por la reciente reforma laboral.
Muchos días han pasado desde aquel posiblemente intencionado despiste de Mariano Rajoy en el que confesase a micrófono abierto a sus homólogos de Holanda y Finlandia que la reforma laboral que estaba por llegar le iba a costar una huelga general[4]. De hecho, para el día de la huelga habrá pasado un año desde que se filtró a la prensa el siguiente comentario de Rajoy -quien ya entonces se veía presidente- a sus allegados sobre las políticas que pensaba tomar una vez en el Gobierno: "si en los seis primeros meses no me montan tres huelgas generales, no lo estaré haciendo bien"[5]. Las varias referencias a posibles huelgas por parte del ahora Presidente a lo largo del tiempo parecen, en primer lugar, un juego de tanteo para comprobar los ánimos entre los ciudadanos, quienes en gran parte parecían haber asumido a pies juntillas la necesidad de aceptar recortes, ajustes y reformas laborales. No puede ignorarse, entre aquellos gestos del Presidente Rajoy, ciertos guiños hacia la troika comunitaria. De hecho, más importante que la medición de los ánimos de los trabajadores es el mensaje a Merkel -y a la banca privada alemana- de su disposición a reducir a mínimos los derechos de la clase trabajadora española, cueste lo que cueste, en una demostración de "autoritarismo machista"[6].
En todo caso, ningún gobierno puede permitirse una legislatura a la sombra del descontento popular y las consecuentes movilizaciones. Por ello, el Gobierno de Rajoy ha aplicado su usual política de tantear la situación en todos los frentes que ha podido. De este modo, fue muy significativa la reacción de la población de todo el Estado ante los recientes sucesos de Valencia, donde una desproporcionada e ilógica sucesión de intervenciones de los cuerpos antidisturbios contra chicos de instituto despertaron la indignación de un importante sector de la ciudadanía, que tomó las calles de las grandes ciudades en señal de protesta. La temperatura a pie de calle ha resultado ser más elevada de lo que Rajoy previó el día del micrófono abierto, la ciudadanía menos dormida y la clase trabajadora esté quizás aún lejos de tirar la toalla.
La carta que queda al Gobierno es la división, un juego en el que cuenta con el inestimable apoyo de los medios, convertidos más que nunca en caverna mediática, que se han acomodado a la perfección a los quehaceres del Presidente. Rara vez veremos informaciones, análisis, declaraciones u opiniones acerca de la próxima huelga general que hagan referencia a su causa principal, la injusta reforma laboral aprobada por el partido gobernante. Hemos leído y continuaremos leyendo mensajes catastrofistas sobre el impacto económico de la huelga, acusaciones de antipatriotismo, llamadas al desánimo a unirse a una huelga que no servirá para nada o que ha sido convocada demasiado tarde. Sin embargo, los mensajes más insidiosos irán a fomentar la división entre los trabajadores.
Una vez más se intentará hacer uso los desempleados, utilizados una vez más como "ejército de reserva" y fuerza de confrontación hacia los trabajadores que decidan hacer efectivo su derecho a la huelga. Cuando la ministra Báñez afirma que ninguna huelga general crea empleo[7], probablemente va en ese sentido. Ya la anterior huelga contó con la oposición de algunos colectivos de desempleados, contaminados por la propaganda creada con tal propósito[8]. Por supuesto, se insistirá en la necesidad de respetar el derecho individual a elegir trabajar el 29, obviando que -esquiroles o no- esta reforma laboral afecta a todos por igual y, sobre todo, la cantidad de pequeñas empresas a cuyos trabajadores les es imposible en la práctica ejercer su derecho a la huelga, sabedores que una actitud de rebeldía pondría en peligro su continuidad en el puesto. Asimismo, se demonizará a los piquetes informativos, se ensuciarán los trapos necesarios para destacar los pecados de los sindicalistas, mezclando injustamente a los vividores -que los hay- con aquellos que hacen de la lucha sindical su causa de vida. Se publicarán noticias con encuestas confusas cuyos resultados indicarán previsiones de poco seguimiento[9].
Confusión, desinformación, demagogia, llamadas a la desunión y al desánimo. Es lo que nos espera durante los días previos a la huelga general, la huelga más importante y decisiva que haya sido jamás convocada en el Estado español. Recordemos que ninguna huelga cae en saco roto, siempre tendrá alguna repercusión, pues implica un serio pulso a los gobernantes por parte de la ciudadanía y, ante todo, una inequívoca demostración de unidad. Los trabajadores griegos han salido a la calle en múltiples ocasiones desde que la crisis se convirtió en la excusa para robarles sus derechos. Ciertamente, en Grecia la clase trabajadora lo está pasando muy mal pero, ¿acaso no estarían aún mucho peor si hubieran aceptado cada una de las imposiciones de sus gobernantes, fruto de las exigencias de la voracidad de la gran oligarquía europea? La movilización es el único modo que queda al ciudadano para demostrar su disconformidad con el rumbo que está tomando su situación en el mundo del trabajo y sus derechos en general. La unión hace la fuerza, cosa que hay que demostrar ahora más que nunca. Ya habrá tiempo de señalar a aquellos sindicalistas que en muchos momentos nos han fallado, ahora es el momento de recordar y comprender que las huelgas las convocan los sindicatos pero las lideran los ciudadanos. Los derechos que no se ejercen terminan perdiéndose, de ahí el interés de los grandes poderes de que desistamos secundar la próxima huelga general.
Desde el anuncio de la huelga general, convocada para el 29 de marzo de 2012, hemos podido ver multitud de voces en contra. Por una parte, la mayoría de los gobernantes claman que esta huelga tan sólo traerá perjuicios para la ya maltrecha economía nacional[1]; por otra, las confederaciones de empresarios victimizan a las propias empresas de las previsibles pérdidas a consecuencia de un día de huelga[2]. Como es de esperar, la escalada de calificativos alrededor de la convocatoria de huelga crece por días, pudiéndose destacar perlas como las lanzadas por Esperanza Aguirre que la califica de "escándalo" y "falta de patriotismo"[3].
A las élites empresariales del Estado español no les ha gustado en absoluto que los trabajadores decidan organizar una huelga general como respuesta a la reforma laboral más dura jamás impuesta en el Estado español. Los gobernantes, convertidos en fieles capataces, no durarán hasta el último momento en utilizar sus privilegiados púlpitos para desalentar a los trabajadores a secundar una huelga a todas luces necesaria. Por descontado, Gobierno y Patronal tendrán a su disposición el eco del poder mediático en todo su esplendor, habida cuenta que detrás de los medios de comunicación tradicionales se encuentran grandes emporios empresariales que también han salido beneficiados por la reciente reforma laboral.
Muchos días han pasado desde aquel posiblemente intencionado despiste de Mariano Rajoy en el que confesase a micrófono abierto a sus homólogos de Holanda y Finlandia que la reforma laboral que estaba por llegar le iba a costar una huelga general[4]. De hecho, para el día de la huelga habrá pasado un año desde que se filtró a la prensa el siguiente comentario de Rajoy -quien ya entonces se veía presidente- a sus allegados sobre las políticas que pensaba tomar una vez en el Gobierno: "si en los seis primeros meses no me montan tres huelgas generales, no lo estaré haciendo bien"[5]. Las varias referencias a posibles huelgas por parte del ahora Presidente a lo largo del tiempo parecen, en primer lugar, un juego de tanteo para comprobar los ánimos entre los ciudadanos, quienes en gran parte parecían haber asumido a pies juntillas la necesidad de aceptar recortes, ajustes y reformas laborales. No puede ignorarse, entre aquellos gestos del Presidente Rajoy, ciertos guiños hacia la troika comunitaria. De hecho, más importante que la medición de los ánimos de los trabajadores es el mensaje a Merkel -y a la banca privada alemana- de su disposición a reducir a mínimos los derechos de la clase trabajadora española, cueste lo que cueste, en una demostración de "autoritarismo machista"[6].
En todo caso, ningún gobierno puede permitirse una legislatura a la sombra del descontento popular y las consecuentes movilizaciones. Por ello, el Gobierno de Rajoy ha aplicado su usual política de tantear la situación en todos los frentes que ha podido. De este modo, fue muy significativa la reacción de la población de todo el Estado ante los recientes sucesos de Valencia, donde una desproporcionada e ilógica sucesión de intervenciones de los cuerpos antidisturbios contra chicos de instituto despertaron la indignación de un importante sector de la ciudadanía, que tomó las calles de las grandes ciudades en señal de protesta. La temperatura a pie de calle ha resultado ser más elevada de lo que Rajoy previó el día del micrófono abierto, la ciudadanía menos dormida y la clase trabajadora esté quizás aún lejos de tirar la toalla.
La carta que queda al Gobierno es la división, un juego en el que cuenta con el inestimable apoyo de los medios, convertidos más que nunca en caverna mediática, que se han acomodado a la perfección a los quehaceres del Presidente. Rara vez veremos informaciones, análisis, declaraciones u opiniones acerca de la próxima huelga general que hagan referencia a su causa principal, la injusta reforma laboral aprobada por el partido gobernante. Hemos leído y continuaremos leyendo mensajes catastrofistas sobre el impacto económico de la huelga, acusaciones de antipatriotismo, llamadas al desánimo a unirse a una huelga que no servirá para nada o que ha sido convocada demasiado tarde. Sin embargo, los mensajes más insidiosos irán a fomentar la división entre los trabajadores.
Una vez más se intentará hacer uso los desempleados, utilizados una vez más como "ejército de reserva" y fuerza de confrontación hacia los trabajadores que decidan hacer efectivo su derecho a la huelga. Cuando la ministra Báñez afirma que ninguna huelga general crea empleo[7], probablemente va en ese sentido. Ya la anterior huelga contó con la oposición de algunos colectivos de desempleados, contaminados por la propaganda creada con tal propósito[8]. Por supuesto, se insistirá en la necesidad de respetar el derecho individual a elegir trabajar el 29, obviando que -esquiroles o no- esta reforma laboral afecta a todos por igual y, sobre todo, la cantidad de pequeñas empresas a cuyos trabajadores les es imposible en la práctica ejercer su derecho a la huelga, sabedores que una actitud de rebeldía pondría en peligro su continuidad en el puesto. Asimismo, se demonizará a los piquetes informativos, se ensuciarán los trapos necesarios para destacar los pecados de los sindicalistas, mezclando injustamente a los vividores -que los hay- con aquellos que hacen de la lucha sindical su causa de vida. Se publicarán noticias con encuestas confusas cuyos resultados indicarán previsiones de poco seguimiento[9].
Confusión, desinformación, demagogia, llamadas a la desunión y al desánimo. Es lo que nos espera durante los días previos a la huelga general, la huelga más importante y decisiva que haya sido jamás convocada en el Estado español. Recordemos que ninguna huelga cae en saco roto, siempre tendrá alguna repercusión, pues implica un serio pulso a los gobernantes por parte de la ciudadanía y, ante todo, una inequívoca demostración de unidad. Los trabajadores griegos han salido a la calle en múltiples ocasiones desde que la crisis se convirtió en la excusa para robarles sus derechos. Ciertamente, en Grecia la clase trabajadora lo está pasando muy mal pero, ¿acaso no estarían aún mucho peor si hubieran aceptado cada una de las imposiciones de sus gobernantes, fruto de las exigencias de la voracidad de la gran oligarquía europea? La movilización es el único modo que queda al ciudadano para demostrar su disconformidad con el rumbo que está tomando su situación en el mundo del trabajo y sus derechos en general. La unión hace la fuerza, cosa que hay que demostrar ahora más que nunca. Ya habrá tiempo de señalar a aquellos sindicalistas que en muchos momentos nos han fallado, ahora es el momento de recordar y comprender que las huelgas las convocan los sindicatos pero las lideran los ciudadanos. Los derechos que no se ejercen terminan perdiéndose, de ahí el interés de los grandes poderes de que desistamos secundar la próxima huelga general.
[1] Por ejemplo, véanse "Bauzá: ´Una huelga general no ayudará a reactivar la economía´". Diario de Mallorca, 1 de marzo de 2012; o "Artur Mas advierte que la huelga general perjudica a la economía y que ´no llevará a ningún sitio´". Diario Crítico, 10 de marzo de 2012.
[2] "Huelga general. CEOE denuncia que es una ´huelga política que van a pagar las empresas´". El Economista, 12 de marzo de 2012.
[3] "Esperanza Aguirre: ´El 29-M me parece un escándalo, es una falta de patriotismo´". ABC, 13 de marzo de 2012.
[4] "Rajoy, 'pillado': ´La reforma laboral me va a costar una huelga´". Público, 30 de enero de 2012.
[5] "Rajoy dará sorpresas en su Gobierno: muy corto, con ministros de fuera del PP. ´Si en los seis primeros meses no me montan tres huelgas generales, no lo estaré haciendo bien´". El Confidencial, 21 de marzo de 2011.
[6] Término que expresa perfectamente el prepotente comportamiento del Gobierno acuñado por Vicenç Navarro. Ver "La importancia de movilizarse en contra de las medidas neoliberales". Sistema, 17 de febrero de 2012.
[7] "Báñez recuerda que ninguna huelga general crea empleo". ABC, 13 de marzo de 2012.
[8] Véase, por ejemplo, esta nota de prensa de una asociación de parados, emitida el 10 de septiembre de 2010, ante el lema "¿yo a qué voy?".
[9] Por ejemplo, "´No a la Huelga General´, Trending Topic en España". Libertad Digital, 9 de marzo de 2012.
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