Páginas

martes, 8 de noviembre de 2011

Después del gran debate toca reflexionar

Este artículo plantea el debate electoral entre los candidatos de los dos partidos mayoritarios como indicador de la calidad de la democracia en el estado español, donde el bipartidismo se da como un hecho, polarizando a la ciudadanía hacia uno u otro partido político, hecho que condena a las demás opciones a un segundo plano.

Con una periodicidad de aproximadamente cuatro años se produce un nuevo debate del siglo, un "cara a cara" entre los dos candidatos de turno a la presidencia de gobierno de los dos partidos mayoritarios. La natural expectación de los días previos suele desembocar en ubicuas tertulias durante el día después donde muchos ciudadanos, queramos o no, nos encontramos en medio de tensos debates improvisados entre partidarios de uno u otro candidato, a quienes ven respectivamente como "vencedores" de la contienda de la noche anterior. En la mayoría de aquellas charlas de café es tangible la falta de espíritu crítico que se ha concedido a la ciudadanía, absorta en su mayor parte en un debate que, visto fríamente, puede resumirse en un continuo "y tú más".


Así, el apasionamiento que muestra una importante cantidad de ciudadanos raya el fanatismo propio de forofos de los deportes de masa. En realidad llevamos muchos años instalados en el bipartidismo, en la elección entre dos únicas opciones a las que los medios nos fuerzan a que nos sintamos identificados: Real Madrid o Fútbol Club Barcelona, sin más. Es verdad que un debate así tendría que ser una fuente importante de información para el ciudadano a la hora de decidir su voto, puesto que ese "cara a cara" es la oportunidad para cada candidato de contrastar el programa electoral del partido que representa con el de su oponente. Pero, honestamente hablando, ¿alguien tiene la sensación de que esto haya ocurrido en este último debate?, ¿acaso ha ocurrido en alguno de los más recientes?

Sin embargo, la oportunidad para el ciudadano de decidir el voto queda limitada ante el evidente sesgo ocasionado por el bipartidismo rampante al que nos somete este tipo de debates. ¿Acaso no existen otras opciones?, ¿por qué siempre son los debates a dos partes?, ¿por qué no se invitan a otros candidatos? El mensaje implícito es que sólo aquéllas son las opciones válidas, cualquier otra elección supone prácticamente tirar el voto. Lo dice la televisión. De hecho, en las tertulias del día después todos hemos podido oír a alguien decir aquello de "votaré a Fulanito, a ver si lo hace mejor que Menganito". Pero, vamos a ver, ¿a dónde quedó la mentalidad crítica que se le presupone a cualquier ciudadano con derecho a voto? La cuestión de hacerlo "mejor" o "peor", según el criterio particular de cada uno, es algo que tendría que estar reflejado con perfecta claridad en los programas electorales de los partidos políticos, que tendrían que ser el principal factor para decidir el voto.

Por contra, el panorama que se nos presenta es un montaje mediático que roza el ridículo, entre un candidato que promete cosas que no hizo mientras tuvo la oportunidad y otro que simplemente evita comprometerse más de lo necesario. No hubo debate. Se jugó al gato y al ratón, se cumplió el guión establecido del "y tú más", se dio una nueva vuelta de tuerca al bipartidismo. La mediatización de estos debates es tan evidente que la ciudadanía tendría que plantearse si realmente merece la pena ser cómplice de tal montaje, cuyo coste ha ascendido a los 550.000 euros[1].

No se profundizó realmente en lo que preocupa a los ciudadanos. No vale sólo con prometer puestos de trabajo, no basta con hablar del fin de la crisis. Son vaguedades. La ciudadanía merece ser tratada con respeto, no como simples máquinas de votar, lo cual supone un insulto a la inteligencia[2]. Hay que explicar a la ciudadanía el camino que piensan tomar para crear empleo, para salir de la crisis. Explicaciones serias, razonadas, evitando imprecisiones. No basta con prometer puestos de trabajo, también hay que asegurar la calidad de aquéllos, dado que hoy en día ser mileurista ha llegado a ser un lujo, teniendo en cuenta las precarias condiciones de muchos empleos. Faltaron además menciones explícitas a problemas tan graves como la corrupción -que ha salpicado a miembros de ambas formaciones políticas-, a la grave polarización de las rentas entre trabajadores y ricos, a las injustas políticas fiscales que favorecen tal polarización, o al rampante fraude fiscal; cuestiones sumamente importantes que empobrecen al estado español no sólo en lo económico sino en la calidad de la democracia en sí misma. Pero es que, además, los ahora presentados como contrincantes no tuvieron reparo en negar a la ciudadanía el derecho a expresarse a través de un referéndum cuando se trató de cambiar la Constitución. En aquel momento, ambos partidos fueron de la mano para tramitar una ley que polariza a la Carta Magna hacia el neoliberalismo. Ante tales condiciones es dudoso pensar que estos partidos políticos se deban en primer lugar a la ciudadanía, máxime cuando los últimos presidentes y algunos ex-ministros se encuentran actualmente acomodados en el seno de importantes corporaciones, las cuales forman parte de los temidos "mercados"[3].

Vivimos sumidos en una democracia incompleta, donde el "poder del pueblo" queda limitado al ejercicio de depositar una papeleta en una urna de vez en cuando, al que eufemísticamente se llamará "la Fiesta de la Democracia". Durante los próximos cuatro años se dictarán leyes, se cambiarán otras sin consultar a la ciudadanía, se gobernará -según sus propias palabras- de acorde a los dictados de los "mercados". Argumentarán que no hay dinero, que hay que cumplir irreales objetivos de déficit, previamente pactados a fuego de ley entre ambos partidos, mientras los ciudadanos sufren un continuo empobrecimiento, los pensionistas con sus sueldos congelados, los funcionarios condenados a pagar un peaje por el hecho de haber aprobado unas oposiciones. Los pobres seremos más pobres; los ricos, más poderosos.


Notas:
[1] "El 'cara a cara' pierde audiencia al ganar cadenas". Informativos Telecinco, 8/11/2011.
[2] "El discurso agresivo de Rubalcaba choca con un Rajoy sin propuestas". Público, 8/11/2011.
[3] En Ciencia Política se define como efecto "puerta giratoria" al cada vez más común movimiento de personas entre puestos de altos cargos políticos y posiciones de gran responsabilidad en grandes empresas privadas. En este sentido, este fenómeno comienza a ser preocupante en tanto que parece que algunos gobernantes invierten una parte de sus esfuerzos en hacer méritos para agradar a futuros patrones. Véase el artículo "El efecto “puerta giratoria” y la corrupción política".

No hay comentarios:

Publicar un comentario