Posiblemente, se trata de las viñetas más sutiles que he leído últimamente:
El Chiste de Mel del pasado 23 de junio se trata, ni más ni menos, de un genial guiño a aquellos intelectuales que, sistemáticamente, son silenciados por los medios de comunicación. Tanto Juan Torres López como Vicenç Navarro llevan realizando, desde hace varios años, una valiosa e incesante labor pedagógica y divulgativa a través de sus respectivos blogs y colaboraciones donde explican, de modo accesible, los entresijos de las políticas económicas actuales y proponen alternativas, bien argumentadas, a las decisiones de nuestros políticos.
Navarro y Torres son los más veteranos de una legión de académicos que, principalmente desde la comunidad universitaria, muestran su compromiso con la sociedad, desmontando sin tapujos las falacias argüidas por los voceros del neoliberalismo para defenestrar el estado del bienestar. Frente a la fortaleza de la propoganda neoliberal, generosamente financiada por fundaciones afines y la banca, nuestros intelectuales hacen uso de sólidos argumentos, aplican el método científico y rigor en sus investigaciones y ensayos. Sin embargo, también comprometen su estatus -y tranquilidad- en sus respectivos ambientes de trabajo, donde cada vez es más común cátedras, departamentos o universidades en su conjunto, en cuya financiación participan entidades de marcado sesgo neoliberal.
Salvo algún medio en particular, como Público, estos intelectuales raramente han gozado del favor de los medios de comunicación de mayor difusión, cuyas líneas editoriales asumen las tesis neoliberales como dogmas. Antes de que la crisis que aún sufrimos fuera realidad, nuestros académicos ya advertían de que ésta estaba por llegar. Nadie les escuchó, se desoyeron sus advertencias para evitarla, o al menos suavizar sus efectos. Actualmente, aún inmersos en la crisis, nadie, desde la impermeable clase política bipartidista, hace eco de sus propuestas para salir de aquélla y así evitar las continuas agresiones que, con la excusa de reflotar economías y mercados, sufrimos los ciudadanos en toda Europa, especialmente los de la periferia, donde nos encontramos.
Navarro, Torres y otros han tenido el valor de poner nombres a los culpables de la crisis, el coraje de romper tabúes del diccionario de lo políticamente correcto al volver a hablar de lucha de clases. Han dado argumentos contra cada una de las medidas de ajustes promocionadas desde la Europa del capital y la banca, aceptadas con júbilo desde los sectores más conservadores del panorama nacional: desde el asunto de las pensiones y la edad de jubilación hasta las reformas en la sanidad, privatizaciones innecesarias, reducción de gasto público, ataques a las condiciones laborales y salariales. Asimismo, han dejado claro que esta crisis es un fraude, un montaje cuyo último fin es la justificación de las medidas antes enumeradas que no conducirán más que a una polarización aún mayor de las rentas entre las clases más pudientes y los asalariados, a un dramático empobreciento de la población, a una considerable merma en el nivel de vida de los ciudadanos.
No olvidemos que las justificaciones para llevar a cabo todas aquellas medidas, en aras de contentar a los mercados, parten del dogma neoliberal, cuya aplicación en Europa se remonta a la época Thatcher y que actualmente goza del beneplácito de las oligarquías de toda Europa. La justificación de tales medidas se basa en argumentos pseudocientíficos de grupos de académicos y think tanks al servicio de las mismas. Navarro, Torres y muchos otros representan el think tank de los ciudadanos, quienes con rigor científico desmontan las falacias de, entre otros, el FEDEA o los denominados "100 Economistas".
Como ciudadanos hemos de mostrar nuestro más rotundo rechazo al desmontaje del estado del bienestar, a todas las agresiones que amenacen a nuestra calidad de vida. No podemos permitir que los poderosos sigan generando en nosotros ese sentimiento de autoculpabilidad, que hace que aceptemos el argumento de que, para salir de la crisis, los principales sacrificios han de partir de los propios ciudadanos, condenándonos a un camino similar al que está tomando Grecia. Los principales medios de comunicación no van a dar voz a estos intelectuales, condenados al silencio mediático por su rebeldía al neoliberalismo. Es nuestra elección como ciudadanos decidir si tomamos el Chiste de Mel como tal o, en esta ocasión, lo interpretamos como un consejo a seguir para ser más libres de pensamiento, al disponer en los blogs de estos académicos del material necesario para entender lo que ocurre en el mundo político y económico del que absolutamente depende nuestro bienestar.
Navarro y Torres son los más veteranos de una legión de académicos que, principalmente desde la comunidad universitaria, muestran su compromiso con la sociedad, desmontando sin tapujos las falacias argüidas por los voceros del neoliberalismo para defenestrar el estado del bienestar. Frente a la fortaleza de la propoganda neoliberal, generosamente financiada por fundaciones afines y la banca, nuestros intelectuales hacen uso de sólidos argumentos, aplican el método científico y rigor en sus investigaciones y ensayos. Sin embargo, también comprometen su estatus -y tranquilidad- en sus respectivos ambientes de trabajo, donde cada vez es más común cátedras, departamentos o universidades en su conjunto, en cuya financiación participan entidades de marcado sesgo neoliberal.
Salvo algún medio en particular, como Público, estos intelectuales raramente han gozado del favor de los medios de comunicación de mayor difusión, cuyas líneas editoriales asumen las tesis neoliberales como dogmas. Antes de que la crisis que aún sufrimos fuera realidad, nuestros académicos ya advertían de que ésta estaba por llegar. Nadie les escuchó, se desoyeron sus advertencias para evitarla, o al menos suavizar sus efectos. Actualmente, aún inmersos en la crisis, nadie, desde la impermeable clase política bipartidista, hace eco de sus propuestas para salir de aquélla y así evitar las continuas agresiones que, con la excusa de reflotar economías y mercados, sufrimos los ciudadanos en toda Europa, especialmente los de la periferia, donde nos encontramos.
Navarro, Torres y otros han tenido el valor de poner nombres a los culpables de la crisis, el coraje de romper tabúes del diccionario de lo políticamente correcto al volver a hablar de lucha de clases. Han dado argumentos contra cada una de las medidas de ajustes promocionadas desde la Europa del capital y la banca, aceptadas con júbilo desde los sectores más conservadores del panorama nacional: desde el asunto de las pensiones y la edad de jubilación hasta las reformas en la sanidad, privatizaciones innecesarias, reducción de gasto público, ataques a las condiciones laborales y salariales. Asimismo, han dejado claro que esta crisis es un fraude, un montaje cuyo último fin es la justificación de las medidas antes enumeradas que no conducirán más que a una polarización aún mayor de las rentas entre las clases más pudientes y los asalariados, a un dramático empobreciento de la población, a una considerable merma en el nivel de vida de los ciudadanos.
No olvidemos que las justificaciones para llevar a cabo todas aquellas medidas, en aras de contentar a los mercados, parten del dogma neoliberal, cuya aplicación en Europa se remonta a la época Thatcher y que actualmente goza del beneplácito de las oligarquías de toda Europa. La justificación de tales medidas se basa en argumentos pseudocientíficos de grupos de académicos y think tanks al servicio de las mismas. Navarro, Torres y muchos otros representan el think tank de los ciudadanos, quienes con rigor científico desmontan las falacias de, entre otros, el FEDEA o los denominados "100 Economistas".
Como ciudadanos hemos de mostrar nuestro más rotundo rechazo al desmontaje del estado del bienestar, a todas las agresiones que amenacen a nuestra calidad de vida. No podemos permitir que los poderosos sigan generando en nosotros ese sentimiento de autoculpabilidad, que hace que aceptemos el argumento de que, para salir de la crisis, los principales sacrificios han de partir de los propios ciudadanos, condenándonos a un camino similar al que está tomando Grecia. Los principales medios de comunicación no van a dar voz a estos intelectuales, condenados al silencio mediático por su rebeldía al neoliberalismo. Es nuestra elección como ciudadanos decidir si tomamos el Chiste de Mel como tal o, en esta ocasión, lo interpretamos como un consejo a seguir para ser más libres de pensamiento, al disponer en los blogs de estos académicos del material necesario para entender lo que ocurre en el mundo político y económico del que absolutamente depende nuestro bienestar.
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