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domingo, 12 de junio de 2011

A todos nuestros mayores indignados: gracias por estar ahí

Las asambleas que se llevan realizando desde que se estableció el movimiento 15M han conseguido reunir a una gran cantidad de personas, muchas de las cuales han aportado valiosos puntos de vista, argumentos y mucha energía para vitalizar al resto de los allí congregados.

En muchas plazas, una figura recurrente ha sido aquel señor mayor, un abuelito curtido en mil batallas de la vida que se ha unido a sus conciudadanos más jóvenes, a quienes ha infundido ánimos y contagiado de su vetusta sabiduría. Algunos lucharon contra la dictadura, otros fueron sindicalistas, políticos o militantes activos durante la transición; todos tienen alguna historia que contar.

El 15M debe mucho a las personas mayores. Fue Stephane Hessel, lúcido nonagenario defensor de los Derechos Humanos, el primero en proponer un modo elegante de comenzar a cambiar las cosas. Un hombre de su experiencia, quien ha visto cambiar tanto del mundo en un lapso tan breve, tenía claro que los abusos del neoliberalismo tarde o temprano recibirían una contestación por parte de los ciudadanos. Hessel, quien lleva años observando el problema palestino, se da cuenta de que una reacción descontrolada, violenta contra el sistema no haría más que reforzarlo: el caso de Israel es claro, cuando cualquier piedra de la intifada justifica misiles contra la población civil. En Europa serían porras y pelotas de goma. La única lucha posible que queda contra la dictadura de los mercados ha de ser a base de una insurrección pacífica. Pero además, había que encontrar un término que no pudiera ser rentabilizado por ningún partido político, lo suficientemente neutro para que los ciudadanos no se sintieran amenazados por ningún prejuicio y con la sutileza necesaria para que la prensa más sensacionalista no pudiera hacer manipulación alguna.

Hessel nos recordó el valor de sentirnos indignados; otras personas mayores, como José Luis Sampedro, también nonagenario, nos recordaron que había motivos para ello. La experiencia, la madurez, se conjugaron con la fuerza de la ciudadanía, cuya juventud, convertida en vanguardia, lideró los asentamientos. Así nuestros mayores vinieron a pedirnos que siguiésemos adelante; como Eduard Punset, quien con tal motivo recorrió varias de las acampadas, o Vicenç Navarro, quien explica en la emblemática Plaza de Catalunya los recortes emprendidos a raíz -con la excusa- de la crisis.

Y en cada ciudad surgió un Hessel, un Sampedro. Hombres de edad avanzada que tomaron las plazas junto a los más jóvenes, quienes de repente rejuvenecieron 40 años al encontrar por primera vez el germen de la solidaridad entre los ciudadanos. Toda una vida esperando esto. Estas plazas no eran ocupadas para celebrar títulos deportivos o ascensos de división, sino por grupos de personas que se reunían para hablar de preocupaciones reales. Por vez primera, los ciudadanos se ponían de acuerdo no para tratar frivolidades o discutir sobre el partido político al que defender incondicionalmente. Los ciudadanos comenzamos a realizar un ejercicio libre de política. La auténtica política, apartidista, asamblearia.

Como dijo Román, el entrañable abuelito que acudía a Sol: "La juventud del 15M, sin saberlo, ha logrado lo que no pudimos hacer nosotros: la ruptura del sistema".

En memoria de otro gran señor mayor quien, hasta sus últimos días, ayudó a forjar el camino que llevaría al 15M: José Saramago.

1 comentario:

  1. Los que tienen la poca vergüenza de decir que no hay reivindicaciones concretas, que empiecen por dejar de oprimir, de engañar, de estafar.
    Que se paralicen y reviertan todas las reformas que atacan y destruyen lo público, que discriminan a personas, que introducen falsos debates, que crean conflicto donde no debería haberlo. Que no manden a las unidades de apaleamiento y detener a gente, que no roben al pobre para dárselo a los rico, que respeten derechos fundamentales a socorran el derecho a la vivienda, el alimento, el trabajo y sueldo digno. Esas son nuestras propuestas concretas; si lo concretamos más, empezaremos a dar nombres y apellidos, empezando por los parlamentarios, que aprueban medidas hostiles contra las personas, códigos que penalizan la supervivencia, la expresión, la participación, etc.
    Nuestra propuesta concreta: Dejen de atacarnos.

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