lunes, 30 de mayo de 2011

Carta de un joven herido en Plaza de Catalunya el 27 de mayo

Ésta es la traducción al castellano de la carta que, en una magistral lección de dignidad, envía un joven indignado a Felip Puig, Conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya:
Felip Puig: No puedo comer sólidos, no puedo dormir por prescripción médica, no puedo dar besos a las personas que quiero, no puedo jugar al fútbol en dos meses, no puedo celebrar la victoria del Barça y tengo a mi madre con ataques nerviosos. Mañana iré al médico para saber si he perdido audición, ya que el viernes tenía tanta sangre que los médicos no lo podían ver del todo. Esta noche he vuelto a soñar con la escena del impacto de bola de goma. Me ha vuelto a invadir el mismo miedo -¡e incompresión!- que sentí cuando recuperé el sentido tras desplomarme en el suelo. En aquel momento no era capaz de imaginar lo que había sucedido, pues yo estaba muy lejos del lugar donde se repartían los golpes de porra. Sólo sangraba sin parar por el oído -¡duró 5 horas!-. Tenía la vista nublada, no reconocía a mi mejor amiga, tenía las manos frías y los sentidos no me respondían. Todas estas tortuosas imágenes se repiten insistentemente en mi cabeza, y si usted las ordenó es porque es incapaz de imaginar nada parecido. Créame.

En un vídeo de internet he encontrado una imagen del mozo que me disparó. Mire del segundo 1:25 al segundo 1:30 de este vídeo.

Yo no soy el chico despavorido que sale en las imágenes y al que dispara el agente. Yo soy un joven que había mucho más allá, tranquilamente instalado en un núcleo pacífico y conversando amigablemente con una compañera cuando ésta bala perdida, probablemente después de rebotar en el suelo, se incrustó en mi oreja. La amiga en cuestión y otros testigos, evidentemente, irán hasta el final conmigo en la denuncia que pienso interponer.

Felip Puig si le interesa mi caso puede pedir el parte médico en el Hospital del Mar o ponerse en contacto conmigo, seguro que esto no le será difícil. Sin embargo, la verdad: dudo que lo haga y todavía no entiendo como soy tan iluso como para enviarle este mensaje. En definitiva, pienso luchar por esta causa hasta donde sea necesario y denunciaré mi caso hasta que:

    1 .- El Mosso sea identificado y retirado del Servicio por disparar a un ciudadano sin mirar quién está detrás.
    2 .- Los Mossos d'Esquadra dejen de utilizar estas bolas de goma que ya han matado a gente y han volado muchos ojos.
    3 .- Renuncie al cargo por ordenar esta masacre.

Más indignado que nunca le pide la dimisión un conciudadano herido.

sábado, 28 de mayo de 2011

¿Y si invitásemos a Rouco Varela a una asamblea en Sol?

El cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, ha realizado su particular análisis sobre las causas del movimiento 15M. Afirma que, en su opinión, los problemas de los jóvenes, más allá de la actual situación económica y política, "tienen que ver con lo más profundo, en su alma, su corazón[...]; a lo mejor es ahí donde están los problemas más serios, de donde hay que partir para resolver los otros problemas”, anteponiendo la resolución de aquéllos a “reformas jurídicas, económicas y sociales”.

Es su opinión. Hay que respetarla. De hecho, este señor se merece el agradecimiento de todos los indignados del país y, por extensión, de Europa por su preocupación, que parece auténtica. Sin embargo, sus palabras demuestran un enorme desconocimiento de la realidad que toca vivir a los ciudadanos, comprensible si tenemos en cuenta que la plana mayor eclesiástica nunca ha estado especialmente cercana a la gente de la calle.

Hablemos, pues, de las necesidades de la sociedad terrenal, la de los ciudadanos anónimos que intentamos a duras penas llevar una vida normal, alejados de las esferas de poder, de la vida política -salvo excepciones puntuales, como cuando nos llaman para las urnas-. Seguramente, el señor Rouco, tan preocupado en las almas de los españoles, no se ha detenido en pensar en sus correspondientes estómagos. Sí, porque de pan también vive el hombre, cada vez más difícil de conseguir para las miles de familias ahogadas por hipotecas, endeudamiento, precariedad laboral o directamente desempleo; por la incesante subida de impuestos indirectos y el precio de los servicios básicos. Por extensión, incluso debiera preocuparse también por el resto del cuerpo, cuya salud es cada vez más difícil de mantener ante las serias amenazas de recortes en la sanidad pública y copagos varios.

Así es, porque a pesar de su encomiable interés por la ciudadanía española, el cardenal Rouco parece no haber recibido el informe que Cáritas Española emitió hace más de un año, que afirma que 8 millones de españoles padecen pobreza, de los que 1 millón y medio viven en situación de pobreza severa.

Alguien tendrá que decirle al señor Rouco que la juventud española desea un futuro, cosa que ahora mismo no ve. La sociedad, en su mayor parte, empieza a darse cuenta de que las personas en quienes depositamos nuestra confianza, nuestro voto, no gobiernan para nosotros. Se han quitado la máscara para mostrarnos el peor de sus rostros, el del autoritarismo, el de su sumisión a los grandes poderes financieros, económicos, industriales. La sociedad desea alcanzar una democracia justa y auténtica, representativa, sostenible y durarera.

Más aún, si el señor Rouco tuviera la oportunidad de desplazarse a Sol (o a cualquier otra plaza española), encontraría a muchísimos ciudadanos dando ejemplo de la democracia que desean alcanzar. Allí podría participar en las asambleas diarias junto a personas de toda clase y condición, porque no se hacen distinciones, podría opinar, de seguro podría aportar su valiosa experiencia de hombre de edad avanzada -tal como hizo Stéphane Hessel-. Con seguridad, Rouco recordaría los estudios clásicos en su época de seminarista y evocaría los valores de la democracia ateniense; sin duda, se emocionaría al saberse partícipe de la ekklesía -la asamblea del pueblo-, raíz etimológica de la institución que representa. Quién sabe si, conmovido ante tal demostración de fraternidad entre ciudadanos, Rouco decidiera seguir la senda de Monseñor Oscar Romero y convertirse en el gran sacerdote abanderado de los derechos humanos del siglo XXI.


Y, por supuesto, bien podría preguntar a las personas allí apostadas por almas a las que enderezar, si es que aún es posible. De seguro que recibiría una inmensa lista: banqueros, políticos, grandes empresarios, especuladores, mossos d'esquadra de porra fácil.

viernes, 27 de mayo de 2011

¿Así es el futuro que nos espera?

Hoy, 27 de mayo de 2011, es un día negro para la historia de la democracia, donde esta foto lo resume todo.

La indignación de los ciudadanos por fin ha obtenido respuesta. Por desgracia, la respuesta esperada y temida por muchos: palos y más palos.

Hasta este día, plazas de todo el Estado han sido ocupadas pacíficamente por jóvenes, y no tan jóvenes, con una actitud modélica, cívica, donde propios y extraños han destacado el ejemplo de convivencia demostrado por esta heterogénea mezcla de personas con un objetivo común. Personas indignadas con los grandes poderes que, como modo pacífico de protesta, decidieron acampar en aquellos lugares, siempre bajo la consigna del respeto mutuo y la perfecta conservación de los lugares que ocupaban.

Hoy, con la excusa de llevar a cabo una limpieza en la Plaza de Catalunya (y de la posible celebración en aquel lugar por una eventual victoria futbolera del Barça), se ha producido un brutal desalojo ilegal del lugar, donde la violencia ha estallado, uniformada, bien pertrechada, con la clara consigna de asentar un precedente que amilane y disuada a todo aquel que, tan siquiera, se plantee rechistar contra sus amos, los poderosos que decidieron que a los ciudadanos se nos acabó la época de protección y justicia social.

Resulta estremecedor ver las imágenes de las decenas de vídeos donde se repiten una y otra vez escenas de violencia desproporcionada hacia ciudadanos indefensos, armados tan sólo con su férrea convicción de que un mundo mejor es posible[1].

No podemos desanimarnos ni asustarnos con esto que ha ocurrido y puede volver a ocurrir. Esta violencia gratuita no ha hecho más que despertar la solidaridad entre los ciudadanos de todo el mundo. Incluso voces desde el sector de las fuerzas de seguridad muestran su disconformidad con estas acciones de los Mossos d'Esquadra, como la Unión de Oficiales de la Guardia Civil (UO) , quienes dudan de la legalidad del desalojo. Actitud loable por su parte, pues demuestra que la mayor parte de los agentes del orden de este país se sienten parte de la ciudadanía, que comprenden que entre aquellas personas maltratadas pueden estar sus hijos, hermanos, amigos...

Los ciudadanos no podemos consentir este atropello ni los que están por llegar. Hemos de pedir responsabilidades a nuestros gobernantes, exigir a quienes le corresponda que actúen de oficio para denunciar y actuar en contra de estos individuos sedientos de sangre y, sobre todo, contra quienes les ordenan tales acciones.

Estos actos cobardes de abuso de autoridad han de ser fotografiados, filmados, denunciados. No podemos permitir que la historia se repita. Sumémosnos a las iniciativas para pedir la dimisión inmediata de los responsables políticos de tales desmanes[2], salgamos a la calle a apoyar a los conciudadanos afectados. Si queremos una democracia auténtica, no nos queda otra.





Notas:
[1] Véase este vídeo, como ilustración de la brutalidad ejercida por los mossos.
[2] Formulario para exigir la dimisión del Conseller de Interior por la violencia utilizada en Pza. Catalunya.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Carta abierta de un "ideólogo" a la Democracia Emergente del 15M

Reproduzco a continuación un magnífico escrito del profesor Alfonso Galindo:
Ejerciendo de experto en Economía, me di cuenta de que los grandes poderes, después de haber atacado los derechos sociales y la redistribución, no se iban a estar quietos ante los derechos y libertades fundamentales. Empecé a publicar artículos advirtiendo de los peligros de la reforma universitaria de Bolonia y otras medidas nacionales e internacionales que se han ido perpetrando desde el FMI y otros organismos, especialmente, a partir de la creación de la OMC: La supuesta ayuda al desarrollo, el renacer de la religión ligada al poder, los ceses y apartamiento de jueces, la ilegalización de partidos, la guerra imperialista... Aproximadamente, desde 2001, publiqué en diversos foros críticas al sistema y me limité sólo a eso (incluso tenía preparado un artículo, que yo consideraba magnífico, sobre lo que es la izquierda y la derecha). Conseguí poco, aparte de que me leyeran mis enemigos y me persiguieran en el trabajo. Por eso, hasta ahora, mi visión era pesimista. 
Ahora que la juventud y los parados se han puesto manos a la obra, me quedo más tranquilo y retomo mi actividad investigadora, que es lo que me entretiene y no me estresa. Podéis contar con mi opinión, pues formo parte de esta democracia que se está creando, pero ya no tengo ese afán por divulgar, pues me he dado cuenta de que tenéis claro lo que es justo y lo que no. Vuestras propias consignas separan la legalidad de la justicia y dais una lección importante a los que seguimos estancados en disputas metodológicas y semánticas. 
El otro día, por la tele, un experto politólogo, catedrático de universidad, criticó al movimiento 15M por su falta de propuestas concretas y concluyó que, en función de esto, tenías pocas expectativas de éxito. Se ve que se ha quedado "carroza" y no se ha enterado de qué va el asunto. Las propuestas concretas hay que debatirlas democráticamente y vosotros estáis, no sólo pidiendo, sino practicando la democracia. La democracia española ya ha sido refundada y se celebra en las plazas de acampada; no está todavía en el parlamento, pero se conseguirá. 
Lo estáis haciendo de modo inteligente y, precisamente, una de vuestras ventajas es saber perfectamente que no es el momento de perderse en debates. Nos habéis enseñado que estamos perdiendo el tiempo con nuestra jerga marxista-leninista. Ahora sé positivamente que el futuro será humano, democrático, escrupuloso y pacífico. 
Gracias y seguid adelante. 
P.D.: Los cinco miembros de la Junta Electoral Central querían decir al pueblo lo que es democrático y se han encontrado con que es el pueblo quien se lo ha dicho a ellos, poniéndolos en ridículo ante el mundo entero.
Alfonso Galindo Lucas 

martes, 24 de mayo de 2011

Comentario del libro "¡Indignaos!", tras el 15M

Inmersos en la peor crisis de la historia moderna, los ciudadanos vemos día a día recortar nuestros derechos, pasos atrás en las conquistas sociales que hasta ahora disfrutábamos, legado de las luchas de generaciones anteriores, otrora logros colectivos que fueron perfilando la democracia, el estado del bienestar.

Congelaciones de las pensiones, retrasos en la edad de jubilación, sueldos cada vez más escuetos y desacoplados de la realidad, subidas de impuestos indirectos, continuas degradaciones en la calidad de la educación, agresiones al estado de derecho... medidas que ahogan a la ciudadanía, indefensa, sumida en un estado de shock del que apenas hace amago de salir, desorientada y polarizada por medios de comunicación que confunden más que informan.

Nuestros gobernantes, reducidos a meros brazos ejecutores de los caprichos de los mercados, se limitan a justificar cada medida en aras de superar una crisis que parece no tener fin, todas ellas siempre destinadas a “apaciguar a los mercados”. Ante este panorama, ya no podemos hablar de democracia sino de dictadura, la dictadura de los mercados[1].

Occidente, que presumía de libertades, resulta ahora estar sumida en una nueva variante del totalitarismo. Muchos años atrás, Stephane Hessel luchó contra un tipo de totalitarismo más primitivo, menos sutil; se enfrentó a la Alemania nazi y a sus cómplices en su Francia adoptiva. También él defendió una visión de los derechos humanos, cuya carta ayudó a redactar en la posguerra. Ahora, a sus 93 años ve peligrar mucho de lo conseguido por su generación ante la aparente pasividad de la ciudadanía de hoy.

Hessel se pregunta en su libro sobre los motivos de la actual apatía y desafía a los ciudadanos a romperla, a base de recordar los motivos que llevaron a su generación a levantarse contra los fascismos. El autor entiende que es complicado reaccionar ante un enemigo sin identidad: los mercados son entes sin nombres ni apellidos, ni siquiera con siglas, anóminos principalmente porque los medios de comunicación tradicionales, quienes perjuran independencia, jamás se atreverían a señalar a tan poderosos personajes.

Así, ante este panorama, sin manifiestos culpables en quienes proyectar la natural desesperación, es razonable que muchas personas se rindan ante un sentimiento de indiferencia, con una falsa esperanza de dejar pasar el temporal a la espera de que las cosas se arreglen solas. Pero es que los derechos que no se ejercen simplemente se pierden, no podemos esperar impasibles a que alguien haga por quitárnoslos sutilmente.

Hessel nos recuerda que hoy, más que nunca, los ricos son mucho más ricos y los demás, mucho más pobres; que la avidez de las grandes corporaciones privadas priman sobre los intereses de los ciudadanos o del medio ambiente; que no hay motivos para recortes y medidas que lesionen nuestro estado del bienestar, que aún así se imponen a golpe de decreto. Los ciudadanos no podemos permanecer impasibles ante gobiernos al servicio de los mercaderes, por eso Hessel apela al sentimiento de indignación, como el primer paso para superar la indiferencia, que nos recuerda que esa sensación fue la que le embargó cuando, durante su ya lejana juventud, entendió que sus derechos como persona eran ninguneados, pisoteados.

Los ciudadanos hemos de hacer patente nuestra indignación ante la simple posibilidad de que las generaciones presentes y venideras puedan tener un peor calidad de vida que quienes les precedieron. El primer paso para preservar la calidad de vida es tomar consciencia de la necesidad de defender una democracia auténtica, al servicio de los ciudadanos. Es este sentimiento de indignación el que debe surgir tras analizar todos aquellos recortes al estado del bienestar, todas las medias verdades de una clase política plegada a los poderes económicos y darnos cuenta de que nos toman el pelo.

Hessel entonces nos habla desde su experiencia, nos pide a los ciudadanos levantarnos en una resistencia pacífica, una verdadera lección de civismo, moralidad y espíritu democrático a aquellos que reducen el término democracia al acto de depositar papeletas en urnas cada varios años, para luego olvidarse de los ciudadanos. Esa insurrección pacífica será más poderosa que todas las fuerzas de represión que nos podamos imaginar. Hessel lo ilustra con el caso de la ciudad cisjordana de Bil'in, donde sus ciudadanos marchan pacíficamente, sin piedras, sin fuerza alguna, hasta un muro donde realizan sus protestas. El gobierno de Israel denomina a esto: “terrorismo no violento”.

La no violencia, el rechazo explícito a aquella, el espíritu de paz y concordia une más que el miedo a represalias de cualquier tipo. El 15 de mayo de 2011, sin miedo alguno, decenas de miles de ciudadanos españoles salieron a la calle, todos ellos indignados, en cada ciudad española mujeres y hombres desfilaban pacíficamente, pidiendo un cambio, gestos hacia los ciudadanos que demuestren que los políticos no son una clase aparte de la ciudadanía, al servicio de la casta económica. Los españoles indignados no se detuvieron ahí, sino que tomaron las plazas más importantes del país y ahí acamparon permanentemente. Se organizaron como verdaderas juntas democráticas populares, con asambleas abiertas a todos, cada opinión era escuchada, votada, respetada.

Los grandes medios de comunicación silenciaron todo lo que pudieron lo que estaba ocurriendo, hasta que comprendieron que no se podía poner puertas al campo de las redes sociales. Los medios más reaccionarios intentaron manipular, tergiversar, ensuciar, las intenciones de los ciudadanos indignados[2]. Los grandes partidos políticos también se pusieron nerviosos, intentaron llevar a su terreno la situación, imposible con tal heterogéneo grupo de ciudadanos, declarados apartidistas, cuya indignación patente no se va a terminar con palabras vacías. Así, la prensa internacional hizo eco de la Revolución Española, que ha ido extendiéndose al resto del mundo, cada día son más indignados los que simbólicamente acampan en las plazas de sus ciudades para demostrar que su descontento con un sistema político agotado, caduco, que no respeta los derechos básicos de los ciudadanos.

Cada día ha ido creciendo el número de personas que se identifican con el sentimiento de indignación, las mismas que se unen a las concentraciones, apoyan a los más jóvenes acampados. Es un sentimiento especial comprobar que a aquéllos no les falta de nada, pues ciudadanos de toda edad y circunstancia laboral se acercan para brindarles comida, mantas y mucho apoyo.

Tampoco podemos olvidar las banderas islandesas que ondeaban en muchas plazas españolas, hermoso homenaje a los primeros ciudadanos que plantaron cara al continuo chantaje de la banca internacional, de los poderes financieros, de los grandes emporios empresariales que subvierten la democracia. Los ciudadanos comenzamos a tomar consciencia de que somos mayoría en el mundo, que tenemos más motivos para estar unidos que para inventarnos elementos diferenciadores. Estamos a un paso de hacer perenne el sentimiento de fraternidad mundial con el que soñaron los padres de la Ilustración. La esperanza es que los ciudadanos del mundo, sin fisuras, continuemos con esta revolución pacífica que las generaciones venideras conozcan como “Revolución Mundial”.

En las plazas españolas, mientras tanto, no pasa un día sin que alguien regale un ejemplar de ¡Indignaos! a quienes se acercan tras encontrar su propio motivo de indignación.


Notas:
[*] Reseña publicada en Entelequia. Revista Interdisciplinar con el título "El primer paso para recuperar el terreno perdido".
[1] Este término, Dictadura de los Mercados, lo popularizó el periodista de la cadena española CNN+ Iñaki Gabilondo, en julio de 2010, a razón de la continua sucesión de recortes exigidas por los poderes financieros. CNN+ finalizó sus emisiones a final del mismo año. Vid. Torres, J. (2010): “¿Es inevitable sufrir la dictadura de los mercados?”.

[2] Tómese como botón de muestra, la desinformación de un canal de televisión español que relacionaba a los indignados españoles con un grupo terrorista.